Sábado, 24 de Julio de 2021

Aforismos. Georg Ch. Lichtenberg:

Cómo puede uno acostumbrarse a no ver en todo sino lo mejor, a suponer en todo algo bueno, a no perder nunca las esperanzas y a temer raras veces, y, claro está, a actuar todo el tiempo de manera tal que las expectativas estén más justificadas que los temores?

Nada me duele tanto como tener que ver el mundo, en todos y cada uno de mis actos, como lo ve el hombre común, pues tengo la certeza científica de que lo ve equivocadamente.

De vez en cuanto tienen que limpiarme como a una vela de sebo, de lo contrario empiezo a dar una luz opaca.

He recibido en mi vida tantos honores inmerecidos que bien puedo aguantar alguna vez una reprobación inmerecida.

La mayor felicidad del mundo, que imploro diariamente al Cielo, es que sólo gente virtuosa e inteligente logre superarme en fuerzas y en conocimientos.

La firme convicción de que si se quisiera, se podría, es la causa de la inactividad de más de una cabeza inteligente, y no sin razón.

Hasta ahora no logro comprender por qué los niños pequeños no se ríen con la misma asiduidad con que lloran.

El orgullo, una pasión noble, no es ciego frente a sus propios errores, pero la arrogancia sí lo es.

Antes de censurar, siempre habría que ver si no se puede disculpar.

El hombre ama la compañía, aunque sólo sea la de una velita encendida.

Toda alma humana tiene una parte de indolencia que la inclina a hacer, de preferencia, aquello que le resulta fácil.

Creo que la mayoría de los hombres no se conocen tan bien a sí mismos como los conocen los demás.

Nada permite conocer con tanta seguridad el carácter de un hombre como alguna broma que se tome a mal.

Gran parte del genio estriba en el dónde utilizar todos los acontecimientos de la vida en provecho propio y de la ciencia que uno cultiva.

La cultura devora la hospitalidad.

La gente que nunca tiene tiempo es la que menos cosas hace.

Si el azar no interviniera con su hábil mano en nuestra educación, ¿qué sería de nuestro mundo?

Lo importante no es que el sol nunca se ponga en los dominios de un monarca –algo de lo que en otros tiempos se jactaba España-, sino lo que pueda ver a su paso por ellos.

Se habla mucho de reyes buenos que, en el fondo, estaban muy lejos de ser buenos reyes, pese a ser hombres de bien.

Instaurar una libertad y una igualdad como las que mucha gente se imagina ahora, equivaldría a dar un undécimo mandamiento que anulara los otros diez.

En las conversiones se intenta normalmente eliminar una opinión sin tocar la cabeza; en Francia se emplea ahora un método más expeditivo: se elimina la opinión junto con la cabeza.

Sólo al final de mi vida he empezado a trabajar y a sacarle algún provecho a mi escasísimo ingenio.

Es difícil que exista en el mundo una mercancía más extraña que los libros. Impresos por gente que no los entiende; vendidos por gente que no los entiende; encuadernados, criticados y leídos por gente que no los entiende, y, lo que es peor, escritos por gente que no los entiende.

Las matemáticas son una ciencia excelente, pero los matemáticos no suelen valer ni un ardite [escaso valor].  Ocurre con las matemáticas casi lo mismo que con la teología. Así como quienes se consagran a esta última pretenden, sobre todo si ocupan cargos públicos, gozar de cierto crédito especial de santidad y una mayor afinidad con Dios, aunque muchos de ellos sean auténticas nulidades, también los denominados matemáticos exigen a menudo que se los tenga por pensadores profundos, aunque entre ellos abunden los mayores zopencos que encontrarse puedan, ineptos para cualquier trabajo que requiera reflexión y no pueda reducirse sin más ni más a aquella fácil combinación de signos que es obra más de la rutina que del pensamiento.

Este libro todavía necesita un calafateo [impermeabilizar las junturas de la madera] para taparle las grietas.

No nos devoramos mutuamente, tan sólo nos masacramos.

En realidad hay dos maneras de investigar una cosa: con sangre fía y con sangre caliente.

No era tanto propietario como arrendatario de las ciencias que enseñaba, pues no le pertenecía un solo palmo de ellas.

Ahora se intenta divulgar sabiduría en todas partes, quién sabe si dentro de unos siglos no habrá universidades para restablecer la antigua ignorancia.

Traficaba con opiniones ajenas. Era profesor de filosofía.

Pensar y repensar angustiadamente lo que se hubiera podido hacer es lo peor que se puede hacer.

¿A cuánta gente, entre exégetas, impresores y encuadernadores, habrá mantenido la Biblia?

No podría decir a ciencia cierta si la situación mejorará cuando las cosas cambien; lo que sí puedo decir es que tienen que cambiar para que la situación mejore.

Porque los hombres nacen con capacidades desiguales y el más fuerte se comería al más débil, es que se han unido en sociedades y han instaurado mayor igualdad a través de las leyes.

¡Nunca emprendas algo para lo que no tengas el valor de implorar la bendición del Cielo!

Duda al menos una vez de todo, aunque sea el enunciado: dos más dos igual a cuatro.

 

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