Hjios

La adolescencia es una etapa difícil. Se trata de un momento de transición entre la niñez y la edad adulta, en la que la principal tarea del adolescente es encontrar su propia identidad y adquirir autonomía. Para conseguir esto, los adolescentes tienen que empezar a separarse de las figuras paternas, pero ésta no es tarea sencilla, puesto que, aunque ya no son niños, tampoco son todavía adultos y aún no tienen la madurez suficiente para conseguirlo. Así, el adolescente vive un conflicto interno entre la fuerte dependencia que aún tiene de sus padres y el deseo y la necesidad de independencia. Esta lucha interna se expresa a menudo en forma de peleas y conflictos, especialmente con los padres, ya que constituyen para el adolescente ese pilar que tanto necesitan pero del que desean desprenderse, una fuente de seguridad y a su vez de rechazo.

De este modo, la convivencia con un hijo o hija adolescente no suele ser fácil. Los que hasta entonces eran niños y niñas complacientes se muestran de pronto vehementes y rebeldes. Cuestiones que anteriormente no suponían ningún problema, tales como el uso del teléfono o el ordenador, los estudios, los horarios de llegada a casa, la ropa, el manejo del dinero o las pequeñas tareas domésticas, como hacer la cama y dejar ordenada la habitación, comienzan a ser origen de verdaderas batallas o enfrentamientos.

Este cambio de actitud desconcierta muy a menudo a los padres, quienes no saben muy bien cómo afrontar los conflictos permanentes con sus hijos. Las estrategias que anteriormente utilizaban con ellos ya no funcionan y es necesario adaptarse al nuevo momento evolutivo e ir modificando las normas rígidas por límites más flexibles, negociados y acordados. Esto genera en los padres sentimientos lógicos de inseguridad. Y es que resulta francamente complicado encontrar el equilibrio entre mantener un control y una autoridad sobre el adolescente y, al mismo tiempo, concederle progresivamente mayores cotas de confianza y responsabilidad.

Los padres buscan lo mejor para sus hijos, pero queriendo siempre lo mejor, no siempre aciertan en el método.  Los niños que no han tenido límites claros tienen muchas más posibilidades de vivir una adolescencia conflictiva.  Con amor, comprensión y empatía, pero límites claros. La labor de los padres consiste en ayudar a sus hijos a controlar sus impulsos para que puedan convivir con los demás. La permisividad es más cómoda pero no ayuda al niño. Se trata de inhibir los impulsos inconvenientes sin anular la creatividad del niño.

La seguridad es algo fundamental que los adolescentes, como su propia palabra indica, adolecen. Necesitan seguridad, confianza en sí mismos. Les da miedo la exposición y el juicio de los demás, por ello se recluyen y necesitan además hacerlo, en su cuarto. Allí necesitan sentirse libres y se adentran en su mundo interior y su silencio porque están elaborando su personalidad. Hay que respetar esa necesidad que tienen y no exigirles que hagan cosas de adultos ni tampoco recriminarles que hagan cosas de niños.

ESTIMULAR SU AUTONOMÍA. Dos maneras:

  • Con el ejemplo: manifiesta y demuestra que te ocupas de tu propia persona, que tomas tus propias decisiones y te haces responsable de ellas, que defiendes tu vida y tu propia forma de pensar, ser y estar con plena coherencia e integridad.
  • Estimula la capacidad decisoria de tu hijo: ofrécele su espacio, dale la oportunidad de que tome sus propias decisiones, no le sobreprotejas, acéptale con sus aciertos y errores.  Quizá hasta el momento sólo has podido sentirte satisfecho de tu hijo en la medida en que ha sabido acomodarse a las normas de la sociedad o a las tuyas propias. En ese caso, lo cierto es que has estado engañándote a ti mismo y a tu hijo. En lugar de eso, aprende a aceptar y a sentirte feliz con su personal capacidad de tomar decisiones:
    • Observa y abandona cualquier hábito o impulso de tomar decisiones por él.
    • Aprende a disfrutar con su capacidad de tomar decisiones.
    • Cambia algunos pensamientos y opiniones que tienes sobre él, porque suelen influir en los resultados y, muy especialmente, en la imagen que se forma tu hijo de sí mismo.

CAMBIA TUS PENSAMIENTOS:

  • Ideas guiadas por el miedo:
    • Soy responsable de lo que hagan mis hijos.
    • No creo que sea capaz de hacerlo él solo.
    • No sabe tomar decisiones. Es una persona muy insegura.
    • No aprende de sus errores. Acaba siempre tropezando con la misma piedra.
    • Es un completo inútil.
    • Su valía depende de que sea bueno, educado, obediente o haga lo que se espera de él.
    • No sabe cuidar de sí mismo. He de estar pendiente de él.
    • Va a acabar mal.
  • Ideas guiadas por la confianza:
    • Mi hijo es completamente responsable de sus actos.
    • Estoy seguro de que hará lo mejor en cualquier situación.
    • Sabe tomar decisiones, y con la práctica aprende más.
    • Aprende tanto de sus aciertos como de sus errores.
    • Es inteligente y capaz.
    • Tiene personalidad y su propio ritmo, que debe ser en todo momento respetado.
    • Sabe cuidar de sí.
    • No sé qué va a hacer después, pero será muy interesante poder verlo.