Viernes, 6 de Septiembre de 2019

CICERÓN (Los oficios):

Sócrates: estableció un método de no afirmar ninguna opinión suya, sino rechazar las de los otros e impugnar los errores corrientes, creyendo que éste era el primer paso para disponer a los hombres a recibir la verdad o lo que más se le acerca, que es la probabilidad.

PLATÓN, abandonó todos los sistemas de sus predecesores y restableció el método socrático de no afirmar nada, dudar de todas las cosas y manifestar al vanidad de las opiniones reinantes…Observó que los sentidos son limitados, la razón flaca, la vida breve, la verdad sumergida en el profundo, la opinión y la costumbre arbitrarias y todas las cosas envueltas en confusiones y tinieblas.

Mantenía la Academia (de Platón) el verdadero medio entre el rigor de los estoicos y la indiferencia de los escépticos.  Los estoicos abrazaban todas sus doctrinas como otras tantas verdades irrefragables [evidentes], de las cuales era muy indecoroso apartarse.  Los escépticos observaban perfecta neutralidad en todas sus opiniones sosteniendo que son todas igualmente inciertas.  Los académicos adoptaron en lugar de lo cierto, lo probable, estableciendo por principio general observar una cierta moderación en todas sus opiniones.

Según Cicerón en Platón no hay cosa absolutamente afirmada o establecida por cierta, sino examinadas todas con libertad, y ambas partes de la cuestión imparcialmente desentrañadas.

Para los estoicos se debe buscar la honestidad desnuda.

Entre los impulsos de la utilidad y la virtud, está neutral e irresoluto el ánimo.

¿Es honesto o torpe?  ¿Es útil o inútil?  ¿De dos cosas honestas cuál es la más?  Igual con lo útil.  Si lo honesto ha de predecir [anunciar] a lo útil o viceversa.

Cuatro principios de la honestidad: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

De la prudencia y sabiduría nace la indagación y descubrimiento de la verdad.

La prudencia consiste en el conocimiento de las cosas.  El resto en la acción.

Vicios del saber: asentir temerariamente, emplear demasiado estudio y trabajo en cosas difíciles, de mucha obscuridad y de poca importancia.

Dos maneras de pensar: la primera consultar y deliberar sobre la obligación esto es en la elección entre bienes y males; la otra se refiere a la ciencia y conocimiento.  La primera se llama prudencia, la segunda sabiduría.

Injusticia: los que hacen injuria, y los que pudiendo no lo estorban del que la recibe.

Las injurias hechas con intención de ofender tienen muchas veces su principio en el miedo, cuando el que piensa en hacer el daño teme que, si no lo hace, ha de resultar otro contra él.

El objeto de la mayor parte que cometen injuria es la codicia, la avaricia.

Lo que más incita a abandonar la justicia es el deseo de honores, imperios y gloria.

Es sabia máxima no hacer cosa alguna en que quepa la duda de si es o no justa porque la equidad resplandece por sí misma y la duda trae consigo sospecha de injusticia.

El sumo rigor del derecho viene a ser suma injusticia.

Habiendo dos maneras de contender, una por la disputa y otra por la violencia de las cuales la primera es propia de los hombres y la segunda de las fieras, se ha de recurrir a la segunda cuando no se puede usar de la primera.

Cuando se trata de promesas y fidelidad se ha de estar a la intención y sentido de las palabras, y no a las palabras literales.

Nada hay liberal si se falta a la justicia.

No hay obligación alguna más precisa que la de la correspondencia.

Tiene la liberalidad dos brazos: con uno hace los beneficios con otro corresponde a los recibidos.

Debe socorrerse al que tiene mayor necesidad, pero se obra al revés, haciendo mayores servicios a aquel de quien más esperan, aunque no los haya menester.

El que enseña el camino al que va errado, luz en su luz le enciende, y a él le alumbra, lo propio habiéndola comunicado.  Ennio.

Colmo de la amistad (Pitágoras): que se haga una sola persona de muchas.

Toda virtud nos mueve, nos atrae y nos hace amigos, pero en especial aquella que nace de la justicia y liberalidad, porque de ninguna manera se unen más estrechamente los hombres que dando y recibiendo.

…Amistad, siendo la más dulce y suave la que concilia la semejanza y conformidad de las costumbres.

En la recolección de los frutos deberemos estar más prontos a ayudar a un vecino que a un hermano, o a un amigo; pero en un pleito que está en el tribunal al revés.

Si la grandeza de ánimo no está acompañada de justicia, no es virtud sino vicio.

Estoicos: fortaleza es una virtud que combate por la justicia.

Nada puede haber honesto faltando a la justicia.

A los hombres magnánimos los queremos también buenos, sencillos, amigos de la verdad, nada engañosos y falsos, que son las principales cualidades de la justicia.

La ciencia que no está acompañada de justicia le cuadra mejor el nombre de astucia que el de sabiduría.  El ánimo que se expone al peligro, si se mueve por sus propios intereses y no por el bien común, merece más bien el nombre de atrevido que de esforzado.

La honestidad consiste en las acciones virtuosas, no en la gloria de la reputación…y aspiran más bien a sobresalir entre los demás hombres que a parecer sobresalientes.

Lo que hace a los hombres grandes es el desprecio de los bienes externos.

No hay cosa que más indique la bajeza y abatimiento del ánimo que el amor a las riquezas… Nada más honesto y magnánimo que despreciarlas, si no las tenemos y si las tenemos emplearlas en ser liberales y bienhechores.

Se ha de evitar también la ambición de gloria porque quita la libertad, la cual debe ser el mayor empeño de los hombres fuertes y magnánimos.

Nuestro principal cuidado ha de ser vivir libres siempre de todas las pasiones, deseos, inquietudes, tristeza, ira y alegría demasiada, para poder conservar la serenidad y tranquilidad de espíritu, la cual produce juntamente constancia y dignidad.

Los que se apartan viviendo en los campos…Todos estos se propusieron lo mismo que los reyes: no necesitar de nada, no depender ni vivir sujetos a otros y usar de entera libertad, la cual consiste principalmente en vivir a medida de su deseo.

Cedan la guerra a la toga, y a la elocuencia el laurel.

Es obligación del ánimo constante y fuerte no perturbarse en los casos adversos ni caer de su estado, digámoslo así, por alucinarse, sino estar siempre sobre sí y no apartarse de la razón.

Es propio de mucho entendimiento el prevenir con el pensamiento lo venidero, y tener formado juicio de lo que por una y otra parte puede acontecer.

Gobernar: afabilidad, superioridad de ánimo y severidad.

No hay prenda que merezca más elogios ni más digna de un hombre ilustre y generoso, que la piedad y clemencia.

…No sea que por enfadarse con los que llegan intempestivamente o preguntan y suplican con poca discreción, se caiga en una odiosa e impertinente ridiculez, que nunca aprovecha, antes bien acarrea el odio de todos  (se refiere a la afabilidad y superioridad de ánimo).

Se ha de castigar y corregir sin insultar a nadie…y sobre todo que no tenga parte alguna la cólera en nuestras providencias.

En la  prosperidad…hemos de huir mucho de la soberbia, encono y arrogancia, porque es prueba de flaqueza de ánimo no saber moderarse así en lo favorable como en lo adverso, y es muy laudable la igualdad en toda la vida y un mismo carácter siempre, un mismo semblante, como tenemos el ejemplo de Sócrates y Cayo Lelio.

Los peripatéticos (discípulos de Aristóteles) decían que la iracundia [enfado grande] y demás pasiones nos eran dadas por la naturaleza y que por esto no las habíamos de arrancar de nosotros, sino moderarlas.  Los estoicos creían que las tomábamos por opinión, y que así las debíamos dejar enteramente.

Es muy sabia aquella máxima que nos enseña a ser más modestos y humildes cuanto más sobresalientes.

Decoro: templanza, modestia, la sujeción de las pasiones y la moderación.

Decoro que se percibe en nuestra conducta por el orden, igualdad y arreglo de nuestras acciones y palabras.  Para ello es necesario tener cierta reverencia a todos los hombres, no sólo a los nobles y sabios, sino también a gente vulgar.

Las partes de la justicia es no hacer daño a los otros; las del respeto, no ofenderlos de ningún modo.

En todas nuestras acciones hemos de evitar la precipitación y pereza.

Es menester que los apetitos obedezcan a la razón.

No nos ha colocado en el mundo la naturaleza para juegos y pasatiempos, sino para una vida seria y para acciones de gravedad e importancia.

Las chanzas no han de ser demasiado libres, ni indecentes, sino graciosas y honestas.

El sustento y todo el trato del cuerpo se ha de procurar para tener salud y robustez y no para el deleite.

De Sócrates sabemos que era muy dulce, gracioso, de festiva conversación y muy disimulado, que llamaban ellos irónico.

… Hay otros que aunque sean muy principales y poderosos se hacen uno de tantos en sus conversaciones.

El modo más seguro y fácil de guardar el decoro que buscamos es atenerse cada uno a su propio y natural carácter.

No tanto nos hemos de empeñar por los bienes que nos negó la naturaleza, como en evitar los defectos en los que nos concedió.

La principal ocupación de los viejos ha de ser ayudar en gran manera a sus amigos, mozos y en especial a la república, con su consejo y prudencia.  Mas ningún defecto evitará el viejo con más cuidado que la desidia (negligencia, inercia, pereza) y flojedad.

Con relación al movimiento del cuerpo: dignidad, orden y ornato.

…La misma naturaleza tuvo grande cautela y atención en la fábrica de nuestro cuerpo la cual nos puso de manifiesto el rostro y todas las demás partes que tienen una vista honesta, pero encubrió y ocultó de los ojos aquellas que, siendo destinadas a ciertos usos necesarios, tendrían una vista torpe y fea.

Esta disposición tan prudente de la naturaleza han imitado los hombres con su pudor.

Dos géneros de hermosura: la gracia y la dignidad.  La primera propia de la mujer la segunda del hombre.  La dignidad del rostro se conserva con el buen color, y éste con el ejercicio.

Modestia (estoicos): arte de colocar en su lugar todo cuanto se dice y hace.

Orden (estoicos): colocación de las cosas en sus lugares propios y correspondientes.

Modestia. Es la ciencia del tiempo oportuno para cada operación.  Puede convenir también esta definición a la prudencia…pero aquí hablamos de moderación y templanza y de las otras virtudes relacionadas con ellas.

Soy del sentir, que las obligaciones que provienen de la sociedad, son más conformes a la naturaleza que las que nacen de la prudencia.  Las obligaciones de la justicia deben ser preferidas a las de la prudencia, porque en ella se constituye el bien de la común utilidad.

El obrar con acierto es mucho más importante que pensar con prudencia. 

Voz:

  • Se requiere que sea clara y suave.

  • La primera se perfecciona con el ejercicio, la otra con la imitación de aquellos que se explican con facilidad y dulzura.

  • El sonido de su voz era suave, la expresión de las sílabas, ni demasiado fuerte ni confusa, nada de oscuridad, nada de afectación, sin especial esfuerzo, sin languidez ni retumbancia.

  • César, hermano del padre de Cátulo: su estilo sencillo y natural obscurecía en el foro la elocuencia más vehemente de los otros oradores.

  • Haya en nuestros discursos aquella dulzura, sin presunción ni pertinacia [insistencia], en que sobresalen tanto los discípulos de Sócrates.

  • Al reprender apartemos la ira lejos de nosotros, porque no deja obrar cosa alguna con prudencia y rectitud.

  • En la conservación evitar murmurar y hacer chanzas injuriando.

  • Generalmente se ha de reprender con clemencia, aunque con seriedad, de modo que nos hagamos respetar; pero sin malas razones…

 

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