Miércoles, 1 de Julio de 2020

LA SOMBRA DEL VIENTO. Carlos Ruiz Zafón (RIP).

Una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas.

No te fíes del que se fía de todos.

Si nadie se acuerda de ti, no existes.

Hay decepciones que honran a quien las inspira.

Las casualidades son las cicatrices del destino. No hay casualidades, somos títeres de nuestra inconsciencia.

Estamos dispuestos a creer cualquier cosa menos la verdad.

Si me hubiera parado a pensarlo, hubiera comprendido que mi devoción por Clara no era más que una fuente de sufrimiento. Quizás por eso la adoraba más, por esa estupidez eterna de perseguir a los que nos hacen daño….

Hay peores cárceles que las palabras.

El tiempo me ha enseñado a no perder las esperanzas, pero a no confiar demasiado en ellas, son crueles y vanidosas, sin conciencia.

Lo difícil no es ganar dinero sin más -se lamentaba-. Lo difícil es ganarlo haciendo algo a lo que valga la pena dedicarle la vida.

…el azar o su pariente de gala, el destino… quizá debiera decir que el libro me había adoptado a mí.

Un secreto vale lo que aquellos de quienes tenemos que guardarlo

Los regalos se hacen por gusto del que regala, no por mérito del que recibe.

La gente se complica la vida, como si no fuese suficientemente complicada.

Contemplando un futuro tan amplio y luminoso como aquella avenida, y por un instante pensé que no había más fantasmas allí que los de la ausencia y la pérdida, y que aquella luz que me sonreía era de prestado y sólo valía mientras pudiera sostener con la mirada, segundo a segundo.

París es la única ciudad del mundo donde morirse de hambre es todavía considerado un arte.

… lo que cuenta a veces no es lo que se da, sino lo que se cede.

Los libros son espejos: sólo se ve en ellos lo que uno ya lleva dentro.

Los recuerdos son peores que las balas.

El destino suele estar a la vuelta de la esquina. Como si fuese un chorizo, una furcia o un vendedor de lotería: sus tres encarnaciones más socorridas. Pero lo que no hace es visitas a domicilio. Hay que ir a por él.

A veces nos creemos que las personas son décimos de lotería: que están ahí para hacer realidad nuestras ilusiones absurdas.

Es curioso cómo juzgamos a los demás y no nos damos cuenta de lo miserable de nuestro desdén hasta que nos faltan, hasta que nos los quitan. Nos los quitan porque nunca han sido nuestros…

Alguien me dijo una vez que en el momento en el que te paras a pensar si quieres a una persona, ya has dejado de quererla para siempre.

Aquellos a quienes necesitamos amar son sólo sombras que viven en el alma de un extraño.

Cuando muera todo lo que es mío será tuyo, menos mis sueños.

Quien quiere de verdad quiere en silencio, con hechos, nunca con palabras.

Su mera presencia se me antojó una estratagema propagandística en favor del vacío moral del universo y la brutalidad mecánica con que éste destruía las piezas que ya no les resultaba útiles.

Cuando todo el mundo se empeña en pintar a alguien como un monstruo, una de dos: o era un santo, o se están callando de la misa la media [no saben de lo que están hablando].

Hablar es de necios, callar de cobardes y escuchar de sabios.

Ambos se preguntaban si habían sido las cartas que les había servido la vida, o si había sido el modo en que las habían jugado.

En el instante en que te detienes a pensar si quieres a alguien, le dejas de querer para siempre.

La vida suele brindarnos aquello que no buscamos en ella.

No hay lenguas muertas sino cerebros aletargados.

La madre naturaleza es una grandísima furcia.

Genio y figura: No hay genio sin figura; ésa es la triste realidad de estos tiempos faranduleros.

(En un asilo) Juanito sólo sabe tirarse pedos y ésos lo único que saben es reírselos y aspirarlos. Como ve, aquí la estructura social no es muy diferente a la del mundo exterior.

Este mundo no se morirá de una bomba atómica como dicen los diarios, se morirá de risa, de banalidad, haciendo un chiste de todo, y además un chiste malo.

No hay segundas oportunidades, excepto para el remordimiento.

La muerte tiene estas cosas: a todo el mundo le despierta la sensiblería. Frente a un ataúd, todos vemos solo lo bueno, o lo que queremos ver.

El tiempo pasa más aprisa cuanto más vacío está.

Las palabras con que se envenena el corazón de un hijo, por mezquindad o por ignorancia, se quedan enquistadas en la memoria y tarde o temprano le queman el alma.

Las grandes glorias de las que se vanaglorian muchos, palacios, factorías y monumentos, insignias con las que nos identificamos, no son más que cadáveres, reliquias de una civilización extinguida.

(Es que la gente es mala…) Mala no; imbécil, que no es lo mismo. El mal presupone una determinación moral, intención y cierto pensamiento. El imbécil o cafre no se para a pensar ni a razonar. Actúa por instinto, como bestia del establo, convencido de que hace el bien, de que siempre tiene la razón y orgulloso de ir jodiendo, con perdón, a todo aquel que se le antoja diferente a él mismo, bien sea por el color, por creencia, por idioma, por nacionalidad, o por sus hábitos de ocio. Lo que hace falta en el mundo es más gente mala de verdad y menos cazurros limítrofes.

El hombre más sabio que jamás conocí, Fermín Romero de Torres, me había explicado en una ocasión que no existía en la vida experiencia comparable a la de la primera vez en que uno desnuda a una mujer. Sabio como era, no me había mentido, pero tampoco me había contado toda la verdad. Nada me había dicho de aquel extraño tembleque de manos que convertía cada botón, cada cremallera, en tarea de titanes. Nada me había dicho de aquel embrujo de piel pálida y temblorosa, de aquel primer roce de labios ni de aquel espejismo que parecía arder en cada poro de la piel. Nada me contó de todo aquello porque sabía que el milagro sólo sucedía una vez y que, al hacerlo, hablaba un lenguaje de secretos que, apenas se desvelaban, huían para siempre. Mil veces he querido recuperar aquella primera tarde en el caserón de la avenida del Tibidabo con Bea en que el rumor de la lluvia se llevó el mundo. Mil veces he querido regresar y perderme en un recuerdo del que apenas puedo rescatar una imagen robada al calor de las llamas.

Es como la marea, ¿sabe usted? —decía, ido— La barbarie, digo. Se va y uno se cree a salvo, pero siempre vuelve, siempre vuelve… y nos ahoga. Yo lo veo todos los días en el instituto. Válgame Dios. Simios es lo que llegan a las aulas. Darwin era un soñador, se lo aseguro. Ni evolución ni niño muerto. Por cada uno que razona, tengo que lidiar con nueve orangutanes.

Las mujeres, con notables excepciones, son más inteligentes que nosotros, o cuando menos más sinceras consigo mismas sobre lo que quieren o no. Otra cosa es que se lo digan a uno o al mundo. Se enfrenta usted al enigma de la naturaleza. La fémina, babel y laberinto. Si la deja usted pensar, está perdido. Recuerde: corazón caliente y mente fría. El código del seductor.

Quiero volver a ser un hombre respetable, ¿sabe usted? No por mí, que a mí el respeto de este orfeón de monas que llamamos humanidad me la trae flojísima, sino por ella.

La televisión amigo Daniel, es el Anticristo y le digo yo que bastarán tres o cuatro generaciones para que la gente ya no sepa tirarse pedos por su cuenta y el ser humano vuelva a la caverna, a la barbarie medieval, y a estados de imbecilidad que ya superó la babosa allá por el pleistoceno. Este mundo no se morirá de una bomba atómica como dicen los diarios, se morirá de risa, de banalidad, haciendo un chiste de todo, y además un chiste malo.

Conserva tus sueños, nunca sabes cuándo te harán falta.

Odiar es un talento que se aprende con los años.

—No sé qué me ha pasado. No te ofendas, pero a veces una se siente más libre de hablarle a un extraño que a la gente que conoce. ¿Por qué será?

Me encogí de hombros. —Probablemente porque un extraño nos ve como somos, no como quiere creer que somos. —¿Es eso también de tu amigo Carax? —No, eso me lo acabo de inventar para impresionarte. —¿Y cómo me ves tú a mí? —Como un misterio. —Ése es el cumplido más raro que me han hecho nunca. —No es un cumplido. Es una amenaza. —¿Y eso? —Los misterios hay que resolverlos, averiguar qué esconden. —A lo mejor te decepcionas al ver lo que hay dentro. —A lo mejor me sorprendo. Y tú también. —Tomás no me había dicho que tuvieses tanta cara dura. —Es que la poca que tengo, la reservo toda para ti. —¿Por qué? Porque me das miedo, pensé.

Me incliné sobre ella y recorrí la piel de su vientre con la yema del dedo. Bea dejó caer los párpados, los ojos y me sonrió, segura y fuerte.

-Hazme lo que quieras … -susurró.

Tenía diecisiete años y la vida en los labios.

Querido Daniel, cuanto antes usted se dé cuenta de esto, mejor: Nada en esta cochina vida vale dos duros si no tienes alguien con quien compartirlo.

-Sólo se quiere de verdad una vez en la vida, Julián, aunque uno no se dé cuenta.

Ya tiene la vida suficientes verdugos para que uno vaya haciendo doblete y ejerciendo de Torquemada [inquisidor] con uno mismo.

La mayoría de nosotros tenemos la dicha o la desgracia de ver cómo la vida se desmorona poco a poco, sin que nos demos cuenta…

¿Sabe el loco que está loco? ¿O los locos son los demás, que se empeñan en convencerle de su sinrazón para salvaguardar su existencia de quimeras?

Pocas cosas engañan más que los recuerdos.

Sentí que se me encogía la garganta, y a falta de palabras, me mordí la voz.

Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él.

Loco es el que se tiene por cuerdo y cree que los necios no son de su condición.

Probé a ordenar los recibos del mes, pero el sonido de los fajos de papel me recordaba el roce de la ropa interior deslizándose por las caderas y los muslos pálidos de doña Beatriz Aguilar, hermana de mi íntimo amigo de la infancia.

Lo bueno se hace esperar. Hay pardillo por ahí que se creen que si le ponen la mano en el culo a una mujer y ella no se queja, ya la tienen en el bote. Aprendices. El corazón de la hembra es un laberinto de sutilezas que desafía la mente cerril del varón trapacero [tramposo]. Si quiere usted de verdad poseer a una mujer, tiene que pensar como ella, y lo primero es ganarse su alma. El resto, el dulce envoltorio mullido que le pierde a uno el sentido y la virtud, viene por añadidura.

Hay cosas que solo pueden verse entre tinieblas.

La espera es el óxido del alma.

El vino convierte al sabio en necio, y al necio en sabio.

El modo más eficaz de hacer inofensivos a los pobres, es enseñarles a querer imitar a los ricos.

Nunca hubo engaños entre nosotros, ni siquiera sin palabras.

 

 

 

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