Cómo descondicionar la mente y producir orden

Orden vs desorden

Un orden externo y una paz creadora pueden tener lugar sólo si cada uno crea orden y paz dentro de sí mismo (14).

Cuando introducís el tiempo [lo haré en el futuro] como medio de producir un cambio radical, estáis fomentando el desorden y no el orden (38).

La sociedad teme que la libertad produzca desorden, porque está satisfecha de vivir en el desorden, al cual llama orden; no puede pues experimentar de modo total. Sólo el ser humano individual es capaz de experimentar y descubrir por sí mismo la revolución total que es orden. De modo que cuando uso la palabra ‘cambio’, lo hago para implicar un cambio desde el desorden al orden, pues, como seres humanos individuales, no estamos en orden, estamos en conflicto, somos desdichados, estamos confusos, tenemos ambición, codicia, envidia: toda la estructura humana. Nos da miedo, nos inspiran terror muchas cosas y cambiar todo este edificio de temor es producir orden. El orden no es, pues, producto de la rebelión, porque la rebelión contra la sociedad es una reacción que sólo servirá para producir una serie de acciones dentro de las fronteras de la sociedad, y como el comunismo o cualquier otra reacción, con el tiempo volverá a lo que existió. Hablo sobre el cambio que no es una reacción. Que no es una reacción contra la sociedad, contra este llamado orden, sino que es más bien un proceso de comprensión de toda la estructura del desorden y la comprensión de ésta produce orden, que es revolución radical (38).

 El verdadero orden sólo puede venir cuando se produce la destrucción de la mente que reclama orden para su propia satisfacción, para su seguridad. Cuando el cerebro ha destrozado su propia creación, cuando ha destruido el suelo donde se crían toda clase de fantasías, ilusiones, deseos, anhelos, entonces de esa destrucción surge un amor que crea su propio orden (34).

No es el pensamiento el creador del desorden, sino el centro [el Yo], el censor, el pensador que ha sido construido a lo largo del tiempo (38).

Todo lo que implique tiempo psicológico [pensar que el tiempo por sí solo produce lucidez] engendra desorden, tanto si es desorden moral como físico o conceptual y el desorden es uno de los factores del deterioro. Todos los conceptos son desordenados. No debo, pues, aferrarme a ninguno de ellos. Si de modo consciente o inconsciente busca fama, prestigio, categoría o si su actividad es egocéntrica en cualquier otra forma, entonces esa actividad crea desorden y, por tanto, deterioro. El que habla dice que se produce deterioro, sobreviene desorden, cuando hay auto-mejoramiento o auto-expansión, que es actividad egocéntrica susceptible de realizarse por obras buenas, por la adquisición de conocimientos, por la identificación con algo que sea más grande que uno mismo, ya sea una nación, una comunidad, una familia o una creencia organizada, a la que se llama religión. Toda forma de identificación con algo que uno considera más grande que él mismo, sigue siendo la búsqueda de placer, y por ello crea desorden, empeoramiento. ¿Cómo ha de terminar el desorden? No puede terminar mientras el centro propio [el YO], que se basa en el placer, diga: ‘tengo que acabar con el desorden, porque de ese modo tendré aún mayor placer’. Me identifico con el orden, lo cual es mayor placer, y por ello quiero terminar con el desorden, mas, en esa búsqueda de orden, hay esfuerzo, pugna, dolor, determinación y todo lo demás, cosa que sólo crea mayor desorden. Veo que cuando uso el pensamiento [condicionado], con su astucia, sus ideas, sus empeños, su determinación, su afán de eludir, su resistencia, sus evasiones, como medio de acabar con el deterioro, ello sólo hace aumentar el desorden, el deterioro. De la comprensión de usted misma viene orden, virtud, la cesación del conflicto, y en ese estado hay gran belleza (38).

 Todo aquello que es autoprotector en el sentido físico, no es malo. Pero el protegerse uno psicológicamente, resistiendo cualquier movimiento, eso conduce al desorden (72).

Únicamente cuando tratan de cambiar ‘lo que es’ hay desorden; porque quieren cambiarlo de acuerdo con el conocimiento adquirido [la mente está confusa, condicionada]. Ese conocimiento es el pasado, y ustedes tratan de cambiar ‘lo que es’ -que no es pasado- de acuerdo con lo que han aprendido. Entonces hay una contradicción, hay una distorsión y, por lo tanto, hay desorden (72).

El cerebro funciona perfectamente sólo cuando está en orden, no en desorden. Funciona con eficiencia cuando hay orden completo… (72). El orden completo es la quietud total de la mente. La quietud de la mente es la mente más activa… El orden, señor, es algo de lo más extraordinario, porque es siempre nuevo. No es orden según un modelo; es algo vivo (18).

Para descubrir qué es el orden, debemos comenzar por comprender la naturaleza de nuestras relaciones. Nuestra vida es un movimiento de relación; por mucho que pueda uno pensar que vive solo, siempre está relacionado con una cosa u otra, sea con el pasado o con alguna imagen proyectada en el futuro. Por lo tanto, la vida es un movimiento de relación, y en esa relación hay desorden. Debemos examinar muy detenidamente por qué impera semejante desorden en nuestra vida de relación con los demás -por íntima o superficial que sea dicha relación (74).

La negación del desorden es silencio. Cualquier movimiento del pensar [condicionado] sólo engendrará más desorden. Entonces, pregunta usted: ¿cómo puede cesar el pensamiento, quién va a detener este movimiento perpetuo que prosigue noche y día? El propio pensamiento debe negarse a sí mismo. El pensamiento ve lo que está haciendo, y por lo tanto, el pensamiento mismo se da cuenta de que tiene que cesar. No hay otro factor que el propio pensamiento. Por consiguiente, cuando el pensamiento se da cuenta de que cualquier cosa que haga, cualquier movimiento que produzca es desorden (tomamos eso como un ejemplo), entonces hay silencio. Cuando el desorden cambia, la naturaleza de ese cambio es el silencio (37).

 

El orden nunca es permanente. Tiene que ser mantenido de día en día, como una habitación que uno debe limpiar cotidianamente. El orden ha de mantenerse de instante en instante, todos los días. Este orden no es personal, no es el ajuste individual al patrón de las respuestas condicionadas de agrado y desagrado, placer y dolor. Este orden no es un medio para escapar del dolor. La comprensión y el cese del dolor significan virtud y ésta produce orden. El orden no es un fin en sí mismo. El orden como un fin en sí mismo desemboca en el callejón sin salida de la respetabilidad que implica deterioro y decadencia (48).

 El orden, que es armonía, carece de un plan previo. Adviene sólo cuando estemos libres del desorden. Y de ese aprender acerca del desorden -no el aprender cómo producir orden dentro del desorden, cosa que jamás puede uno hacer- de ese aprender surge, naturalmente, el orden (10).