Sábado, 28 de Marzo de 2020

MICHEL DE MONTAIGNE:

A medida que el hombre exterior se destruye, el hombre interior se renueva.

A nadie le va mal durante mucho tiempo sin que el mismo no tenga la culpa.

A quienes me preguntan la razón de mis viajes, les contesto que sé bien de qué huyo pero ignoro lo que busco.

Aunque pudiera hacerme temible, preferiría hacerme amable.

¡Buena almohada la duda para la cabeza bien equilibrada!

Cada uno de nosotros es más rico de lo que se imagina; sin embargo, se nos amaestra en el arte de pedir prestado y mendigar; nos enseñan a servirnos de los otros más que de nosotros mismos.

Cada virtud necesita un hombre; pero la amistad necesita dos.

Cien veces al día nos burlamos de nuestros mismos defectos al considerarlos en los demás.

Cobardía: madre de la crueldad.

Cualquiera puede hablar con verdad, pero hablar con orden, prudencia y saber, pocos lo consiguen.

Cuando nos falta la razón, hacemos uso de la experiencia.

¡Cuántas cosas que ayer eran artículos de fe, son fábulas hoy!

Cuidamos más que se hable de nosotros que de cómo se hable.

Dejemos que la naturaleza actúe a su aire; ella conoce su oficio mejor que nosotros.

Del mismo papel en que el juez ha escrito una sentencia contra un adúltero rasgará un pedazo para escribir unas líneas amorosas a la esposa de un colega.

Del obedecer y del ceder nace toda virtud.

El hombre sabio no lo es en todas las cosas.

El matrimonio es como una jaula; uno ve a los pájaros desesperados por entrar, y los que están dentro igualmente desesperados por salir.

El mejor matrimonio sería aquél que reuniese una mujer ciega con un marido sordo.

El provecho de uno es el perjuicio de algún otro.

El que teme padecer, padece ya lo que teme.

El que no esté seguro de su memoria debe abstenerse de mentir.

El signo más cierto de la sabiduría es la serenidad constante.

El tiempo… excelente médico de nuestras pasiones.

El valor, como las demás virtudes, tiene sus límites.

Encuentro más soportable estar siempre solo que no poderlo estar nunca.

Encuentro tanta diferencia entre yo y yo mismo como entre yo y los demás.

En perfecta salud he tenido más miedo a las enfermedades que cuando las he sufrido.

Es más fácil escribir un poema insignificante que comprender uno bueno.

Es preciso prestarse a los otros, pero no darse sino a uno mismo.

Fluctuamos entre los más diversos pareceres; ni queremos nada con entera libertad, ni de un modo, absoluto ni constante.

Gobernar una familia es casi tan difícil como gobernar todo un reino.

Hablo sobre el papel como hablo con el primero que encuentro.

Hay menos injusticia en que te roben en un bosque que en un lugar de asilo. Es más infame que te desvalijen quienes deben protegerte.

La amistad es el más alto grado de perfección de la sociedad.

La conciencia hace que nos descubramos, que nos denunciemos o nos acusemos a nosotros mismos a falta de testigos que declaren contra nosotros.

La confianza en la bondad ajena es testimonio no pequeño de la propia bondad.

La cosa más grande del mundo es saber ser autosuficiente.

La insatisfacción es el comienzo de toda filosofía, y la ignorancia es el resultado.

La muerte no os concierne ni muerto ni vivo: vivo, porque sois; muerto, porque ya no sois.

La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha.

La pobreza de bienes es fácilmente remediable, mas la del alma es irreparable.

La prueba más clara de sabiduría es una alegría continua.

La premeditación de la muerte es la premeditación de la libertad.

La principal ocupación de mi vida es pasarla lo mejor posible.

La prohibición sazona los manjares.

La razón es como una olla de dos asas; se la puede coger por la derecha o por la izquierda.

La senectud nos traza más arrugas en el espíritu que en el rostro.

La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo.

La virtud no consiste en hacer grandes cosas, sino en hacer bien las pequeñas.

La virtud no quiere que se la siga sino tan sólo por sí misma

Las leyes mantienen su crédito, no porque sean justas, sino porque son leyes.

Lo más maravilloso del mundo es saber cómo pertenecer a uno mismo.

Lo que hay que preguntarse es quién es mejor sabio, no quién es más sabio.

Lo que sucede es que debemos vivir con los vivos.

Los celos son, de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la cual más cosas sirven de alimento y ninguna de remedio.

Los juegos de los muchachos no son tales juegos; antes bien, deben considerarse como sus acciones más serias.

Los libros son el mejor viático [compañero] que he encontrado para este humano viaje.

Mi espíritu se niega a caminar si las piernas no lo llevan.

Mil rutas se apartan del fin elegido, pero hay una que llega a él.

Muchas veces es mejor perder la viña que pleitear por ella.

Nada hay de bárbaro ni de salvaje en esas naciones; lo que ocurre es que cada cual llama barbarie a lo que es ajeno a su costumbre.

Nada parece tan verdadero que no pueda parecer falso.

Nadie está libre de decir estupideces, lo grave es decirlas con énfasis.

No existe el presente: Lo que así llamamos no es otra cosa que el punto de unión del futuro con el pasado.

No existe lucro ni provecho sino a costa de otro; de modo que en buena cuenta habría que condenar toda clase de ganancias.

No ha de maravillarnos que el azar pueda tanto sobre nosotros partiendo de que vivimos por azar.

No hay cosa de la que tenga tanto miedo como del miedo.

No hay desierto como el vivir sin amigos; la amistad multiplica los bienes y reparte los males, es el único remedio contra la adversa fortuna, y un desahogo del alma.

No hay pasión que quebrante tanto la sinceridad del juicio como la ira.

No hay victoria, si no se pone fin a la guerra.

No mueres de estar enfermo, mueres de estar vivo.

Nos enseñan a vivir cuando nuestra vida ha pasado.

Para juzgar cosas grandes y nobles, es necesario poseer un alma otro tanto grande y noble.

Por hermoso y gallardo que seáis, si una mujer os rechaza, no deduzcáis inmediatamente que ella posea una castidad inviolable; no se podría asegurar que el mozo de muletas deje de tener mayor suerte.

Prefiero que se me elogie menos, con tal de que se me conozca más.

Prefiero ser inoportuno e indiscreto antes que adulador y taimado.

Prohibir algo es despertar el deseo.

¿Qué ha hecho el acto genital a los hombres, tan natural, tan necesario y tan justo, para que no se atrevan a hablar de él sin vergüenza?

Quiero más forjar mi alma que amueblarla.

Saber de memoria no es saber: es tener lo que se ha dado a guardar a la memoria.

Saber mucho da ocasión de dudar más.

Se cree con la mayor firmeza en lo que menos se conoce.

Sería preciso quitar todo momento oportuno a la importunidad.

Siempre he observado que para triunfar en la vida hay que ser entendido, pero aparecer como tonto.

Solamente trabajamos para llenar la memoria, dejando vacías la inteligencia y la conciencia.

Soledad: un instante de plenitud.

Supone igual tontería llorar porque de aquí a cien años ya no viviremos, que llorar porque no vivíamos hace cien años.

Tal fue para el mundo hombre prodigioso en quien su mujer y su lacayo ni siquiera vieron nada notable. (Habla de Agesilao, rey y general espartano).

Tantos millones de hombres enterrados antes que nosotros nos animan a no temer al ir a encontrar tan buena compañía en el otro mundo.

Toda persona honrada prefiere perder el honor antes que la conciencia.

Tú no te mueres porque estas enfermo, te mueres porque estas vivo.

Una cabeza bien formada será siempre mejor y preferible a una cabeza muy llena.

Una prueba de la propia bondad está en confiar en la bondad de los demás.

Yo no cito a otros más que para expresar mejor mi pensamiento.

Yo no me encuentro a mí mismo cuando más me busco. Me encuentro por sorpresa cuando menos lo espero.

Quien conoce sus deberes y los ejerce pertenece verdaderamente a la morada de las Musas, ha alcanzado la cima de la sabiduría humana y de nuestra felicidad. Ése, sabiendo exactamente lo que se debe, encuentra que forma parte de su papel aplicarse a sí mismo el uso de los otros hombres y del mundo, y, para ello, contribuir a la sociedad con los deberes y las funciones que le afectan. Quien no vive en modo alguno para los demás no vive para sí… Mi opinión es que hay que prestarse a los demás y no darse más que a sí mismo.

No hay ningún hombre más desacertado que yo para hablar de memoria, pues es tan escasa la que tengo que no creo que haya en el mundo nadie a quien falte más que a mí esta facultad. Todas las demás son en mí viles y comunes, pero en cuanto a memoria me creo un ente singular y raro digno de ganar reputación y nombradía. Además de la falta natural que experimento (en verdad vista su necesidad Platón hace bien en nombrarla diosa grande y poderosa) si en mi país quieren señalar a un hombre falto de sentido, dicen de él que no tiene memoria; cuando me quejo de la falta de la mía me reprenden y no quieren creerme, como si me acusara, de falta de sensatez: no establecen distinción alguna entre memoria y entendimiento, lo cual agrava mi situación, pero no me perjudica, pues por experiencia se ve que las memorias excelentes suelen acompañar a los juicios débiles.

TRISTEZA: Yo soy de los más exentos de esta pasión y no siento hacia ella ninguna inclinación ni amor, aunque la sociedad haya convenido como justa remuneración honrarla con su favor especial; en el mundo se disfrazan con ella la sabiduría, la virtud, la conciencia; feo y estúpido ornamento. Los italianos, más cuerdos, la han llamado malignidad, porque es una cualidad siempre perjudicial, siempre loca y como tal siempre cobarde y baja: los estoicos prohibían la tristeza a sus discípulos.

 

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