Domingo, 6 de Octubre de 2019

Siempre que celebro una ceremonia de matrimonio entre amigos míos, digo un sermón como éste: ‘Lo que voy a decir puede parecer, a primera vista, deprimente e incluso cínico, pero creo que no pensaréis lo mismo en la práctica. Existen tres cosas que me gustaría que tomaseis en consideración. La primera es que en estos momentos, os estáis viendo en vuestro mejor estado. Todas las cosas se desintegran con el tiempo, y a medida que pasen los años tenderéis a empeorar en vez de a mejorar. Por tanto, no entréis en el matrimonio pensando que os mejoraréis mutuamente. Puede haber mejora, pero no se la puede forzar. La segunda tiene que ver con la honestidad emocional. Nunca pretendáis un amor que en realidad no sentís, pues no podemos controlar nuestro amor. Por la misma razón, no reclaméis el amor de vuestro compañero como un deber, ya que esta clase de amor nunca es verdadero y no brinda placer. La tercera es que no debéis depender el uno del otro hasta estrangularos mutuamente. No sois propiedad del otro y debéis confiar en vuestro compañero a fin de darle una total libertad para que él o ella sean quienes son. Si observáis esto, vuestro matrimonio tendrá una base más segura de la que pueda ofrecer ningún contrato formal o promesa puede ofrecer, por solemne y legalmente obligatorio que sea’. Alan Watts.

PROMETO:

Ser lo bastante fuerte para que nada pueda turbar mi paz interior.
Hablar de salud, felicidad y prosperidad con toda persona que me encuentre.
Hacer sentir a todos mis amigos que hay algo valioso en ellos.
Ver el lado positivo de las cosas y hacer una realidad de mi optimismo.
Pensar solamente lo mejor, trabajar solamente por lo mejor y esperar solamente lo mejor.
Entusiasmarme con el éxito de los demás tanto como con el propio.
Olvidar los errores del pasado y esforzarme por hacer algo mejor en el futuro.
Llevar siempre un semblante alegre y sonreír a todo ser viviente.
Aplicarme de tal manera al mejoramiento propio, que no me quede tiempo para criticar a los demás.
Ser demasiado grande para preocuparme, demasiado noble para enojarme, demasiado fuerte para temer y demasiado Feliz para permitir la presencia del mal humor.
Simplemente: ¡Ser Feliz!

C. D. Larson

 

INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA. JULIÁN MARÍAS.

El hombre , para vivir, necesita saber a qué atenerse respecto a su situación; la razón de esto es clara: el hombre no reacciona simplemente a los estímulos de su contorno o ambiente, sino que ese contorno le es presente en forma de mundo, con el cual y en el cual tiene que hacer su vida, que no le es dada ni se hace mediante un automatismo; por esto el hombre tiene que elegir entre el repertorio de posibilidades con que se encuentra, y esta elección tiene que justificarse, no por ninguna razón extrínseca, sino porque esa justificación misma es el motivo real de la elección, lo que hace que una posibilidad concreta y no otra se realice en su vida.  Esa elección tiene que hacerse, pues, en vista de la situación, y por esto pertenece esencialmente a la vida humana un ‘saberse a sí misma’, en el sentido concreto de saber a qué atenerse. Cuando el hombre no está en claro respecto a su situación, para poder vivir –no por ningún capricho o curiosidad- tiene que intentar hacerse cargo de ella; y a lo que el hombre hace para conseguir este fin es lo que llamamos pensamiento, que por lo pronto no es nada ‘teórico’ ni agregado a la vida humana, sino una estricta función vital. ¿Cuál es el resultado de esa función, cuando se logra? No forzosamente el conocimiento, sino el saber, una de cuyas formas especialmente importante desde nuestro punto de vista actual, pero solo una entre varias, es el conocimiento.  Vimos antes que lo opuesto al saber no es propiamente el ignorar, sino la incertidumbre, que es un tipo muy concreto de ignorancia: la que afecta a un ingrediente dinámicamente activo de mi situación, en vista del cual tengo que orientar mi conducta.  Por eso incertidumbre equivale a desorientación o perplejidad y es siempre una duda –dubium-, porque implica una dualidad –por lo menos- de instancias o posibilidades, y por eso no se sabe qué hacer…

… el hombre a quien van a amputar una pierna o a matar, está en una situación de temor o angustia, pero en modo alguno de incertidumbre,  porque sabe perfectamente a qué atenerse acerca de su lamentable situación.

… habría que distinguir, entre los ‘saberes’, ‘conocimientos’, ‘noticias’ o ‘enunciados’ y la función veritativa [comprobación]… que en ciertas situaciones pueda estarles adscrita. Y, si se quiere usar con algún rigor el término, a ésta habría que reservar el nombre de verdad.

Como lo humano admite grados y una pluralidad de estratos y dimensiones, y además varía con el tiempo, no se pueden establecer relaciones fijas del hombre con la verdad, de suerte que queden definidos los tipos de vida posibles en este respecto.

Vivir en el ámbito de la verdad acontece siempre que un individuo o una época vive apoyándose en un repertorio de verdaderas creencias, en las cuales está auténticamente incardinada su existencia. Ese repertorio puede ser angosto o amplísimo, tosco o preciso; en todo caso, el hombre descansa sobre ese supuesto, del cual es realmente solidario y vive en rigurosa autenticidad. Las épocas que llamamos ‘clásicas’ suelen ser mundos en que se da esta situación; de ahí la frecuencia en ellas de las vidas logradas que nos producen sensación de plenitud y peso, que nos parecen –por serlo- vidas verdaderas.

Vivir en el horizonte de la verdad: vivir con pretensión de verdad, buscándola en la medida en que no se la tiene o resulta deficiente.

Eludir tomar la vida en serio… llenándola, para ello, de quehaceres o diversiones, de placer, de trabajo, de poder, de éxito; pero, como la sustancia misma de la vida es seriedad, esa elusión significa eludir la vida misma, desvivirla y caer en los modos deficientes de autenticidad.

El hombre que vive sobre un supuesto de ideas y creencias de cuya falsedad está íntimamente convencido, o que al menos sospecha, y que no tiene el ánimo necesario para vivir en la duda y a la intemperie, para sentirse perdido, aplazar decisiones y ponerse a realizar esa faena inexorable que es el pensar –inexorable, porque cuando es auténtico no admite componendas y sólo se aquietan con la verdad misma-; cuando no tiene ese ánimo, digo, huye de la verdad y la persigue, porque adivina que su mera presencia arruina el irreal fundamento de su vida.  Mejor dicho –y esto es lo más grave-, de su contravida, de su vida forma inautenticidad, que es el modo de no ser  de la vida humana.

 

MILAN KUNDERA:

En estos días sólo puede ser optimista un gran cínico.

Estoy bajo el agua y los latidos de mi corazón producen círculos en la superficie.

La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido.

La seguridad es tan corrosiva como lo son las dudas.

La vida es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir.

Los amores son como los imperios: cuando desaparece la idea sobre la cual han sido construidos, perecen ellos también.

Toda utopía comienza siendo un enorme paraíso que tiene como anexo un pequeño campo de concentración para rebeldes a tanta felicidad; con el tiempo, el paraíso mengua en bienaventurados y la prisión se abarrota de descontentos, hasta que las magnitudes se invierten.

Los errores personales no son causa de verguenza, lo que realmente humilla es que son vistos por todos.

El hombre cree que desempeña su papel en determinada obra y no sabe que mientras tanto han cambiado el decorado en el escenario sin que lo note y sin darse cuenta se encuentra en medio de una representación completamente distinta.

El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien, sino en el deseo de dormir junto a alguien.

Las metáforas son peligrosas. Con las metáforas no se juega. El amor puede nacer de una metáfora.

El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados, sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo; y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido.

Si las personas sólo fueran responsables de lo que hacen conscientemente, los idiotas estarían de antemano libres de cualquier culpa.

Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo a las leyes de la belleza, aún en momentos de más profunda desesperación.

Pienso luego existo lo dijo un intelectual que subestimaba el dolor de muelas.

Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado.

 

 

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