Público

Incluso las personas acostumbradas a hablar en público sienten el llamado ‘pánico escénico’ antes de subir al escenario o hablar delante de un auditorio, en un mitin o en un juicio. Ese cosquilleo no tiene por qué ser malo, ya que nos activa y nos hace dar lo mejor de nosotros. El problema surge cuando el pánico escénico nos invade y nos colapsa y nos bloquea una semana antes de la charla o durante la misma conferencia.

El mayor obstáculo de hablar en público no es otro que la imagen idealizada de cómo tendríamos que ser delante de los demás, esa sensación de tener que quedar bien, de no hacer el ridículo ante nuestros congéneres, y creer que tenemos que demostrar lo que sabemos con la capacidad suficiente para estar ahí delante sin equivocarse y mantener el tipo a pesar de las críticas, juicios y comparaciones de que vamos a ser objeto.

Una de las causas de este miedo irracional es pensar que los otros nos están juzgando todo el rato, cuando, en realidad, si el contenido de lo que decimos es interesante, se fijarán más en lo que decimos que en cómo lo decimos. Acaba siendo de una gran arrogancia considerar que la gente va a estar tan pendiente de uno.

El tono y la comunicación no verbal son importantísimos; tiene que haber coherencia entre lo que decimos y cómo lo decimos: si hablamos de paz y tranquilidad a gritos, no trasmitiremos credibilidad. Y es evidente que un conferenciante con una buena comunicación no verbal tiene bastante terreno ganado, aunque en nuestra sociedad hay muchos buenos comunicadores que no tienen nada que comunicar.  Como dice el tópico, hay gente que habla mucho y no dice nada, y gente que no dice nada, pero habla mucho. ‘Tener algo que decir’ significa hablar desde la experiencia. Significa haber sacado nuestras propias conclusiones. El público atenderá embobado la exposición de una persona que, sin demasiada actitud escénica, tenga cosas muy interesantes que contar, sobre todo de su propia experiencia. Aunque hay muchas personas que tienen prejuicios a la hora de hacerlo: argumentan que no quieren destacarse o pasar por egocéntricos, y, además, ¿qué les importa a los demás su experiencia? Ahí está el error. Si hablamos de lo que sabemos, de lo que hemos interiorizado y, por tanto, ya forma parte de nosotros –como si dijéramos, de nuestra esencia-, la charla en público tiene muchas posibilidades de ser un éxito, aunque de vez en cuando nos ruboricemos.  Precisamente, lo que algunos expertos consideran defectos o errores puede hacernos despertar más simpatías de las que pensamos.

Lo ideal sería estar concentrados en los contenidos, y, en segundo en cómo lo están recibiendo nuestros espectadores (para matizar o variar el discurso si observamos algún bostezo). Lo peor sería centrarnos en nosotros mismos. Si nos obsesionamos con el movimiento de nuestras manos o con nuestro tono de voz, la charla, sin duda, saldrá mal. Sin preocupamos por dar lo mejor de nosotros a través de un discurso inteligente y claro, llegarán los aplausos.

EL DISCURSO IDEAL:

  • Aristóteles afirmaba: piensa como lo hacen los sabios, pero habla como lo hace la gente corriente.  Los sofistas fueron los primeros que en la Grecia clásica crearon el arte de hablar en público.  El discurso ideal –según los clásicos- empezaría intentando captar la atención del auditorio, exponiendo los argumentos y la tesis, y, al final, intentando llegar al corazón del público. El discurso ideal, es aquel que no quiere convencer al oyente. Si como oradores mostramos entusiasmo, contagiaremos ese entusiasmo en el auditorio.
  • El discurso ideal sería aquel no leído. Cuando leemos, el público desconecta fácilmente.  Lo  importante es la idea central, y entender que, hablemos cinco minutos o dos horas, no hacemos más que darle vueltas a una idea principal.  Hay algo que informar, algo que vender, alguna tesis que compartir, y eso se basa en una idea central, y no en mil ideas.  Uno de los errores frecuentes de hablar en público es pretender trasmitir muchas ideas importantes y hacerlo a través de múltiples conceptos.
  • Una vez que tenemos claros el discurso y la forma de expresarlo con nuestras palabras, el sentido escénico nos será de gran ayuda para lograr que el mensaje llegue al espectador. Los movimientos tendrían que tener un sentido: me muevo para ir al ordenador, para aproximarme a la primera fila, para beber un poco de agua. La mayoría de los expertos recomiendan estar de pie y sin atriles u otros refugios. Inspiramos más credibilidad si nos colocamos delante del público sin ninguna protección: todas las barreras –mesas incluidas- que impidan nuestra máxima expresividad nos están limitando. Y la voz crea intimidad, trasmite seguridad. Si quieres hablar bien en público, concéntrate en el discurso, en la voz, y mira a la concurrencia: mírales a los ojos.

ALGUNAS PAUTAS:

  • Hablar con claridad y con un volumen de voz alto.
  • Evitar las muletillas.
  • Mirar al público.
  • Movernos por la sala mientras hablamos y gesticular (no cruzar los brazos ni meter las manos en los bolsillos).
  • No hablar demasiado rápido, ni dar demasiada información.
  • Insistir en los puntos más importantes, y, ante todo, ser nosotros mismos.  Si el público percibe que no somos sinceros, nuestra capacidad para trasmitir el mensaje se verá mermada.

CÓMO PREPARARSE:

  • Documentación: lo primero es conocer el tema en profundidad. No basta con comprender y aprenderse lo que vamos a contar; lo más seguro es que antes o después –sobre todo si se abre un turno de preguntas- se note que no sabemos bien de qué hablamos.
  • Guión: es indispensable elaborar un guión, un pequeño esquema con las ideas fundamentales. Éstas serán las que reflejemos en la exposición, ya que no se trata de demostrar todo lo que sabemos, sino de explicar con claridad lo más interesante.
  • Orden:
    • Divide el tiempo y el contenido de la exposición en cuatro partes: introducción, desarrollo, conclusiones y preguntas.
    • En la primera parte hay que anunciar el tema, justificar su elección, destacar su importancia y plantear los objetivos e hipótesis de la exposición.
    • La segunda parte acapara el contenido en sí.
    • En la tercera, se trata de reiterar lo más relevante, así como exponer los resultados y respuestas de los objetivos e hipótesis.
    • Finalmente, es imprescindible dedicar unos minutos  a las consultas, comentarios y preguntas del público.
  • Apoyos: es conveniente utilizar materiales audiovisuales, como diapositivas, proyecciones, grabaciones o presentaciones informáticas. Ayudan a recordar el contenido y seguir un orden, además de dar sensación de profesionalidad. Deben estar bien visibles y ser muy esquemáticos. No están ahí para que los leas ni para que el público centre su atención en ellos en vez de en tus palabras. Asegúrate de que funcionan correctamente y de que podrías continuar con la exposición si fallan.
  • Ensayos: para controlar el tiempo, la voz, los gestos… es necesario que ensayes antes en casa, si es posible con alguien que te evalúe y corrija tus errores. La mejor opción es grabarse en vídeo.
  • Atención: comienza de forma original para captar el interés de los oyentes. Una cita, una anécdota o incluso un chiste relacionado con el tema pueden servir de arranque, aunque es importante no perder en ningún momento la formalidad que requiere el evento.
  • Voz: habla alto, con naturalidad y sin prisa; más vale contar cinco cosas bien que ocho mal. Puedes consultar el guión y los recursos de apoyo, varía el tono para resultar ameno, pon énfasis en las ideas más importantes, haz pausas y bromea si la situación lo permite.
  • Expresión corporal: cuida la comunicación no verbal. Los gestos, el movimiento del cuerpo y la mirada son tan importantes como la palabra. Evita fijar la mirada en un solo punto. Lo más importante es que te comportes de manera natural, sin llegar a perder la formalidad.
  • Evita el pánico escénico: dedica unos minutos a la relajación la noche previa a la exposición y, momentos antes de comenzarla, respira profundamente, con los ojos cerrados y la mente en blanco, hasta que notes que el cuerpo y la mente han liberado buena parte de la tensión. Es una oportunidad para lucirte y demostrar lo que sabes, y los nervios irán desapareciendo cuanto mejor documentado y preparado estés. También puede influirte o desconcentrarte la  apariencia, así que vístete de forma que te veas bien. Si te encuentras sin respuesta frente a alguna pregunta, no te quedes mudo ni te andes con rodeos ni, mucho menos, te la inventes. Reconoce que en ese momento no lo sabes, cita fuentes donde poder encontrar la información y promete investigar y responder a esa pregunta al día siguiente.

TÉCNICAS PARA EJERCITAR LAS HABILIDADES:

  • A solas con el micrófono: al principio, dos sesiones diarias de cuatro minutos cada una.  Los primeros dos minutos lee un texto anodino y concéntrate en la pronunciación.  En los dos últimos minutos, improvisa.  A partir del cuarto día, dedica dos sesiones diarias de seis minutos (tres de lectura de texto y tres de improvisación) y a los diez días, aumenta el entrenamiento a dos sesiones de diez minutos siguiendo la misma estructura
  • Ante el espejo: hay que ensayar de pie y sentado para ver cuáles son las posturas más cómodas y naturales.  También hay que analizar los gestos y la expresión facial.  Este ejercicio permite perfeccionar la expresividad, sobre todo si lo utilizas para explorar los matices de la voz y la entonación
  • Pequeños retos: debes aprovechar las ocasiones que se te presenten para practicar.  Puedes ensayar en tu círculo de amigos al hablar de un tema de actualidad, en el trabajo al explicar un proyecto o al hacer una pregunta en un coloquio.  Se trata de acostumbrarte paulatinamente a ser el centro de atención.

LO BUENO SI BREVE:

  • Ser puntual: hacer esperar no crea expectación sino predisposición negativa.
  • Terminar a tiempo: acabar en el plazo previsto y cortar cuando se detecten síntomas de cansancio en los oyentes.
  • Ajustar la duración al objetivo: informar, persuadir, incitar o entretener.
  • No sobrepasar los 30 minutos: el máximo aconsejable para una intervención.
  • Calcular el tiempo: medir la duración de la exposición.
  • Invitar a la participación y reservar tiempo al final para preguntas y debate.
  • Dividir el texto para calcular mejor qué podemos contar y a qué ritmo hacerlo.
  • Tener referencias: poner a la vista un reloj para controlar el tiempo disponible y ajustar sobre la marcha la duración del discurso.

ESTRATEGIA DEL ORADOR:

  • Tómate tu tiempo: prepara con antelación y tranquilidad la intervención.
  • Concéntrate en el objetivo: elabora un punto de vista sólido que dé coherencia al discurso y deja claros los puntos esenciales.
  • Prepara el arranque: hay que ganarse la simpatía y atención de los oyentes desde el primer momento con una buena introducción.
  • Da vida a la exposición: utiliza citas, estadísticas, chistes, ejemplos y anécdotas que aporten frescura y actualidad a tu exposición.
  • Usa material de apoyo: fotografías, vídeos, gráficos u objetos demostrativos ayudan a ilustrar de una forma entretenida.
  • Implica a los oyentes: mira a la audiencia a los ojos y hazla participar.
  • Haz un resumen final: cierra la intervención con un extracto llamativo y conciso del discurso realizado.

CUESTIÓN DE FORMA: la eficacia en la comunicación oral requiere, además de claridad de fondo (contenido), claridad de forma (dicción).  Para conseguirla, diez pautas básicas te resultarán de gran ayuda:

  • No hablar deprisa.
  • Pronuncia con nitidez y vocalizando bien.
  • Ejercita la voz para conseguir que sea firme y sonora.
  • Haz las pausas necesarias para marcar las frases y aprovecharlas para mirar a los ojos a la audiencia.
  • Utiliza todos los recursos expresivos de la voz.
  • Varia el volumen y el tono para evitar la monotonía.
  • Adáptate a las condiciones de sonoridad el lugar.
  • Entre dos palabras sinónimas, has de elegir siempre la más corta y huir del vocabulario rebuscado.
  • Tener cuidado de que el volumen de voz no se reduzca al final de las frases.
  • El orador debe utilizar la lengua y el rostro para expresarse; nunca los brazos, los pies o los dedos.

PARA COMBATIR LOS NERVIOS:

  • Tener suficientes conocimientos sobre el tema del que vayas a hablar y hablar sólo de lo que sepas.
  • Tener una decidida voluntad de comunicar tu visión del tema a los oyentes.
  • Preparar bien la charla en todos sus aspectos:
    • Selección del tema y objetivos.
    • Recogida de información.
    • Organización de las ideas.
    • Inclusión de citas, estadísticas, anécdotas y material de apoyo.
    • Análisis de la audiencia y de la ocasión para estar a tono.
    • Anticipar las posibles preguntas y preparar las respuestas pertinentes.
    • Ensayar la charla varias veces ante el espejo y ante alguien de confianza.
    • Tener claro cómo empezar la exposición, ya que un buen inicio engancha a los oyentes.  Por supuesto, sin descuidar el desarrollo y la conclusión.
    • Hacer respiraciones profundas antes de comenzar para conseguir una respiración lenta, regular y abdominal.
    • Practicar alguna técnica de relajación que conozcas.
    • Cuidar la indumentaria, el vestido y la apariencia física en general y planificarla para que esté acorde con el auditorio, la ocasión y el mensaje.  Eso te ayudará a ganar confianza.

EN EL ESCENARIO:

  • Una vez que empieces a hablar, lo más probable es que los nervios desaparezcan o, al menos, se reduzcan.  Es el momento de centrarse en la puesta en escena.  Recuerda siempre que los nervios son internos y el auditorio no tiene por qué saber que existen; a menos que seas lo suficientemente inexperto como para revelarlos.
  • Un público experimentado puede captar los nervios en la voz temblorosa y en los labios secos.
  • El auténtico error es mantener la vista en el suelo, en el techo en los apuntes, por lo que hay que mirar al público a la cara.  Si fijamos los ojos en los de las personas que nos escuchan, éstas se concentrarán en nuestras palabras y dejarán de prestar atención a los posibles errores.
  • Debemos evitar cualquier movimiento o tic nervioso que delate nuestro estado de ánimo:
    • Poner la mano en la boca.
    • Atusarte el pelo o la barba.
    • Morderte las uñas.
    • Jugar con el bolígrafo.
    • Dibujar o despedazar hojas.
  • Adopta la postura que te resulte más cómoda en cada momento y cámbiala con naturalidad.  Si estás sentado, no hay problema en variar de posición (pegarte al respaldo, inclinarte…) siempre que no dé la sensación de que te revuelves en la silla.  Si estás de pie, tener una pierna más avanzada que la otra favorecerá la emisión de la voz.
  • Puedes tomar un tranquilizante suave, pero siempre que hayas comprobado previamente cuáles son sus efectos.

CÓMO LEER EN PÚBLICO: el público prefiere escuchar a alguien que habla antes que a alguien que lee.  Pero sino queda más remedio que leer, ten en cuenta estos consejos prácticos:

  • Mecanografía el texto que vayas a exponer por una sola cara.
  • Utiliza una letra grande.
  • Deja márgenes amplios.
  • Deja en blanco el 40 % inferior de la hoja.  Así no tendrás que bajar mucho la cabeza, lo que dificulta la emisión de la voz y mirar al público.
  • Numera las hojas, pero no las grapes.
  • No partas las palabras al final de la línea para saltar a la siguiente.
  • No elabores párrafos muy largos ni los hagas saltar de una página a otra.  Con ello evitarás perderte cuando levantes la vista y hacer pausas innecesarias en el discurso.
  • Subraya o destaca las ideas más importantes y aquellas palabras que quieras enfatizar.
  • Indica las pausas para favorecer la entonación.
  • Pon especial cuidado en mirar a la audiencia, y no al papel, cuando quieras enfatizar alguna palabra o idea, así como al comienzo y al final del discurso.
  • Cuando levantes la vista, dirígete al punto donde te quedaste la última vez.  Para recordarlo, puedes marcar la dirección discretamente con un dedo.
  • Haz comentarios improvisados para dar espontaneidad.
  • Deja las hojas leídas a un lado sin darles la vuelta.  Así podrás ver la última línea de una página para empalmarla suavemente con la primera línea de la siguiente.

ELEMENTOS QUE ENRIQUECEN EL DISCURSO:

  • Citas y estadísticas: aportan información interesante para el tema que se trata y dan credibilidad. Por eso resulta importante citar siempre que se pueda el autor de la frase o el origen de los datos que se manejen.
  • Chistes y anécdotas: los chistes y anécdotas ayudan a dar agilidad al discurso.  Contar con un archivo de chistes y anécdotas resulta muy útil, no sólo para un orador, sino para cualquier buen conversador.  Ten en cuenta el talante de los oyentes para decidir si es adecuado o no introducir elementos humorísticos.  Hay dos momentos en los que resultan especialmente valiosos:
    • Cuando la atención se pierde por efecto del cansancio.
    • Al principio de tu intervención, para conseguir una sonrisa y, con ella, la benevolencia y la atención del público.

PARA SER CONVINCENTE ES FUNDAMENTAL:

  • Tener seguridad: ‘las personas seguras de sí mismas resultan más convincentes.  Pero, para hablar con seguridad, hay que saber de lo que se habla y creerse lo que uno está diciendo’.  Jesús Neira.
  • Empatizar con el público: el orador debe ponerse en el lugar del público para adaptarse a sus necesidades.  Y debe recordar que su objetivo es convencer, no lucirse.
  • Saber siempre qué decir: ‘el orador debe estar convencido de su razón, que tiene que ser limpia y humilde’, asegura Jesús Neira.  Pero ‘tampoco es conveniente decir verdades que nos perjudiquen; las mentiras, que se descubren, restan credibilidad al orador.  Ocultando algunas cosas no se corre ese riesgo’.  Luis Puchol.

ROMPER EL HIELO:

  • Para asegurarse el éxito en cualquier intervención pública, debemos preparar nuestra propia estrategia de comunicación.  Lo primero es conocer cuántas y qué tipo de personas formarán el público, para adaptar el lenguaje al nivel cultural o técnico del auditorio.  Una vez escrito el discurso, debemos leerlo en voz alta de forma repetida y buscar palabras clave que sirvan de hilo argumental.
  • En el momento del discurso conviene seguir estas reglas básicas:
    • Cautivar al público: los sofistas decían que lo primero que hay que lograr del público es mantenerle cautivo y benevolente.  Para lograr una sonrisa desde el principio, puedes empezar contando alguna anécdota que tenga que ver con el tema.  Y en momentos de apuro, decir al espectador lo que quiere oír da resultado.  Así, si estás en una ciudad diferente a la tuya, intenta halagar a sus habitantes.
    • Ser breve y directo: no alargues el tiempo innecesariamente y usa palabras y frases cortas.   La audiencia seguirá mejor la exposición y tú no te perderás en mitad de una idea.  La duración ideal es la necesaria para conseguir los objetivos que el orador se ha propuesto: si quieres vender una idea y puedes hacerlo en cinco minutos, ése es el tiempo ideal.  Nadie ha recibido quejas por un discurso corto, pero sí por lo contrario’. Luis Puchol.  Tampoco intentes metes todo lo que hayas preparado en pocos minutos.
    • Apoyarse en imágenes: mejoran hasta en un 95 % la retención de lo expuesto.  Deben usarse siempre al exponer una idea poco conocida o cuando usemos números.
    • No interrumpir el discurso: quedarse en blanco no tiene importancia, ya que el auditorio no sabe cómo sigue tu exposición.  En esta situación, un buen truco es repetir las últimas ideas que hayas expresado para recuperar así el hilo argumental.
    • Acabar bien: cierra siempre tu discurso reiterando la idea esencial de la argumentación. Las últimas frases son las que permanecerán en la memoria del público.

ACTUAR PARA CONVENCER:

  • Si quieres resultar convincente, debes cuidar todos los elementos de la puesta en escena, ya que un 65 % de la información que recibe el público proviene de la forma en que usas tu cuerpo y del tono de voz que utilizas al hablar.
    • Gestos:
      • Apropiados:
        • Mover todo el brazo y no sólo las manos denota acercamiento.
        • Poner las manos en las caderas denota seguridad.  Pero  no conviene abusar de este gesto, ya que puede dar idea de una cierta prepotencia.
      • Inapropiados:
        • Manotear mucho demuestra falta de capacidad para convencer a otros.
        • Indica inseguridad:
          • Pasar la mano por la frente.
          • Pasar la mano por el cuello  de la camisa.
          • Cruzar los brazos.
          • Agachar la cabeza.
    • Para mejorar la pronunciación:
      • Ensaya sujetando entre los dientes un lápiz de forma transversal, mientras hablas en voz alta.
      • Haz o mismo cogiendo el lápiz por el extremo.
    • La ropa más adecuada: elige tonos azules o verdes, que transmiten serenidad
      • Traje para actos formales, con  protocolo.
      • Ropa más informal o deportiva en las reuniones matutinas y en las que tengas un público joven.
    • La importancia de la mirada: no centres la mirada en una misma persona o un mismo ángulo. Intenta dirigirla a todo el público, variando los ángulos y los tiempos.
  • Que no cunda el pánico:
    • El miedo escénico aumenta la secreción de adrenalina, lo que estimula en cierta medida al orador.  Pero si permanecemos parados, esta energía se transforma en ansiedad y provoca síntomas como sudor frío, tics, temblor de manos y náuseas, que aparecen antes de la intervención y que luego disminuyen.
    • Trucos para disminuir la ansiedad:
      • Prepara el discurso de forma meticulosa: si no dejas nada a la improvisación, podrás conseguir una mayor seguridad en ti mismo para hablar ante los demás
      • Aprende a respirar para tranquilizante: antes de empezar la conferencia y para dominar los nervios, es infalible la técnica de las veinte respiraciones conectadas, de Leonard Orr.  En treinta segundos, realiza cuatro respiraciones cortas y una larga cinco veces (veinte respiraciones seguidas en total).  Para la conferencia, es necesario aprender a respirar con la nariz.
      • Ensaya delante de amigos o familiares: así te acostumbrarás a sentirte observado mientras hablas.
      • Intenta hacer algo antes de empezar: es recomendable que acudas a la conferencia andando y que antes de empezar hables con alguien para no pensar en el discurso.
      • Elimina todas las ideas negativas: evita pensamientos del tipo ‘mi voz no es suficientemente segura’ o ‘tiemblo demasiado’.  Si puedes hacer algo mientras hablas, como escribir sobre una pizarra o sostener un boli en la mano, te será más fácil alejar estos pensamientos negativos.
      • No te agobies si te equivocas en algo: comete errores al pronunciar palabras es normal y el público lo perdona fácilmente.  Si el error puede ser motivo de risa lo mejor que puedes hacer es saber reírte con el público.  Piensa que al orador siempre le parecen más graves sus errores que al propia público.
      • Utiliza fichas con  palabras clave: si colocas un guión con las ideas clave escritas en negrita al principio de los párrafos, te ayudarán a retomar el discurso cuando te quedes en blanco.
  • Cómo metérselos en el bolsillo:
    • Antes de empezar, espera que se haga el silencio y pasea tu mirada por el auditorio.
    • Empieza tu exposición con una frase impactante.  Si vas a dar una idea nueva, lánzala al principio con una pregunta como: ‘¿qué dirían si yo les contara…?’.
    • Cuenta una vivencia personal: te relajará, ya que es más fácil hablar de lo que se ha vivido.
    • Varía de tono para no aburrir: enfatiza lo importante elevando la intensidad o baja la voz durante algunos segundos para llamar la atención del auditorio.
    • Refuerza tus ideas citando testimonios de expertos, artículos de prensa o estadísticas -todo sin exagerar-.
    • Frases del tipo: ‘¿cómo diría yo?’, harán pensar al auditorio que estás improvisando una buena idea y otras como ‘y eso no es todo’ reavivarán su interés.
    • Si durante tu intervención se te ocurren ideas que no tenías preparadas, utilízalas sin salirte de tu argumentación.
    • Al finalizar, siéntate o deja el estrado sin mostrar titubeos.
  • …Y evitar que huyan despavoridos:
    • Si no es imprescindible, no bebas agua antes de empezar el discurso ni durante la intervención: beber a menudo es un gesto de denota inseguridad en el orador.
    • No tomes dulces antes de la conferencia, ya que hacen más pastosas las secreciones bucales y dificultan la emisión de voz -sustitúyelos por una cucharada de miel, que suavizará tu garganta-, y evita las comidas abundantes, ya que las digestiones pesadas disminuyen mucho la concentración.
    • No utilices expresiones negativas como pedir excusas por no estar preparado, no ser buen orador o no tener suficiente tiempo, ni alargues demasiado la introducción sin ir al grano.
    • Evita las frases y las palabras largas y demasiado abstractas y no abuses de latiguillos como ‘ejem’, ‘bien’ o ‘quiero decir…’.
    • Intenta vocalizar bien y no ‘comerte’ las sílabas finales.
    • No personalices en exceso la intervención.  Recuerda que hablar demasiado de uno mismo termina aburriendo al personal.
    • No prives de interés al tema adelantando todo lo importante desde el principio.
    • Intenta no parece pedante y no trates al público como si no supiese nada del tema.  Frases del tipo ‘como ustedes ya sabrán’, te ayudarán a evitar este efecto.
    • No alargues la conclusión final y evita frases del tipo: ‘¿alguna otra pregunta?’ ya que suelen crear incómodos silencios.