Quinta charla en Adyar. 2 de enero de 1934

Krishnamurti 1

P: ¿cómo surge la memoria y cuáles son las diferentes clases de memoria? Usted ha dicho: ‘en el presente está contenida toda la eternidad’. Tenga la bondad de examinar de un modo más completo esta declaración. ¿Significa eso que el pasado y el futuro no tienen una realidad subjetiva para el hombre que vive de manera total en el presente? ¿Pueden los errores del pasado, o, como uno podría llamarlos, los vacíos en la comprensión, arreglarse o remediarse en el siempre continuo presente donde no puede tener cabida la idea de un futuro?

J. Krishnamurti:

Si no comprendemos un acontecimiento, si no vivimos completamente una experiencia, entonces el recuerdo de ese acontecimiento, de esa experiencia, subsiste en nuestra mente. Cuando tenemos una experiencia que no podemos comprender plenamente, cuyo significado no alcanzamos a ver, entonces nuestra mente regresa a esa experiencia. Así se crea la memoria. En otras palabras, ésta nace de la insuficiencia en la acción. Y, dado que tenemos muchas capas de recuerdos surgiendo de acciones incompletas, eso da origen a la conciencia de uno mismo, llamada el ego, la conciencia, egocéntrica, la cual no es sino una serie de recuerdos, una ilusión sin realidad alguna, sin sustancia, ya sea aquí o en el más elevado de los planos.

Está la memoria se relaciona con el placer de ayer. O sea, uno ha disfrutado una escena hermosa, ha admirado la puesta de Sol o la luz de la Luna sobre el agua. Entonces, más tarde, digamos cuando uno se encuentra en su oficina, la mente vuelve a esa escena. Porque cuando uno se encuentra en un ambiente desagradable y feo, cuando su mente y su corazón se hallan presos en lo que no es placentero, la mente tiende a regresar de una manera automática a la experiencia placentera de ayer. Éste es un tipo de memoria. En vez de cambiar las condiciones, el ambiente que hay a nuestro alrededor, volvemos sobre los pasos de una experiencia placentera y vivimos en ese recuerdo, soportando y tolerando lo desagradable porque sentimos que no podemos cambiarlo.

Luego está el recuerdo, agradable o desagradable, que se precipita por sí mismo en la mente aun cuando uno no lo desee. Sin invitación alguna, acontecimientos del pasado acuden a nuestra mente porque no sentimos un interés vital por el presente, porque no estamos plenamente despiertos al presente.

Otra clase de memoria es la que concierne a las creencias, a los principios e ideales. Todos los ideales y principios están realmente muertos, son cosa del pasado. La memoria de los ideales persiste cuando no podemos afrontar o comprender el movimiento pleno de la vida. Queremos una medida para evaluar ese movimiento, un patrón con el cual poder juzgar la experiencia; y, al actuar dentro de la medida de ese patrón, lo llamamos vivir a la altura de un ideal. A causa de que no podemos comprender la belleza de la vida, de que no podemos vivirla en su plenitud, en su gloria, anhelamos un ideal, un principio, un patrón imitativo, a fin de dar significación a nuestro vivir.

Además, está la memoria de la autodisciplina, la cual es voluntad. La voluntad no es otra cosa que memoria. Después de todo, ustedes comienzan a disciplinarse conforme al patrón de la memoria. ‘Ayer hice esto’, dicen, ‘y he preparado mi mente para que no lo haga hoy’. Así, en la inmensa mayoría de los casos, el pensamiento y la emoción son enteramente la consecuencia del pasado, se basan en la memoria. Por lo tanto, en una acción semejante jamás hay plenitud de realización. Esa acción deja siempre una cicatriz en la memoria, y la acumulación de muchas de tales cicatrices se convierte en la conciencia egocéntrica, el ‘yo’, que siempre impide la comprensión completa. Esta conciencia del ‘yo’ es un círculo vicioso.

Tenemos, pues, innumerables recuerdos, recuerdos de disciplina y voluntad, de ideales y creencias, de atracciones placenteras y perturbaciones desagradables. Por favor, sigan lo que estoy diciendo. Que otros no les molesten. Si esto no les interesa, si su mente está divagando todo el tiempo, lo mismo da que se vayan. Puedo proseguir, pero lo que digo no significará nada para ustedes si no prestan atención.

Estamos actuando constantemente a través de este velo de recuerdos; por lo tanto, nuestra acción es siempre incompleta. Por esto, encontramos consuelo en la idea del progreso; pensamos en una serie de vidas que tienden hacia la perfección. Así, jamás tenemos un día, un solo instante de vida rica, plena, completa, porque estos recuerdos están siempre impidiendo, cercenando, limitando, trabando nuestra acción.

Volvamos a la pregunta: ‘¿significa eso que el pasado y el futuro no tienen una realidad subjetiva para el hombre que vive de manera total en el presente?’. No me pregunten eso. Si están interesados, si quieren erradicar el miedo, si de verdad desean vivir ricamente, rindan culto al día en que la mente está libre del pasado y del futuro, y entonces sabrán cómo vivir completamente.

‘¿Pueden los errores del pasado, o, como uno podría llamarlos, los vacíos en la comprensión, arreglarse o remediarse en el siempre continuo presente donde no puede tener cabida la idea de un futuro?’. ¿Comprenden la pregunta? Como no la he leído previamente, tengo que pensar a medida que avanzo. Los vacíos que en el pasado se generaron en la comprensión, sólo podemos remediarlos en el presente, al menos ése es mi punto de vista. La introspección, el proceso de analizar el pasado, no reditúa comprensión, porque uno no puede obtener comprensión de una cosa muerta. Sólo puede comprender en el siempre activo y vital presente. Esta cuestión abre un campo muy amplio, pero no quiero examinar eso ahora. Sólo en el instante del presente, en el instante de la crisis, en el instante del tremendo y agudo cuestionamiento nacido de la acción plena, pueden remediarse, eliminarse los vacíos en la comprensión cuyo origen se encuentran en el pasado; esto no puede hacerse investigando el pasado, examinando las acciones pasadas.

Tomemos un ejemplo que, espero, les aclarará la cuestión. Supongamos que tienen prejuicios de clase y son inconscientes de esto. Pero la educación que han tenido en esa conciencia de clase, la memoria de ella, permanece en lo interno, forma parte de ustedes. Ahora bien, para liberar la mente de esa memoria o educación, no regresen al pasado diciendo: ‘voy a examinar mi acción para ver si esa acción está limitada por la conciencia de clase’. No hagan esto, sino más bien, en sus sentimientos, en sus acciones, estén plenamente alerta, y entonces esta memoria de la conciencia de clase irrumpirá por sí misma en la mente; en este instante de inteligencia despierta, la mente empieza a liberarse de esta esclavitud.

Por otra parte, si son crueles –y la mayoría es inconsciente de su crueldad-, no examinen sus acciones para descubrir si son crueles o no. De ese modo jamás lo descubrirán, jamás comprenderán, porque entonces la mente está constantemente atenta a la crueldad y no a la acción; por lo tanto, destruye la acción. Pero si están plenamente alerta en su acción, en el instante de la acción verán que son crueles. Así, descubrirán la verdadera causa, la raíz misma de la crueldad, o los meros acontecimientos propios de la crueldad. Pero esto pueden hacerlo sólo en la plenitud de la acción, cuando están totalmente alerta en la acción. No se puede tender un puente sobre los vacíos de la comprensión, mediante el examen introspectivo o el análisis de un acontecimiento pasado. Esto puede hacerse sólo en el instante de la acción misma, instante que debe ser siempre intemporal.

La mente está acostumbrada a analizar el pasado, a disecar la acción con el fin de comprenderla. Pero yo digo que no pueden comprender de este modo, porque un análisis semejante limita siempre la acción. Ejemplos concretos de tal limitación pueden verse aquí en la India y en otras partes, casos donde la acción casi ha cesado. No traten de analizar su acción. Antes bien, para descubrir si tienen conciencia de clase, si son hipócritas, nacionalistas, fanáticos, si están sometidos a la autoridad, si son imitadores –si realmente les interesa descubrir estos impedimentos-, estén completamente atentos, vuélvanse totalmente conscientes de lo que están haciendo. No sean meros observadores, no consideren su acción de manera puramente objetiva, desde afuera, sino estén plenamente alerta, mental y emocionalmente, con la totalidad del ser, en el instante de la acción. Entonces verán que los numerosos recuerdos que les estorban, irrumpen por sí mismo en la mente impidiéndoles actuar de manera completa, plena. En esa percepción alerta, en esa llama, la mente será capaz de liberarse, sin esfuerzo alguno, de los obstáculos del pasado. No pregunten ‘cómo’. Simplemente inténtelo. Sus mentes están siempre preguntando por un método, preguntando cómo hacer esto o aquello, pero no hay ‘cómo’. Experimenten y descubrirán.