Sábado, 4 de Abril de 2020

DESTINO: 

¡Soy un triste juguete del destino! W. Shakespeare.

Cuando ocurre algo bueno, el hombre lo llama providencia; cuando ocurre algo malo, destino. Knut Hamsun.

 

Feliz aquel que consiguió conocer las leyes del mundo,

Aquel que, libre de temores, echó a sus pies

El destino implacable y el insaciable rugido del Aqueronte [inframundo].

Virgilio.

Por su naturaleza, los hombres se preguntan por las causas de los acontecimientos que ven, unos más, otros menos; pero todos los hombres, sienten al menos curiosidad por averiguar las causas de su buena o mala fortuna. Thomas Hobbes.

El hombre sabio contempla lo inevitable y decide que no es inevitable (…). El hombre común contempla lo que no es inevitable y decide que es inevitable (…). Zhuangzi.

No hay un destino que no pueda ser superado por el desprecio. Albert Camus.

La felicidad es la mayor de las conquistas, la que hacemos contra el destino que se nos impone. Albert Camus.

 

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo, al final de mi rudo camino,

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas.

Cuando planté rosales coseché siempre rosas…

(A. Nervo, «En PAZ»)

Es un error mirar demasiado adelante. Sólo se puede manejar un eslabón a la vez en la cadena del destino. Winston Churchill.

El hombre sabio es aquel que busca instruirse con todos los hombres; el hombre fuerte, aquel que sabe quebrar sus deseos; el hombre rico, aquel que se contenta con su suerte; y el hombre honrado, aquel que honra a los demás. Proverbio Judío.

¡No culpéis al cielo! Este ha dejado las imaginaciones en nuestro poder. Ellas se rigen por nuestras acciones y cuando estas últimas obedecen a nuestras obligaciones y a la virtud, entonces las fantasías de las que se acompañan redundan en nuestra paz y nuestro goce. Gotthold Ephraim Lessing.

Si miramos atrás hacia nuestra vida pasada, y especialmente si consideramos nuestros pasos en falso y sus consecuencias, pasa que no alcanzamos a comprender cómo pudimos hacer tal cosa o cómo pudimos omitir de hacer otra; casi parece que un poder extraño hubiera guiado nuestros pasos. Goethe dice en Egmont: el hombre cree dirigir su vida y determinarse a sí mismo; pero en realidad es su destino el que atrae, de modo irresistible, a lo más íntimo de su ser. Arthur Schopenhauer.

Los destinos conducen al que los consiente, y obligan al que los rehúsa. F. Rabelais.

Avanza todo hacia su fin. F. Rabelais.

Cada individuo actúa y sufre de acuerdo con su peculiar teleología (el estudio de los fines o propósitos), que tiene toda la inevitabilidad del destino, en tanto él no lo comprenda. Alfred Adler.

Nuestro destino ejerce su influencia sobre nosotros incluso cuanto todavía no hemos aprendido su naturaleza; nuestro futuro dicta las leyes de nuestra actualidad. Friedrich Nietzsche.

Aquello que habita en el pasado y aquello que habita el futuro es solo una pequeña cosa comparado con aquello que habita dentro de nosotros. Ralph Waldo Emerson.

Tus creencias se convierten en tus pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras, tus palabras se convierten en tus acciones, tus acciones se convierten en tus hábitos, tus hábitos se convierten en tus valores, tus valores se convierten en tu destino. M. Gandhi. 

F. NIETZSCHE:

 VERDAD:

  • Todos nosotros tenemos miedo de la verdad.

  • La incapacidad de mentir está aún muy lejos del amor a la verdad.

  • Los hay que son verídicos no porque detesten simular los sentimientos, sino porque no sabrían disimularlos bien. En resumen, no tienen confianza en su talento de comediantes y prefieren la probidad, ‘la comedia de la verdad’.

  • El imaginativo niega la verdad ante sí mismo; el mentiroso, únicamente ante los demás.

  • Muchas veces he seguido los pasos de la verdad: entonces ella me azotaba el rostro. Alguna vez yo creía mentir, y precisamente era entonces cuando tocaba (…) la verdad.

  • El cansancio trae consigo el pensador una ventaja: le deja emitir aquellos pensamientos que en otro estado menos relajado y, por consiguiente, más comedido, no confesaría. Sentimos pereza de proponernos alguna cosa, y entonces, la verdad desciende sobre nosotros.

  • La verdad es aquella clase de error sin el cual no puede vivir un ser viviente de una determinada especie.

  • Para conquistar la verdad hay que sacrificar casi todo lo que es grato a nuestro corazón, a nuestro amor, a nuestra confianza en la vida. Para ello es necesario grandeza del alma: el servicio de la verdad es el más duro de todos los servicios.

  • Los hombres son aún más perezosos que cobardes, y lo que temen generalmente son los compromisos que les crearían la sinceridad y la lealtad absolutas.

  • Lo que nos hace más felices que los animales son los grandes falseamientos y las grandes interpretaciones.

  • En sí no hay ningún ‘sentido de la verdad’; pero como en muchos casos hay un prejuicio a favor de la conveniencia de conocer la verdad y no dejarse engañar, se busca la verdad -mientras que en otros muchos casos es buscada porque quizá pudiera ser útil-, ya para aumentar nuestro poder, nuestras riquezas, nuestros honores, nuestro egoísmo.

  • Por sí misma, la verdad no es absolutamente una potencia, digan lo que quieran los fabricantes del racionalismo. Por el contrario, es preciso que ponga el poder de su lado o que se ponga de lado del poder; de lo contrario, ¡perecerá siempre!

  • Pensar que hacemos daño cuando no decimos la verdad es inocente. Si el valor de la vida consiste en disponer de errores bien creídos, lo nocivo será decir la verdad.

  • Bajo la influencia de la verdad contemplada, el hombre no percibe ya por todas partes más que lo horrible y absurdo de la existencia.

  • Nuestro amor por la verdad se conoce más que nada en la manera que tenemos de recibir las ‘verdades’ que ‘otros’ nos ofrecen; entonces dejamos traslucir si realmente amamos la verdad o nos amamos a nosotros mismos

  • Lo nuevo en nuestra actual posición con respecto a la filosofía es la convicción que todavía no ha poseído ninguna época: ‘que no poseemos la verdad’. Todos los hombres anteriores ‘han creído poseer la verdad’, incluso los escépticos.

  • La verdad no es lo contrario del error, sino la sustitución por ciertos errores de otros errores, que, por ejemplo, son más antiguos, más profundos, que están más arraigados en nosotros, etc.

  • Si alguna vez la verdad consiguió la victoria, preguntad con una buena desconfianza: ¿qué gran error ha combatido por ella?

  • Los conceptos más útiles son los que han quedado, por falso que sea su origen.

  • Debemos desechar todo escrúpulo de conciencia en lo que se refiere a la verdad y el error, mientras se trate de la vida, para que luego podamos emplear la vida en servicio de la verdad y de la conciencia intelectual.

  • Los hombres jóvenes aman lo interesante y lo singular, sin preocuparse de si es verdadero o falso. Los espíritus más maduros aman la verdad, lo que en ella hay de interesante y singular. Los cerebros muy maduros aman, por último, la verdad aun en aquellas cosas en que aparece desnuda y simple y produce enojo al hombre vulgar, porque han observado que la verdad suele contar lo más espiritual con aires de sencillez.

  • ¡Cuidemos de que nuestro último amor, el que nos hace confesar nuestro amor a la verdad, no nos engañe también!

ADELANTE. Y con esto, adelante por el camino de la sabiduría, a buen paso, con plena confianza. Cualquiera que sea tu condición, sírvete a ti mismo de fuente de experiencia. Arroja la amargura por la borda, perdónate a ti mismo, pues en todo caso tienes una escala de cien peldaños, por la cual puedes subir al conocimiento. El siglo en que sufres de haber caído te estima feliz de esa felicidad, te advierte que tomas aún parte en experiencias de que los hombres del porvenir podrán prescindir. No te pese haber sido religioso; penétrate bien de la forma en que has tenido un legítimo acceso al arte.  ¿No te han de servir estas experiencias para cruzar con mejor conocimiento de causa las inmensas etapas de la humanidad anterior? ¿No es precisamente sobre este terreno, que a veces tanto te desagradaba, sobre el terreno del pensamiento turbado, donde han crecido los más bellos frutos de la vieja civilización? Hay que haber amado la religión y el arte como se ama a una madre y a una nodriza; de lo contrario, no se puede llegar a la sabiduría. Pero hay que dirigir las miradas más allá, hay que saber evolucionar; si permanecemos en su dominio, no los comprenderemos. Igualmente, es preciso estar familiarizado con los estudios históricos y con el juego prudente de la balanza: ‘de un lado-del otro’. Hay que hacer un viaje retrospectivo siguiendo las huellas de la humanidad en su larga marcha a través del desierto del pasado: así es como aprenderás más seguramente en qué dirección no puede ya ni tiene ya derecho a ir la humanidad futura. Y tratando con todas tus fuerzas de descubrir cómo está hecho el nudo del porvenir, tu propia vida tomará el valor de un instrumento y de un medio de conocimiento. De ti depende que todos los rasgos de tu vida: tus ensayos, tus errores, tus faltas, tus ilusiones, tus sufrimientos, tu amor y tu esperanza se ahílen (colocarse en hilera) sin excepción en tu designio. Este designio es ser tú mismo una cadena necesaria de anillos de cultura y de inferir de esta necesidad la necesidad en la marcha de la civilización universal. Cuando tu mirada haya adquirido bastante fuerza para ver el fondo en la fuente sombría de tu ser y de tus conocimientos, quizá también, en ese espejo, las constelaciones lejanas de las civilizaciones futuras te serán visibles. Es que tú no sabes todavía que no hay más dulce miel que la del conocimiento, y que las nubes de aflicción que sobre ti se ciernen te han de servir de ubre en la que bebas la leche que ha de refrescar tu boca. Deja que venga la edad; entonces verás cómo has escuchado la voz de la naturaleza, de esa naturaleza que rige el universo por el placer; la misma vida que termina en la vejez termina también en la sabiduría, goce constante del espíritu en esta dulce luz del sol; ambas cosas, la vejez y la sabiduría, llegan a ti por el mismo cauce; así lo quiere la naturaleza. Entonces, deja, sin indignarte, que las brumas de la muerte se acerquen. Hacia la luz, tu último movimiento; un hurra de reconocimiento, tu último grito.

VOLUNTAD:

  • Una vez tomada una decisión, hay que cerrar los oídos a los mejores argumentos en contra. Éste es el indicio de un carácter fuerte. En ocasiones, hay que hacer triunfar la propia voluntad hasta la estupidez.

  • Los caracteres activos que alcanzan éxito no obran según el axioma ‘conócete a ti mismo’, sino como si viesen formularse ante sus ojos el mandato: ‘quiere ser tú mismo y ‘serás’ tú mismo. El destino parece haberles dejado siempre la facultad de elección; mientras que los inactivos y los contemplativos reflexionan, para saber cómo ‘han’ hecho para elegir una vez, el día que han entrado en el mundo.

  • La firme voluntad es admirada por todo el mundo, porque nadie la tiene y porque todos se dicen que si la tuvieran no habría límites para ellos ni para su egoísmo.

  • Se cree que la voluntad mueve (mientras que sólo es un estímulo, que provoca un movimiento).

  • Se cree que vence una resistencia.

  • Se cree que es libre y soberana, porque su origen permanece oculto y porque el afecto del que manda le acompaña.

  • Como en la generalidad de los casos sólo se quiere cuando puede ser expresado el éxito, la necesidad del éxito es atribuida a la voluntad como una fuerza.

  • Reflexionando sobre la libertad o la necesidad de la voluntad, he llegado a una solución de este problema, que consiste en apartar la cuestión en virtud de la creencia de que no hay voluntad, ni libre ni no libre. En determinadas circunstancias, a un pensamiento sigue una acción; a la vez, con el pensamiento se produce en el que manda un estado afectivo; a este estado afectivo corresponde el sentimiento de libertad que se atribuye a la ‘voluntad’ (siendo así que sólo es un epifenómeno del querer).

  • Todos los procesos psicológicos tienen de común que son resoluciones de fuerza, que cuando llegan al sensorio común producen una cierta elevación y fortalecimiento; estos, comparados con los estados de depresión, de carga y de coacción, son interpretados como sentimientos de ‘libertad’.

  • La voluntad fuerte es explicable en los hombres fríos, y la débil, en los apasionados. Lo asombroso es: un corazón ardiente y un cerebro y una voluntad fríos.

  • La voluntad no es sólo un complejo de sentimientos y pensamientos, sino también, y ante todo, un afecto: la pasión del mando [poder].

  • Debemos enseñar al hombre que su porvenir es su voluntad, que es tarea de una voluntad humana preparar las grandes tentativas y los ensayos generales de disciplina y de educación, para poner fin a esta espantosa dominación del absurdo y del azar que se ha llamado, hasta el presente, ‘historia’.

VOCACIÓN:

  • La desproporción que generalmente observa entre las llamadas vocaciones y nuestras verdaderas cualidades demuestran cuán débil es el imperio de la razón entre los hombres y, en cambio, cuán decisivo es el acaso [azar]: los mejores casos son excepciones, como los matrimonios felices; y aún parece ser que no es a la razón a quien los debemos. El hombre elige su oficio cuando aún no está en estado de elegir, cuando no conoce las diferentes profesiones ni se conoce a sí mismo; luego, consume los mejores días de su vida en el oficio elegido, aplica a su desempeño toda la inteligencia que posee y, a fuerza de práctica, adquiere un máximo de capacidad. Pero entonces ya suele ser demasiado tarde para emprender algo nuevo, y la sabiduría tiene siempre algo de caduco y de atonía muscular.

  • La mayoría de los hombres están en el mundo por razones contingentes: no se descubre en ellos una finalidad de orden superior. Su vocación es indecisa; sus dotes, medianas. ¡Cosa singular! Su género de vida demuestra que no se estiman en gran cosa; se abandonan, ocupándose de fruslerías (ya sean éstas pasiones mezquinas o pequeñeces de clase). En las llamadas ‘vocaciones’ se revela una conmovedora modestia del hombre; dan a entender que están destinados a servir y a ser útiles a sus semejantes; y lo mismo el vecino a su vecino; y así, cada uno sirve a otro; nadie tiene una vocación propia, nadie vive para sí mismo, sino siempre a causa de otro; así, vemos a una tortuga que descansa sobre otra, y ésta a su vez sobre otra, y así sucesivamente. Si cada uno ve su fin en otro, nadie tiene en sí mismo el fin de su existencia, y este ‘existir para otro’ es la más ridícula comedia.

 

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