Benito-Pérez-Galdós

Benito María de los Dolores Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español.

El gran restaurador de la novela española, de la genuina novela española: la realidad, equidistante, por igual, del naturalismo, del sentimentalismo culto y del romanticismo detonante.

Antes del  s. XVII, la portentosa picaresca española, y Cervantes.  Después (…) Galdós, creador de un género en el que se inscriben nombres gloriosos como los de Valera, Alarcón, Pardo Bazán, Palacio Valdés, Clarín, etc.

Escribió 31 novelas y 24 obras de teatro.  Una obra monumental es ‘los ‘episodios nacionales’ que suponen 46 títulos, distribuidos en cuatro series.  Se inician en 1873 (‘Trafalgar’) y concluyen en 1912 (‘Cánovas’).

SELECCIÓN DE FRASES:

‘¿Acaso hemos nacido para trabajar como los animales’.

‘Así como de la noche nace el claro del día, de la opresión nace la libertad’.

‘Asusta pensar que acaso las admiraciones más sinceras que tenemos son las de las personas que no nos han comprendido’.

‘El amor es un arte que nunca se aprende y siempre se sabe’.

‘El verdadero amor, el sólido y durable, nace del trato; lo demás es invención de los poetas, de los músicos y demás gente holgazana’.

‘Esa polilla de la voluntad que llamamos lástima’.

‘La experiencia es una llama que no alumbra sino quemando’.

‘Más días hay que longanizas’.

‘No es impropio el llanto en las grandes almas, antes bien indica el consorcio fecundo de la delicadeza en sentimientos con la energía de carácter’.

‘No hay felicidad que no tenga un pero’.

‘Nuestra imaginación es la que ve y no los ojos’.

‘Se ha declamado mucho contra el positivismo de las ciudades, plaga que entre las galas y el esplendor de la cultura corroe los cimientos morales de la sociedad; pero hay una plaga más terrible, y es el positivismo de las aldeas, que petrifica millones de seres, matando en ellos toda ambición noble y encerrándoles en el círculo de una existencia mecánica, brutal y tenebrosa’.

‘¡Si en la historia no hubiera más que batallas; si sus únicos actores fueran las celebridades personales, cuán pequeña sería! Está en el vivir lento y casi siempre doloroso de la sociedad, en lo que hacen todos y en lo que hace cada uno. En ella nada es indigno de la narración, así como en la Naturaleza no es menos digno de estudio el olvidado insecto que la inconmensurable arquitectura de los mundos. Los libros que forman la capa papirácea de este siglo, como dijo un sabio, nos vuelven locos con su mucho hablar acerca de los grandes hombres, de si hicieron esto o lo otro, o dijeron tal o cual cosa. Sabemos por ellos las acciones culminantes, que siempre son batallas, carnicerías horrendas, o empalagosos cuentos de reyes y dinastías, que preocupan al mundo con sus riñas o con sus casamientos; y entretanto la vida interna permanece oscura, olvidada, sepultada. Reposa la sociedad en el inmenso osario sin letreros ni cruces ni signo alguno: de las personas no hay memoria, y sólo tienen estatuas y cenotafios los vanos personajes… Pero la posteridad quiere registrarlo todo: excava, revuelve, escudriña, interroga los olvidados huesos sin nombre; no se contenta con saber de memoria todas las picardías de los inmortales desde César hasta Napoleón; y deseando ahondar lo pasado quiere hacer revivir ante sí a otros grandes actores del drama de la vida, a aquellos para quienes todas las lenguas tienen un vago nombre, y la nuestra llama Fulano y Mengano’.

‘Sí, una cosa sé, y es que no sabemos más que fenómenos superficiales […] ¡Alma! ¿Qué pasa en ti?’.

‘¿No es triste considerar que sólo la desgracia hace a los hombres hermanos?’.

‘Eso sí: tenía el genio fuerte y no consentía la más pequeña falta; pero su mucho rigor nos obligaba a quererle más, porque el capitán que se hace temer por severo, si a la severidad acompaña la justicia, infunde respeto, y, por último, se conquista el cariño de la gente’.

‘Yo no tengo la culpa de que la vida se nutra de la virtud y del pecado, de lo hermoso y de lo feo’.

FRASES DE LA PELÍCULA El abuelo, basada en la novela homónima de Benito Pérez Galdós:

 ‘La villanía es perdonable, la ingratitud nunca’.

‘Quizá Dios te perdone, yo también lo haría si pudieran ir juntos el perdón y el desprecio’.

‘¿A mí me habla de soledad Sr. Conde que voy por el tercer perro enterrado?’.

‘La vejez si sirve para algo es para contemplar la realidad tal como es’.

-‘Mi suegro no vive más que para revolver los desechos del pasado’. Condesa.

-‘Como los traperos en los montones de la basura’. Senen.

‘Brindis: por los amores eternos, por lo poquito que duran’.

‘En el corazón de la mujer del amor al odio apenas hay un tic-tac de reloj’.

‘El hombre que al hablar de sí mismo no se engaña es un hombre sabio y por ser sabio también es humilde’.

-D. Rodrigo: ‘si te dieran a escoger entre el honor y el amor ¿qué harías?’.

-Pío el Maestro: ‘si de eso que llamamos el honor pudiera hacerse una cosa material sería muy bueno para abonar la tierra. Estiércol para criar la lechuga y el tomate. Eso es el honor en mi humilde opinión: ¡una buena mierda!’.

Lucrecia: ‘… quería entonces estar a tu lado, sentirme amparada entre tus brazos. Ser esa nota sostenida dentro de una sinfonía interminable que como tú dices es nuestro amor. Y contarte amor mío que en esa mirada inocente de la niña [la hija de ambos] me persigue el recuerdo de tus caricias, de tus palabras, de tus silencios.  Ojalá que esa candorosa y sensible criatura sea depositaria de lo mejor de nosotros dos. Por favor, respóndeme ya. Si resulta imposible vivir sin ti, sin tu voz y sin tu risa, sin tu mano en mi espalda, en mi cuello y en mi pecho, no me niegues al menos, tus letras claras y firmes, diciéndome que me amas más que yo a ti, que eso sí que es imposible. Sabes, y esto es un pequeño secreto. Nunca me había gustado mi nombre hasta que lo escuché en tu aliento. Desde entonces tiemblo al oírlo, porque ya no es mi nombre, sino un sonido solo mío que sale de tus labios. Y una última cosa. Te digo que si Dios existe sabe que somos dos buenas personas y que acaricias como él. Te llevo en mi alma’.

‘Tengo observado de años que todos los que comen mucho hablan sin término y es porque el chorro de las palabras les facilita la digestión’.

‘Supongo eminencia, que no querrá lucirse conmigo a fuerza de retórica ramplona’.

‘Al último pastor de cabras, al último mendigo que llegara con hambre a vuestra puerta, le haríais la limosna sin humillarle. ¿Por qué, ingratos, me humilláis a mí?  Como si no fuera ya de por sí humillante pedir limosna para que encima tengan que darla de  forma humillando’.

‘Ignoro cuál es la pena que le aflige, pero me basta verla llorar para querer consolarla’.

‘Es malo ser bueno’.

‘La felicidad está en la sumisión al orden natural’.

‘Al final de la vida, perdonar es un consuelo’.

‘El dinero lo ganan todos aquellos que con paciencia y fina observación van detrás de los que lo pierden’.

‘Si tú eres afable, yo seré respetuoso’.