Martes, 3 de Septiembre de 2019

FRANÇOIS, DUQUE DE LA ROCHEFOUCAULD:

La última etapa del amor sólo es dolor porque el placer va desapareciendo.

Resulta increíble hasta qué punto me siento próximo a La Rochefoucauld. Veo la razón en una idéntica y enfermiza ineptitud para la ilusión. E. M. Cioran.

Muchas veces se hace el bien para poder hacer impunemente el mal.

Si juzgamos el amor por la mayor parte de sus efectos, se parece más al odio que a la amistad.

Ni el Sol ni la muerte pueden mirarse fijamente.

Los ancianos se complacen en dar buenos consejos, porque así se consuelan de no encontrarse ya en situación de dar malos ejemplos.

Lo que hace que la mayoría de las mujeres sean tan poco sensibles a la amistad es que la encuentran insípida una vez que han probado el gusto del amor.

La confesión de los pequeños defectos es frecuentemente un deseo de dar a entender que no tenemos otros mayores.

La gratitud es como la buena fe de los mercaderes, que sostiene el comercio; y si pagamos, no es porque sea justo saldar nuestras cuentas, sino para encontrar más fácilmente gentes que nos presten.

El perfecto valor consiste en hacer sin testigos lo que se sería capaz de hacer ante todo el mundo.

A todos nos sobran fuerzas para soportar los males ajenos.

Amamos siempre a los que nos admiran, pero no a los que admiramos.

Todo el mundo se queja de no tener memoria y nadie se queja de no tener criterio.

Quien vive sin locura no es tan cuerdo como parece.

En la adversidad de nuestros mejores amigos siempre hallamos algo que no nos desagrada del todo.

La ausencia disminuye las pequeñas pasiones y aumenta las grandes, lo mismo que el viento apaga las velas y aviva las hogueras.

Olvidamos nuestras faltas con mucha facilidad cuando sólo las conocemos nosotros.

Pueden decir todo lo bueno que quieran de nosotros, pero nunca nos dirán nada nuevo.

Llevar una dieta demasiado severa para guardar la salud es una enfermedad tediosa.

Las mujeres que aman perdonan más fácilmente las grandes indiscreciones que las pequeñas infidelidades.

Un necio no tiene suficiente tela para ser bueno.

El interés que ciega a unos alumbra a otros.

Rechazar una alabanza es desearla doble.

Sólo está seguro el que no admite a nadie en su confianza.

Hay varias clases de curiosidad: una, interesada, que nos lleva a desear aprender lo que nos puede ser útil; otra, orgullosa, nacida del deseo de saber lo que otros ignoran.

La simplicidad afectada es una impostura refinada.

A menudo creemos odiar la adulación, y lo que odiamos es la forma en que nos adulan.

Hay personas tan ligeras y tan frívolas que son incapaces de tener verdaderos defectos como sólidas cualidades.

Una amistad reanudada requiere más cuidados que la que nunca se ha roto.

Se encuentran medios para sanar la locura, pero no se encuentran para enderezar una mente retorcida.

Si tuviésemos suficiente voluntad, casi siempre tendríamos medios suficientes.

Los espíritus mediocres condenan generalmente todo aquello que no está a su alcance.

Se perdona en la medida en que se ama.

Tan fácil es engañarse a sí mismo, sin darse cuenta, como difícil engañar a los demás sin que lo descubran.

Si no nos aduláramos jamás mutuamente, la vida sería menos placentera.

La pobreza espiritual produce la obstinación. No creemos fácilmente en lo que está más allá de lo que alcanzamos a ver.

Se ha hecho una virtud de la moderación para limitar la ambición de los grandes hombres y consolar a los mediocres de su poca suerte y escaso mérito.

La filosofía triunfa fácilmente de los males pasados y futuros, pero los males presentes triunfan de ella.

Apresurarse demasiado a corresponder un favor constituye una especie de ingratitud.

La mayoría de las mujeres no lloran tanto la muerte de sus amantes por haberlos querido como por parecer más dignas de ser amadas.

Hay momentos en la vida en que conviene ser un poco loco para salir bien parado.

No tenemos bastante fuerza para seguir todas las indicaciones de nuestra razón.

Si no tuviéramos orgullo no nos lamentaríamos del orgullo ajeno.

Un sensato puede amar como un loco, pero nunca como un necio.

El medio más fácil para ser engañado es creerse más listo que los demás.

Lo que hace que los amantes no se aburran nunca de estar juntos es que se pasan el tiempo hablando siempre de sí mismos.

Pocas personas hay que no se avergüencen de haberse amado cuando ya no aman.

El egoísmo es el mayor de los embaucadores.

La mayoría de los héroes son como algunos cuadros, no se les debe mirar de cerca.

El silencio es el partido más seguro para aquel que desconfía de sí mismo.

El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto.

El deseo de ser hábil impide a veces serlo.

No hay tonto más molesto que el ingenioso.

Generalmente no se alaba sino para ser alabado.

Poca gente domina el arte de saber envejecer.

Nunca se desea ardientemente lo que sólo se desea por la razón.

En la mayor parte de los hombres el amor a la justicia no es más que el dolor de sufrir la injusticia.

¡Cuán corriente es no considerar sensatos sino a los que piensan como nosotros!

La juventud es una embriaguez continua, es la fiebre de la razón.

El mejor medio de conservar los amigos es no pedirles ni deberles nada.

Lo que a menudo nos impide abandonarnos a un vicio es que tenemos varios.

Aconsejamos, pero no inspiramos conductas.

Es necesario tener tanta discreción para dar consejos, como docilidad para recibirlos.

Mientras más se quiere a una mujer, más cerca se está de odiarla.

Sólo hay una especie de amor, pero existen mil copias diferentes.

No se debe juzgar del mérito de un hombre por sus grandes cualidades, sino por el uso que sabe hacer de ellas.

El mayor esfuerzo de la amistad no es mostrar nuestros defectos al amigo, sino hacerle ver los suyos.

Si resistimos nuestras pasiones es más por su debilidad que por nuestra fuerza.

Algunos necios suelen tener ingenio, pero ninguno tiene discreción.

Nunca otra cosa damos con tanta liberalidad como nuestros consejos.

Es más fácil conocer al hombre en general que a un hombre en particular.

Los apellidos famosos, en lugar de enaltecer, rebajan a quienes no saben llevarlos.

No desearíamos muchas cosas tan ardientemente si entendiéramos bien lo que deseamos.

La adulación es una moneda falsa que tiene curso gracias solo a nuestra vanidad.

Es más necesario estudiar a los hombres que a los libros.

Hay personas que nunca se habrían enamorado si no hubieran oído hablar nunca del amor.

En los celos hay más amor propio que amor.

La confianza sirve en las conversaciones más que el ingenio.

El arte más profundo de un hombre hábil es el de saber ocultar su habilidad.

Hay personas repulsivas con méritos, y otras que agradan con defectos.

Una mujer a la moda está siempre enamorada… de sí misma.

La verdadera elocuencia consiste en no decir más de lo que es preciso.

Antes de desear algo ardientemente conviene comprobar la felicidad que le alcanza a quien ya lo posee.

No iría muy lejos la virtud si la vanidad no la acompañase.

Virtudes y vicios los mueven intereses.

No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay.

La vejez es un tirano que prohíbe, bajo pena de vida, todos los placeres de la juventud.

No se desprecia a todos los que tienen vicios; pero se desprecia a todos los que no tienen ninguna virtud.

Hay poca gente sensata que prefiera la censura provechosa a la alabanza traidora.

Cuando nuestro odio es demasiado vivo nos coloca por debajo de lo que odiamos.

Para conocer una cosa hay que conocer bien sus detalles.

Se puede ser más astuto que otro, pero no más astuto que todos los demás.

A menudo nos avergonzaríamos de nuestras más bellas acciones si el mundo viera los motivos que las producen.

Aunque los hombres se jacten de sus grandes acciones, muchas veces no son el resultado de un gran designio, sino puro efecto del azar.

Muchas veces la pasión torna necio al hombre más cuerdo y cuerdo al más necio.

Los vicios entran en la composición de las virtudes, como los venenos en la de los remedios.

Es más fácil ser sabio para los demás que para uno mismo.

Nuestra desconfianza justifica el engaño ajeno.

El mundo recompensa antes las apariencias de mérito que al mérito mismo.

Lo que nos hace insoportable la vanidad ajena es que hiere la propia.

Mayores virtudes se precisan para sostener la buena fortuna que la mala.

Prometemos según nuestras esperanzas y cumplimos según nuestros temores.

Lo que se llama liberalidad no es por lo regular sino la vanidad de dar, vanidad que preferimos a lo que regalamos.

Cuando nuestros vicios nos dejan, nos halagamos con la idea de que los hemos dejado nosotros.

Nuestra envidia dura siempre más que la felicidad de aquellos a quienes envidiamos.

Más traiciones se cometen por debilidad que por un propósito firme de hacer traición.

Los pleitos no durarían tanto tiempo si el error estuviera sólo en una parte.

Todos poseemos suficiente fortaleza para soportar la desdicha ajena.

El hombre prefiere hablar mal de sí mismo que no decir nada.

La hipocresía es el homenaje que el vicio tributa a la virtud.

Para el hombre ambicioso, el buen éxito disculpa la ilegitimidad de los medios.

El amor, como el fuego, no puede existir sin una constante agitación.

Hay muchos remedios que curan el amor; pero ninguno infalible.

Encontramos siempre fastidiosa la compañía de las personas que no nos permiten ser fastidiosos.

Solemos perdonar a los que nos aburren, pero no perdonamos a los que aburrimos.

La inteligencia no podría representar mucho tiempo el papel del corazón.

Nunca somos tan felices ni tan infelices como pensamos.

La esperanza y el miedo son inseparables.

Hablamos muy poco, excepto cuando la vanidad nos hace hablar.

Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.

El deseo de parecer listo impide el llegar a serlo.

Si en los hombres no aparece el lado ridículo, es que no lo hemos buscado bien.

La verdad no hace tanto bien en el mundo como el daño que hacen sus apariencias.

Las personas afortunadas se corrigen poco: creen tener siempre razón mientras la fortuna sostiene su mala conducta.

Los celos se alimentan de dudas.

Como pretendes que otro guarde tu secreto si tú mismo, al confiárselo, no los has sabido guardar.

El amor propio es el peor de los aduladores.

La intención de no engañar nunca nos expone a ser engañados muchas veces.

Conocer las cosas que lo hacen a uno desgraciado, ya es una especie de felicidad.

Perdonamos fácilmente a nuestros amigos los defectos en que nada nos afectan.

Si quieres tener enemigos, supera a tus amigos; si quieres tener amigos, deja que tus amigos te superen.

Para hacerse una posición en el mundo, es preciso hacer todo lo posible para hacer creer que ya se tiene.

La gratitud de muchos no es más que la secreta esperanza de recibir beneficios nuevos y mayores.

Cuando no se encuentra descanso en uno mismo, es inútil buscarlo en otra parte.

 

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