La felicidad y el dolor

Felicidad y dolor1

Si podemos descubrir qué es lo que da origen al conflicto y quién es el creador del dolor, entonces, al desarraigar la causa de esto, podrá existir la verdadera felicidad del hombre (13).

Es natural, sentirse deprimido en esta época de tantas matanzas, de tanta confusión y tanto dolor.  Ahora bien, ¿aprendemos cuando estamos arriba o abajo, en las grandes alturas o en las sombras de los valles?  Vivimos nuestras vidas oscilando, arriba y abajo, a grandes alturas y a grandes profundidades.  Cuando nos hallamos en lo alto, nos sentimos tan alborozados, tan consumidos por la alegría o la felicidad, con ese sentido de plenitud, que olvidamos las profundidades y las sombras.  La alegría no es un problema, la felicidad no busca una solución; en ese estado de plenitud uno no se esfuerza por comprender.  Sólo eso existe.  Pero eso no dura, y entonces lo buscamos a tientas, recordando, tratando de asirlo, comparando.  Sólo cuando nos encontramos en las profundidades, en el valle, surgen el conflicto, la confusión, el dolor.  Queremos escapar de esto y anhelamos alcanzar las alturas una vez más.  Pero no las alcanzaremos por obra del deseo, porque la alegría llega sin que la inviten. La felicidad no es un fin en sí misma; es un incidente en el camino hacia una comprensión más amplia y profunda (14).

Debemos empezar a estar conscientes de nosotros mismos, cosa que no ocurre en la mayoría de nosotros; poniendo al descubierto lo oculto, sacándolo a la luz, descubrimos las diversas causas de la falta de armonía, las causas del sufrimiento.  Sólo esto contribuirá a producir una vida de realización plena y de inteligente felicidad (14).

Si dependemos de otro, por grande o noble que sea, estamos totalmente perdidos, porque la dependencia engendra afán posesivo, el cual resulta en lucha y dolor interminables.  El buen ánimo y la felicidad no son fines en sí mismos; son, como el valor y la esperanza, incidentes en la búsqueda de algo que es un fin en sí mismo (15).

Para ser felices debemos conocer la causa del dolor.  Conocerla y trascenderla es enfrentarse a ella, no buscar escapes por medio de ideales ilusorios o de futuras actividades del ‘yo’.  La causa del dolor es la actividad del ‘yo’ en expansión.  Incluso el anhelo de liberarnos del ‘yo’ es una actividad negadora del ‘yo’ y, por lo tanto, es engañosa (15).

Uno no puede hallar la felicidad por medio de la desdicha; para que la felicidad exista, la desdicha debe ser comprendida y, de ese modo, descartada (15).

El pensar dividido en compartimentos es una barrera para la felicidad.  La felicidad no es la negación del dolor, sino la comprensión del dolor (15).

A un hombre feliz no le interesa si es rico o pobre, a qué casta o qué país pertenece.  No tiene líderes ni templos ni dioses basados en el miedo o la promesa, de modo que vive en paz y no genera enemistad.  No puede haber felicidad si no hay terminación.  En la continuidad, en el devenir no podemos ser felices.  En la terminación está lo nuevo, hay renacimiento, júbilo, éxtasis.  En el devenir hay deterioro, lucha y dolor (15).

El proceso del pensamiento, ¿puede poner fin al dolor?  ¿Qué es el pensar?  El pensar es una respuesta de la memoria.  Si no hubiese memoria, no habría pensar.  La memoria es el residuo de la experiencia no comprendida plenamente, en su totalidad.  Sólo las experiencias incompletas dejan su huella, a la que llamamos memoria.  Así, el sufrimiento no es resuelto por medio de la memoria.  Cuando tratamos con el dolor, hay tres cosas implicadas: el pensamiento, la memoria y el esfuerzo.  El pensamiento no puede resolver el dolor.  Lo que puede dar origen a esa felicidad, no es el resultado del esfuerzo.  La felicidad no es un resultado.  Llega espontáneamente sin ser invitada.  Si buscamos la felicidad mediante el recurso de liberarnos del dolor, no comprenderemos el dolor.  Al tratar de resolver el dolor mediante el proceso del pensamiento, creamos el problema del dolor en un nivel diferente.  Cuando usamos el esfuerzo para superar el dolor, generamos la dualidad, el opuesto; y el opuesto está siempre dentro del campo de su propia causa (15).