Marcel-Proust

Hijo de Adrien Proust, un prestigioso médico de familia tradicional y católica, y de Jeanne Weil, alsaciana de origen judío, dio muestras tempranas de inteligencia y sensibilidad. A los nueve años sufrió el primer ataque de asma, afección que ya no le abandonaría, por lo que creció entre los continuos cuidados y atenciones de su madre. En el liceo Condorcet, donde cursó la enseñanza secundaria, afianzó su vocación por las letras y obtuvo brillantes calificaciones. Tras cumplir el servicio militar en 1889 en Orleans, asistió a clases en la Universidad de La Sorbona y en la École Livre de Sciences Politiques.

Durante los años de su primera juventud llevó una vida mundana y aparentemente despreocupada, que ocultaba las terribles dudas que albergaba sobre su vocación literaria. Tras descartar la posibilidad de emprender la carrera diplomática, trabajó un tiempo en la Biblioteca Mazarino de París, decidiéndose finalmente por dedicarse a la literatura. Frecuentó los salones de la princesa Mathilde, de Madame Strauss y Madame de Caillavet, donde conoció a Charles Maurras, Anatole France y Léon Daudet, entre otros personajes célebres de la época.

Sensible al éxito social y a los placeres de la vida mundana, el joven Proust tenía, sin embargo, una idea muy diferente de la vida de un artista, cuyo trabajo sólo podía ser fruto de «la oscuridad y del silencio». En 1896 publicó Los placeres y los días, colección de relatos y ensayos que prologó Anatole France. Entre 1896 y 1904 trabajó en la obra autobiográfica Jean Santeuil, en la que se proponía relatar su itinerario espiritual, y en las traducciones al francés de La biblia de Amiens y Sésamo y los lirios, de John Ruskin.

Después de la muerte de su madre (1905), el escritor se sintió solo, enfermo y deprimido, estado de ánimo propicio para la tarea que en esos años decidió emprender, la redacción de su ciclo novelesco En busca del tiempo perdido, que concibió como la historia de su vocación, tanto tiempo postergada y que ahora se le imponía con la fuerza de una obligación personal. Anteriormente, había escrito para Le Fígaro diversas parodias de escritores famosos (Saint-Simon, Balzac, Flaubert), y comenzó a redactar Contre Sainte-Beuve, obra híbrida entre novela y ensayo con varios pasajes que luego pasarían a En busca del tiempo perdido.

SELECCIÓN DE FRASES:

‘A veces estamos demasiado dispuestos a creer que el presente es el único estado posible de las cosas’.

‘Cuando nos vemos al borde del abismo y parece que Dios nos ha abandonado, ya no vacilamos en esperar de él un milagro’.

‘El amor es el espacio y el tiempo medido por el corazón’.

‘El amor es una enfermedad inevitable, dolorosa y fortuita’.

‘El enamorado celoso soporta mejor la enfermedad de su amante que su libertad’.

‘El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma’.

‘En cuanto somos desdichados, nos volvemos morales’.

‘El plagio humano del que resulta más difícil escapar, para los individuos (e incluso los pueblos que perseveran en sus faltas y van agravándolas), es el de uno mismo’.

‘La ambición embriaga más que la gloria’.

‘La felicidad en el amor no es un estado normal’.

‘La gente desea aprender a nadar y al mismo tiempo mantener un pie en tierra’.

‘La felicidad es saludable para el cuerpo, pero es la pena la que desarrolla las fuerzas del espíritu’.

‘La verdadera felicidad no consiste en encontrar nuevas tierras, sino en ver con otros ojos’.

‘Los vínculos que nos unen a una persona resultan santificados cuando se pone en el mismo punto de vista que nosotros para juzgar una de nuestras tareas’.

‘Los celos no son corrientemente más que una inquieta tiranía aplicada a los asuntos del amor’.

‘Mentimos toda la vida incluso -o sobre todo o tal vez sólo- a quienes nos aman’.

‘Nuestro corazón tiene edad de aquello que ama’.

‘Nuestros deseos se ponen trabas mutuamente y en la confusión de la vida raras veces una dicha corresponde exactamente a aquel que la había reclamado’.

‘Para el beso, la nariz y los ojos están tan mal colocados como mal hechos los labios’.

‘¿Quién lee mejor que un chico?’.

‘Resulta asombrosa la poca imaginación de los celos, que pasan el tiempo haciendo suposiciones falsas, cuando de lo que se trata es de descubrir laverdad’.

‘Somos sanados del sufrimiento solamente cuando lo experimentamos a fondo’.

‘Vale más soñar la vida propia que vivirla, aunque vivirla es también soñarla’.

‘Una obra de arte que encierre teorías es como un objeto sobre el que se ha dejado la etiqueta del precio’.

‘El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos’.

‘A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear’.