Jueves, 8 de Agosto de 2019

J. KRISHNAMURTI:

La mente está siempre ocupada con una cosa u otra, por tonta o supuestamente importante que esa cosa puede ser. Es como ese mono, siempre inquieto, siempre parloteando, moviéndose de una cosa a otra (…). El que se encuentre vacía, completamente vacía, no es algo temible; es absolutamente esencial para la mente estar desocupada, vacía, sin esfuerzo, porque sólo entonces puede moverse en profundidades desconocidas.

El pasado y lo desconocido no se encuentran en ningún punto; no pueden ser reunidos por ninguna acción, cualquiera que sea; no hay puente que pueda cruzarse ni sendero que conduzca a ella…  El pasado y lo desconocido jamás se han encontrado y jamás se encontrarán. El pasado tiene que cesar para que lo incognoscible, esa inmensidad, pueda ser.

Cuando utiliza a alguien para sus conveniencias sexuales, o de cualquier otro modo, ¿lo llama amor?… donde hay celos, miedo, posesividad, no hay amor. El amor no admite contiendas ni celos. Cuando uno posee, hay miedo y, aunque pueda llamarlo amor, está muy lejos de serlo.

Usted puede pensar en una persona a quien ama, pero no puede pensar en el amor… en el momento en que piensa en el amor, eso no es amor; es simplemente una operación mental (…). Porque la mente está activa, llena al corazón vacío con cosas mentales, y con ellas jugamos y creamos problemas (…). Los problemas son el producto de la mente y, para que la mente solucione sus propios problemas, debe detenerse, poeque sólo cuando se detiene [sin pensamientos] hay amor.

El amor no puede ser pensado, no puede ser cultivado, ni ser practicado. La práctica del amor, la práctica de la hermandad, está aun dentro del campo de la mente y, por lo tanto, no es amor.  Cuando todo esto se detiene, el amor parece, y entonces uno sabrá lo que es amar. El amor no es cuantitativo sino cualitativo… debido a que no sabemos amar a uno, nuestro amor a la humanidad es ficticio. Cuando usted ama no hay ni uno ni muchos, sólo hay amor.  Únicamente cuando hay amor pueden resolverse todos nuestros problemas, y entonces conoceremos su dicha y su felicidad.

El amor en la relación es un proceso purificador, porque revela las formas de ser del yo… la relación es un movimiento, un proceso que debe ser profunda y totalmente comprendido y no forzado a ajustarse a un patrón interno o externo.  El conformismo, que es la estructura social, pierde peso y autoridad sólo cuando hay amor.  El amor es un proceso purificador porque revela las formas de ser del yo. Sin esta revelación, la relación tiene poco significado.

Lo que nos vuelve rancios en nuestra relación es pensar, calcular, juzgar, sopesar, ajustarnos; y lo único que nos libera de eso es el amor, el cual no es un proceso de pensamiento.

Aquellos que intentan ser célibes con el fin de alcanzar a Dios no son castos, porque están buscando un resultado o beneficio; han sustituido el sexo por una meta, un resultado, y eso es miedo. No hay amor en sus corazones (…). Sólo cuando la mente y el corazón son aligerados de su carga de miedo y de la rutina de los hábitos sensoriales, cuando hay generosidad y compasión, hay amor. Ese amor es casto.

El yo… sólo puede ser comprendido en la relación. Después de todo, el conflicto se da en la relación, ya sea con la propiedad, con las ideas, con la esposa o con el vecino; y sin resolver este conflicto básico, el atenerse únicamente a esta vía específica de distensión mediante el sexo es, obviamente, estar desequilibrado… estamos desequilibrados porque hemos convertido el sexo en la vía preferencial de evasión y la sociedad, la llamada cultura moderna, nos ayuda a hacerlo realidad. Fíjense en los anuncios, las películas, los gestos, las posturas, las actuaciones sugestivas.

El matrimonio como rutina, como el cultivo del placer habitual, es un factor de deterioro, porque en el hábito no hay amor. El amor no es rutina; el amor es algo dichoso, creativo, nuevo.

Pasión: sólo una mente que está aprendiendo es muy apasionada… siempre entusiasta, viva, en movimiento, vital, vigorosa, joven… tenemos placeres sensuales, lujuria y diversión,  pero la mayoría carecemos de este sentimiento de pasión.  Sin pasión, en el amplio sentido o significado de esa palabra, ¿cómo puede uno aprender, cómo puede uno encontrar cosas nuevas, cómo puede indagar, fluir con ese movimiento de investigación?

Disciplina: para la mayoría la disciplina es mero conformismo, represión, imitación, que finalmente nos conduce a una vida muy respetable, si es que eso es vida. Un hombre atrapado en el marco de la respetabilidad, de la represión, de la imitación, del conformismo (…) no vive en absoluto; todo cuanto ha aprendido, todo cuanto ha asimilado, es un ajuste a un patrón; y la disciplina que ha seguido le ha destruido.

Cuando escuchamos o experimentamos algo nuevo nuestra respuesta instintiva es compararlo con lo antiguo, con una experiencia pasada, con un recuerdo difuso. Ese comparar da fuerza al pasado, distorsiona el presente y convierte lo nuevo en un pasado muerto.

La concentración, que consideramos que hay que alcanzar para meditar, es en realidad una estrechez, un proceso de limitación, de exclusión.

Sólo cuando la copa está vacía puede volver a llenarse… estar así vacío es la forma de amor más elevada, de manera que no exista ni una viruta de memoria, ni una palabra, ni una conclusión que distorsione la percepción… Cuando la mente está totalmente vacía y silenciosa es capaz de renovarse a sí misma por completo, sin presiones ni circunstancias externas. Entonces se torna algo claro, prístino y aparece una alegría que no es placer.

El deseo de conservar energía es avaricia. Esta energía esencial no puede conservarse o acumularse; surge con el cese de la contradicción en el interior de uno mismo… esta energía, esta intensidad, esta vitalidad no surge de haber reunido energía, sino del acto mismo de la investigación. La energía aparece del propio acto de indagación.

Quien es feliz, quien ama, no quiere posesiones, no se lo lleva por delante el éxito, ni el poder, la posición o la autoridad. Es el infeliz y el desgraciado el que busca el poder y el éxito como una escapatoria de su propia insuficiencia.

La realidad es lo que sois, lo que hacéis, pensáis, y vuestra creencia en Dios no es sino una escapatoria de vuestra vida monótona, estúpida y cruel.

A menos que uno esté altamente iluminado, sea inteligente y sensible, el ser humano se mantiene despierto a través de la experiencia, del desafío. Y debéis recibir toda experiencia y a continuación no guardar de ella ni la sombra.

Una mente tranquila, una mente sosegada, nunca experimenta. Sólo experimenta el observador [el Yo], y en él no hay ninguna mente sosegada.

El miedo sólo puede existir en relación a algo, no en aislamiento. ¿Cómo puedo tener miedo de la muerte, cómo puedo tener miedo de algo que desconozco? Sólo puedo temer aquello que conozco.  Cuando digo que tengo miedo de la muerte, ¿tengo realmente miedo de lo desconocido, que es la muerte, o tengo miedo de perder lo que he conocido?  Mi miedo no es de la muerte, sino de perder mi asociación con cosas que me pertenecen.  Mi miedo es siempre en relación a lo conocido, no a lo desconocido.

El miedo embota la mente y el corazón, de manera que no estamos alerta frente a todo el significado de la vida; nos hacemos insensibles a nuestros propios pesares, al movimiento de las aves, a las sonrisas y miserias de los demás. El miedo consciente e inconsciente tiene muchas causas distintas, y para deshacernos de ellas necesitamos una atención vigilante. El miedo no puede eliminarse con disciplina, sublimación o mediante cualquier otro acto de la voluntad: es necesario buscar y comprender sus causas. Para ello se requiere paciencia y una atención en la que no tenga cabida ningún juicio.

El miedo surge en el proceso de escapar de lo que es [la Realidad].

El miedo es producto del pensamiento. El miedo en todas sus formas es pensamiento en acción con respecto al pasado, a través del presente y hacia el futuro… el miedo es movimiento del tiempo; y si deseamos liberarnos del miedo, sería muy importante comprender este movimiento del tiempo, que en esencia es el proceso de pensamiento.

La libertad no está al final, la libertad no es un producto final; debe estar al principio, de otro modo no se puede descubrir.

Libertad significa: libertad en sí misma, no respecto de algo.

Si disponéis de pruebas acerca de la existencia de Dios, entonces no hay Dios [risas] porque la prueba es de la mente. ¿Cómo puede la mente demostrar o no a Dios? Por lo tanto, vuestro dios será una proyección de la mente de acuerdo a vuestra satisfacción, apetito, felicidad, placer o temor.

Quien cree en Dios nunca puede hallarle. Si estáis abiertos a la realidad, no puede haber ninguna creencia sobre la realidad.  Si estáis abiertos a lo desconocido, no es posible que alberguéis la creencia en lo desconocido. Después de todo, creer es una forma de autoprotección, y sólo una mente mezquina puede creer en Dios.

La mente es el producto del pasado, el resultado del ayer; ¿cómo puede una mente así estar abierta a lo desconocido? Sólo puede proyectar una imagen, pero esa proyección no es real. Así que vuestro dios no es Dios, es una imagen que os habéis fabricado, una imagen de vuestra propia gratificación.

Ni el creyente ni el no creyente pueden hallar a Dios; porque la realidad es lo desconocido, y vuestra creencia o no creencia en lo desconocido no es más que una autoproyección y, por lo tanto, irreal.

Dios… para conocer lo inconmensurable, lo que no es del tiempo, la mente debe liberarse de eso mismo, lo cual significa que la mente debe estar libre de todo pensamiento, de toda idea acerca de Dios.

Mientras exista un ‘mi’ que quiera experimentar, no habrá experiencia de la realidad. Por eso debe cesar por completo el experimentador [el Yo], la entidad que busca a Dios, que cree en Dios, que le reza a Dios.  Sólo entonces puede manifestarse la realidad inconmensurable.

Para hallar la realidad esencial que el ser humano ha llamado Dios durante miles de años, debéis liberaros de toda creencia, debéis liberaros de la autoridad. Sólo entonces podréis descubrir si existe Dios.

Cuando elegimos un gurú a causa de la confusión, ese gurú también estará confuso, si no, no lo habríamos elegido. Comprenderos a vosotros mismos es esencial y un gurú que haga honor a ese nombre debe obviamente decíroslo. Pero para la mayoría de nosotros es una cuestión fatigosa; ansiamos un alivio rápido, así que nos dirigimos a un gurú que nos proporcionará una píldora satisfactoria. No buscamos la verdad, sino la comodidad; y quien nos proporciona comodidad, nos esclaviza.

La felicidad viene con la comprensión de lo que es. Sólo puede haber felicidad cuando la mente está liberada de todas sus proyecciones. La felicidad… a través de la acción, del poder, sólo es una sensación y como sensación no tarda en marchitarse, pues se ansía más y más. Mientras el querer más sea un medio para alcanzar la felicidad, el final siempre será insatisfacción, conflicto y miseria.  La felicidad no es un recuerdo; es ese estado que surge con la verdad, siempre nuevo, nunca continuo.

Los ideales no son más que medios de posponer, una excusa para evitar suscitar un cambio real.  Mientras alberguemos un ideal, siempre existirá un conflicto entre lo que es y lo que debería ser y dilapidaremos muchísimas energías en ese conflicto interior, a través del que esperamos provocar un cambio fundamental.  Si somos envidiosos, sentamos el ideal de la no envidia, con la esperanza de librar a la mente de la envidia. Pero… el ideal impide la comprensión de lo que es, que es la envidia.  Así que los ideales no son importantes, sino un impedimento, algo que hay que apartar de sí por completo.

El ideal es ficticio, creado por el ego, y convertirse en el ideal es escaparse de lo que es.

La imaginación no tiene lugar en la meditación; debe ser totalmente descartada, pues la mente atrapada en la imaginación sólo puede engendrar confusión. La mente debe permanecer clara, sin movimiento [sin pensamientos], y a la luz de esa claridad se revela lo atemporal.

La inmortalidad sólo puede conocerse cuando cesa el pensamiento, cuando a través de la comprensión, llega a su fin el proceso de pensamiento.

Sois el resultado de vuestro entorno pasado y presente, y lo que expresáis, llamadlo individualidad o autoexpresión, no es más que la expresión de ese entorno condicionador. Para mí, la verdadera expresión de individualidad es esa inteligencia que se despierta al liberar la mente del entorno condicionador del pasado y el presente.

ESFUERZO:

  • La iluminación, la comprensión de lo real, nunca llega a través de la expansión del yo, a través de un esfuerzo del yo por crecer, de devenir, de lograr algo, y no hay esfuerzo aparte de la voluntad del yo.

  • Todo esfuerzo que ahora realizamos proviene del deseo de autoexpansión; sólo cuando está presente una atención natural puede haber descubrimiento y comprensión, una percepción de lo verdadero.

  • Lo que libera es la verdad, no vuestro esfuerzo por ser libres.

  • El esfuerzo es la negación de la comprensión. Sólo en la mente tranquila, en la mente simple, en la mente sosegada, no abrumada por sus propios esfuerzos (…). Sólo en una mente así puede darse la comprensión, ver la verdad.

  • Sólo cuando cesa el esfuerzo se cuenta con una ilimitada energía interior, y la mente permanece clara como el cristal, pudiendo hacer frente a cualquier problema humano.

AVARICIA:

  • Una mente avariciosa es una mente conflictiva; una mente avariciosa siempre está temerosa, y envidiosa acerca de su propio crecimiento y satisfacción. Una mente así siempre cambia los objetos de su deseo y ese cambio lo considera crecimiento; una mente avariciosa que renuncia al mundo a fin de buscar la Realidad, o a Dios, sigue siendo avariciosa.  La avaricia siempre está inquieta, siempre busca crecer, satisfacción y esta actividad agitada crea una inteligencia arrogante que no es capaz de comprender lo Real.

  • Para vivir en el mundo de la avaricia sin avaricia es necesario poseer una profunda comprensión; vivir de manera sencilla, y ganarse el sustento en un mundo organizado sobre la agresión y la expansión económica, sólo es posible para quienes han descubierto riquezas interiores.

  • La avaricia de Realidad es igual que la que ansía posesiones.

 

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