La felicidad y la realidad

Realidad y felicidad1

Sin el descubrimiento y la comprensión de lo real, no hay felicidad creativa ni paz (14).

Nuestro primer deber -si se me permite usar esa palabra- es descubrir lo real, que es lo único capaz de traer paz, felicidad (15).

La comprensión de la relación con las cosas, las personas y las ideas, es lo único que puede traernos felicidadLa felicidad no adviene con la evaluación ni con opción alguna, llega cuando el que opta, el actor, o sea, la mente, no está ocupada consigo misma.  Cuando la mente se halla en silencio, revelan su existencia la verdad y la dicha inmensurable (15).

 Cuando la mente ve lo que es falso, se revela aquello que es verdadero, y entonces hay éxtasis, hay felicidad (16).

La buena voluntad, la felicidad y la bienaventuranza advienen sólo cuando hay búsqueda de lo real.  Lo real está cerca, no lejos.  Estamos ciegos, enceguecidos por las cosas que nos impiden ver lo que está cerca (16).

 Únicamente el descubrimiento de la verdad por cada uno de nosotros, traerá paz y felicidad al mundo (16).

La felicidad no se encuentra en la multiplicación de proyectos o sistemas ni en esos valores que ofrece la civilización moderna, sino que radica en la libertad que trae consigo la virtud [la virtud es el descubrimiento de la realidad]; la virtud no es un fin en sí misma, pero es esencial, porque sólo en esa libertad puede manifestarse lo real.  La mera búsqueda y multiplicación de valores sensorios, sólo puede conducirnos a más confusión e infelicidad, a más guerras y desastres (15).

 La felicidad radica en comprender el significado pleno de lo que es y en no huir de ello para refugiarnos en el aislamiento (15).

La felicidad está en el descubrimiento de lo que es, y eso es virtud (50).

Un concepto fabricado por el pensamiento, sea en el futuro o de acuerdo con el pasado, es un ideal -una idea proyectada o un recuerdo.  Es un juego de sombras chinescas que hace una abstracción de lo real.  Tal abstracción elude lo que está ocurriendo en el presente.  Este escapar de los hechos, es infelicidad (52).

El hombre verdaderamente feliz es aquél que comprende lo que es, que atribuye el verdadero sentido a lo que es.  Ésa es la verdadera felicidad; no tiene nada que ver con la posesión de pocas o muchas cosas sino con la comprensión del significado total de lo que es; y eso sólo puede producirse cuando reconocéis lo que es, cuando os dais cuenta de lo que es, no cuando tratáis de modificarlo o de cambiarlo (43).

 El hombre que confía en el tiempo [pone el tiempo como mediador del cambio: ‘ya lo haré’, ‘tengo que cambiar’…] como medio para lograr la felicidad, comprender la verdad o Dios, sólo se engaña a sí mismo; vive en la ignorancia y, por lo tanto, en conflicto (43).

 La felicidad no es un fin en sí misma.  Viene con la comprensión de lo que es.  Sólo cuando la mente está libre de sus propias proyecciones puede haber felicidad.  La felicidad que se adquiere es meramente satisfacción; la felicidad mediante la acción, el poder, no es otra cosa que sensación; y como la sensación pronto se marchita, existe el anhelo de más y más.  Si el más es un medio para la felicidad, entonces no es un recuerdo; es ese estado que surge con la verdad, siempre nuevo, nunca continuo (53).