Calma mental

Calma mental1

A veces experimentamos un estado de calma, de una claridad y un júbilo extraordinarios cuando la mente está serena y silenciosa.  Estos instantes llegan inesperadamente, sin que los invitemos.  Tal experiencia no es el producto de un pensamiento calculado, disciplinado.  Ocurre cuando el pensamiento ha cesado de devenir, cuando la mente no se debate en el conflicto de los problemas que ella misma ha creado (15).

La mente, al darse cuenta de sus propias actividades, genera calma (15).

 La totalidad de la mente tiene que estar en calma, lo que significa que todo el proceso del pensamiento debe terminar; y no puede terminar cortándolo, ni actuando sobre él, sino sólo comprendiéndolo.  Cuando se comprende todo el proceso del pensamiento, adviene a la mente una calma en la cual no existe el experimentador [el yo] ni lo experimentado [lo hay dualidad, solo existe la experiencia, sin ningún ‘yo’ que la experimente], no hay movimiento alguno (19).

El cerebro tiene que funcionar en este mundo con la razón, con cordura, con claridad; pero interiormente ha de estar completamente en calma (34).

La mente no está en calma cuando está adquiriendo o convirtiéndose en algo.  Toda adquisición es conflicto; todo devenir es un proceso de aislamiento.  La mente no está en calma cuando está disciplinada, bajo control o contenida; una mente así es una mente muerta (46).

 La mente sólo se halla en calma cuando no está atrapada en el pensamiento, que es la red de su propia actividad (46).

Lo difícil es que la mente esté en calma; porque la mente siempre está preocupada o inquieta, siempre va en busca de algo, adquiriendo o desechando, buscando y encontrando.  La mente nunca está en calma, está en continuo movimiento.  La purificación de la mente es la tranquilidad del corazón (46).

Estamos tratando constantemente de ser esto o aquello, de lograr un estado particular, de aprehender una clase de experiencia y evitar otra, de modo que la mente está perpetuamente ocupada con algo; nunca está en calma para escuchar el ruido de sus propias luchas y dolores (53).