Primera charla en Eddington. 12 de junio de 1936

Darse cuenta

Pregunta: ¿no es posible que la percepción alerta, que nos exige ocuparnos constantemente de nuestros propios pensamientos y sentimientos, produzca una actitud indiferente hacia los demás? ¿Le enseñará a uno simpatía, que es la sensibilidad al sufrimiento ajeno?

Krishnamurti:

La percepción alerta no consiste en ocuparse de los propios pensamientos y sentimientos. Tal ocupación, que es introspección, objetiva la acción y calcula los resultados de cada acto. En eso no puede haber simpatía ni plenitud del ser. Cada cual está tan ocupado consigo mismo, con sus propias necesidades psicológicas, con su propia seguridad, que es incapaz de experimentar simpatía.

Y bien, la percepción alerta no es esto. Es discernir, sin juzgar, el proceso que da origen a las limitaciones y a los muros autoprotectores tras de los cuales la mente encuentra amparo y consuelo [a través del pensar]. Tomemos, por ejemplo, la cuestión de la fe, la fe con su temor y su esperanza. La fe nos brinda consuelo, una confortación en la desgracia o el dolor. Sobre la fe hemos edificado un sistema de compulsión, de disciplina, un conjunto de valores falsos. Detrás de este muro protector de la fe encontramos refugio, y ese muro ha impedido el amor, la simpatía y la bondad, porque nos hemos estado ocupando de nosotros mismos, de nuestra propia salvación, de nuestro propio bienestar aquí y en el más allá [actividad egocéntrica que separa, que crea barreras en las relaciones].

Si uno comienza a darse cuenta, a discernir cómo, debido al temor, ha creado este proceso, cómo, cada vez que hay una reacción, está protegiéndose detrás de estos ideales, conceptos y valores, entonces entenderá que la percepción alerta no consiste en ocuparse de los propios pensamientos y sentimientos, sino en comprender a fondo la insensatez que implica crear estos valores tras de los cuales la mente se refugia [cuando uno se da cuenta que a través del pensar condcionado no puede llegar a ver la realidad de las cosas, deja de pensar].

Muy pocos de nosotros somos conscientes de que seguimos un patrón, un ideal que nos guía a lo largo de toda la vida. Aceptamos y seguimos un ideal porque pensamos que nos ayudará a abrirnos paso por la confusión de la existencia. De eso nos ocupamos, en vez de comprender todo el proceso de la vida misma [comprender el proceso de la vida implica abandonar ideas y pensamientos absurdos que no llevan a ningún sitio]. Por lo tanto, no tenemos conciencia de este constante ajuste a un ideal [ideal que surge desde el pensar condicionado siempre] y más nos preguntamos por qué existe; pero si lo examináramos con espíritu crítico, veríamos que un ideal no es sino un modo de eludir la realidad, y que amoldándonos a un ideal nos limitamos cada vez más, estamos cada vez más confusos, más agobiados por el dolor [seguimos un ideal, pero lo que cambia es ver la realidad por eso el seguir un ideal sólo sirve para engañarnos]. La verdadera simpatía, el verdadero afecto están en el hecho de comprender lo real con su sufrimiento, su afán adquisitivo, sus crueldades, y en eliminar todo eso. Esta percepción alerta no implica ocuparse de los propios pensamientos y sentimientos, sino que es discernimiento constante y sin opciones, de lo verdadero [y para eso el pensamiento es un estorbo]. Toda opción [la mente decide una cosa u otra a través del pensamiento] se basa en la tendencia, el anhelo y la ignorancia, lo cual impide el verdadero discernimiento. Si hay opción [la mente confusa decide hacer una cosa u otra], no puede haber percepción alerta.