¿Tener o ser? Erich Fromm:
‘Paideia es la educación considerada como la transformación vitalicia de la personalidad humana en la que cada aspecto de la vida desempeña una parte. A diferencia de la educación en el sentido tradicional, paideia no se limita al proceso consciente de aprendizaje ni a introducir a la juventud en la herencia social de la comunidad. Paideia implica más bien la tarea de vigorizar el acto de la vida misma; tratando cada ocasión de la vida como medio de autoconstrucción, y como la forma de convertir los actos en valores, los procesos en propósitos, las esperanzas y planes en consumaciones y realizaciones. Paideia no es meramente un aprendizaje: es hacer y formar al hombre en sí como la obra de arte que paideia ansía formar’. Lewis Mumford. The transformation of man. La sociedad Madura. Dennis Gabor.
Los tabúes producen obsesividad y perversiones sexuales, pero éstas no producen libertad.
La interferencia heterónoma en el proceso de desarrollo del niño y más tarde de la persona, es la raíz más profunda de la patología mental, en especial de la destructividad.
Se debe entender claramente que la libertad no es laissez-faire ni arbitrariedad. Los seres humanos tienen una estructura específica (como todas las otras especies) y sólo pueden crecer según las normas de su estructura. Tener libertad no significa liberarse de todos los principios guías, sino libertad para crecer de acuerdo con las leyes de la estructura de la existencia humana (las restricciones autónomas). Significa obedecer las leyes que gobiernan el desarrollo humano óptimo. Toda autoridad que fomente esta meta es ‘racional’ cuando este fomento ayuda a impulsar la actividad del niño, su pensamiento crítico y su fe en la vida. Es ‘una autoridad irracional’ cuando impone al niño las normas heterónomas que sirven a los fines de la autoridad, pero no a las finalidades de la estructura específica del niño.
En el modo de tener, nuestra felicidad depende de nuestra superioridad sobre los demás, de nuestro poder, y en último término, de nuestra capacidad para conquistar, robar y matar. En el modo de ser, la dicha depende de amar, compartir y dar.
La persona y su nombre se vuelven equivalentes; el nombre demuestra que la persona es una sustancia duradera, indestructible, y no un proceso.
Seamos felices o infelices, nuestro cuerpo nos impulsa a esforzarnos por la inmortalidad, pero por experiencia sabemos que moriremos y buscamos soluciones que nos hagan creer que, a pesar de la evidencia empírica, somos inmortales.
Gran parte de la discusión moral y política se ha centrado en la pregunta: ¿Tener o no tener? En el nivel moral-religioso esto significa una alternativa entre la vida ascética y la vida no ascética; esta última incluye el gozo productivo y el placer ilimitado. Esta alternativa pierde la mayor parte de su sentido si no se hace hincapié en un hecho aislado de la conducta, sino en la actitud subyacente. La conducta ascética, con su constante preocupación por no gozar, puede ser tan sólo la negación de los poderosos deseos de tener y de consumir. El asceta puede reprimir estos deseos; sin embargo al intentar suprimir el tener y el consumir, puede estar igualmente preocupado por tener y consumir. Esta negación por sobrecompensación es, como lo muestran los datos psicoanalíticos, muy frecuente. Ocurre en casos como los de los vegetarianos fanáticos que reprimen sus impulsos destructivos, en los fanáticos enemigos del aborto que reprimen sus impulsos asesinos, en los fanáticos de “la virtud” que reprimen sus impulsos “pecaminosos”. Aquí no importa la convicción en sí, sino el fanatismo que la apoya. Esto, como todos los fanatismos, nos hace sospechar que sirve para ocultar otros impulsos, generalmente los opuestos.
Quienes exigen que nadie tenga más que ellos se protegen así de la envidia que sentirían si alguien tuviera aunque fuera un poco más. Lo que realmente importa es que sean erradicados el lujo y la pobreza; la igualdad no debe significar la igualdad cuantitativa de cada brizna de bienes materiales, sino que el ingreso no sea tan diferente que produzca distintas experiencias vitales en grupos distintos. Marx en sus Manuscritos económico- filosóficos señaló lo que llama “el comunismo vulgar”, que “niega la personalidad del hombre en cada esfera”. Este tipo de comunismo “sólo es la culminación de la envidia y de la nivelación basadas en un mínimo preconcebido”.
EL TENER EXISTENCIAL:
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Para apreciar plenamente el modo de tener al que nos referimos aquí, parece necesario otro examen más, el del funcionamiento del tener existencias; porque la existencia humana requiere que tengamos, conservemos, cuidemos y usemos ciertas cosas para sobreviv Esto también puede decirse de nuestros cuerpos, en cuanto al alimento, la habitación y los vestidos, y en cuanto a los instrumentos necesarios para satisfacer nuestras necesidades. Esta forma de tener puede denominarse “existencias” porque está enraizada en. la existencia humana. Es un impulso racionalmente dirigido a sobrevivir, en contraste con el tener caracterológico al que nos hemos referido hasta ahora, que es un impulso apasionado por conservar y retener, que no es innato, sino que se ha desarrollado como consecuencia de la repercusión de las condiciones sociales sobre la dotación biológica de la especie humana.
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El tener existencias no se encuentra en conflicto con el ser; el tener caracterológico sí. Aun el “justo” y el “santo”, mientras sean humanos, deben desear tener en el sentido existencias, mientras que la persona común desea tener en el sentido existencial y en el caracterológico.