Enseñanza II

 

Enseñanza de Krishnamurti II… El mismo mes de noviembre, en Rajghat alguien pidió a KRISHNAMURTI que definiera su propia enseñanza.  Él respondió sorprendido: ‘¿pregunta usted qué es la enseñanza? (Pausa). Yo mismo no lo sé.  No puedo expresarlo en unas cuentas palabras. Pienso que la idea de la enseñanza y el ‘enseñado’ es básicamente errónea, al menos lo es para mí. Creo que es más una cuestión de compartir que de ser enseñado, de participar más que de dar o recibir. ¿Podemos, entonces, compartir algo que no se encuentra en el campo del tiempo, del pensamiento, que no tiene una dirección determinada? ¿Podemos compartirlo, o estamos todos tan condicionados que no sabemos lo que significa compartir?

 

Deseando hacerle la misma pregunta cuando estaba escribiendo el segundo volumen de su biografía, formulé por escrito una breve declaración que comenzaba:

  • La esencia revolucionaria de la enseñanza de Krishnamurti (…) y se la envié para que la aprobara… He aquí lo que él escribió: ‘la esencia de la enseñanza de Krishnamurti está contenida en la declaración que él hizo en 1929 cuando dijo: la verdad es una tierra sin senderos. El hombre no puede llegar a ella a través de ninguna organización, de ningún credo, de ningún dogma, sacerdote o ritual, de ningún conocimiento filosófico ni de técnica psicológica alguna. Tiene que encontrar la verdad mediante el espejo de la relación, mediante la comprensión de los contenidos de la propia mente; por medio de la observación y no por el análisis intelectual o la disección introspectiva. El hombre ha construido internamente imágenes como una valla de seguridad: imágenes religiosas, políticas, personales. Éstas se manifiestan como símbolos, ideas, creencias cuya carga domina el pensar humano, las relaciones y la vida cotidiana. Estas son las causas de nuestros problemas porque separan al hombre del hombre en todas sus relaciones. Su percepción de la vida está moldeada por los conceptos ya establecidos en su mente. El contenido de su conciencia es esta conciencia. Este contenido es común a toda la humanidad. La individualidad es el nombre, la forma y la cultura superficial que el hombre adquiere de su medio ambiente. La singularidad del individuo no radica en lo superficial sino en la total libertad con respecto al contenido de su conciencia.
  • La libertad no es una reacción; la libertad no es una opción. Es jactancia del hombre creer que porque tiene poder de optar es libre. La libertad es observación pura sin dirección sin el miedo que se esconde tras el castigo y la recompensa. La libertad está exenta de motivo; la libertad no se halla al final de la evolución del hombre sino en el primer paso de su existencia.   En la observación uno comienza a descubrir la falta de libertad. La libertad se encuentra en la percepción directa y sin opciones de nuestra existencia diaria.
  • El pensamiento es tiempo. El pensamiento nace de la experiencia, del conocimiento, que son inseparables del tiempo. El tiempo es el enemigo psicológico del hombre. Nuestra acción se basa en el conocimiento y, por lo tanto, en el tiempo; de modo que el hombre es siempre un esclavo del pasado.
  • Cuando el hombre se dé cuenta del movimiento de su propia conciencia, verá la división entre el pensador y el pensamiento, el observador y lo observado, el experimentador y la experiencia. Descubrirá que esta división es ilusoria. Sólo entonces hay observación pura que es discernimiento instantáneo sin sombra alguna del pasado. Este discernimiento intemporal genera un cambio profundo y radical en la mente.
  • La negación total es la esencia de lo positivo. Cuando negamos todas las cosas que no son el amor -cosas como el deseo, el placer-, entonces el amor está ahí con su compasión e inteligencia’.

AUTORA: Mary Lutyens.