Belleza, verdad y atención plena

Belleza1La belleza no está divorciada de la acción.  La verdadera acción es la armonía misma de todo el ser (12).

La belleza se relaciona con la realidad únicamente cuando la realidad se manifiesta por medio de aquellas virtudes que son esenciales [para esa manifestación se requiere plena atención que es acción y no la reacción de una mente condicionada] (16).

Aquél que busca la verdad es aquél que busca la belleza; no son distintos.  La belleza no es la mera ornamentación exterior, sino esa riqueza que llega gracias a la libertad de la comprensión interna, cuando nos damos cuenta lúcidamente de lo que es[la realidad] (16).

Hay belleza interna sólo cuando no hay conflicto, cuando hay amor, compasión, generosidad (16).

Cuando a causa de nuestro deseo de seguridad toleramos algo feo, lo feo parece embellecerse, porque es una forma de autoprotección; de lo contrario, podríamos resultar lastimados, podríamos ser destruidos por completo.  Vemos así cómo, lo que era feo, horrible, poco a poco se ha ido volviendo hermoso (16).

Nos complacemos en la mera sensación.  Si no nos complacemos en eso, entonces la belleza tiene un significado por completo diferente.  Entonces cada vez la abordamos de nuevo (16).

Para descubrir qué es la belleza, tenéis que negar toda la belleza que el hombre ha creado.  Para experimentar la esencia de la belleza, tiene que haber primero la destrucción de todo lo que se ha creado hasta ahora; porque la expresión por muy maravillosa que sea, no es belleza (34).

Vivir con la belleza, o vivir con una cosa fea, y no habituarse a ella, requiere enorme energía, una alerta percepción que no permite que vuestra mente se embote (47).

Para la mayoría de nosotros la belleza es un asunto de proporción, forma, tamaño, contorno, color.  Vemos un edificio, una montaña, un río, y decimos que eso es bello; pero ahí sigue estando el espectador externo, el experimentador que mira estas cosas y, por lo tanto, lo que él llama belleza está todavía dentro del campo del tiempo.  Pero yo siento que la belleza está más allá del tiempo y que, si queremos conocer la belleza, tiene que llegar a su fin el experimentador [el yo].  El experimentador es meramente una acumulación de experiencias desde la cual juzgamos, evaluamos, pensamos.  Cuando la mente mira una pintura o escucha música o contempla el rápido fluir de un río, por lo general lo hace desde el trasfondo de la experiencia acumulada; mira desde el pasado, desde el campo del tiempo, y para mí eso no es, en absoluto, conocer la belleza.  Es posible conocer la belleza –que es el descubrimiento de lo eterno– cuando la mente está por completo sola [sin condicionamiento], únicamente así.  Y eso no tiene nada que ver con lo que dicen los sacerdotes, con lo que dicen las religiones organizadas.  La mente ha de hallarse totalmente libre de influencias, no debe estar contaminada por la sociedad, por la estructura psicológica de la codicia, la envidia, la ansiedad, el miedo (60).

El sentido de la belleza adviene sólo cuando hay gran bondad, consideración, solicitud, que constituyen la esencia misma del afecto (49).

La belleza no está en la actriz; la belleza es algo total, no está en el rostro, en la figura, en la sonrisa, sino donde hay una cualidad de comprensión total, donde está la totalidad del propio ser.  Cuando eso es lo que mira, hay belleza (72).

La belleza llega con el orden, no cuando hay desorden en nuestras vidas.  La belleza no se encuentra en el museo, en la pintura, en las estatuas o escuchando un concierto.  La belleza no está en un poema o en hermoso cielo de un atardecer o en la luz sobre el agua o en el rostro de una persona hermosa o en el edificio.  La belleza existe sólo cuando la mente y el corazón están en completa armonía y esa belleza no puede ser alcanzada por una mente superficial presa en el desorden de este mundo (51).

En tanto opere la imaginación, que es la actividad del pensamiento, hagan lo que hagan, la mente jamás podrá estar en silencio, en paz, con un sentimiento de gran belleza interna y de eficiencia (57).

La belleza no es una cosa abstracta, sino que acompaña a la bondad.  Bondad en el proceder, bondad en la conducta, bondad en la acción (58).

Hemos perdido el sentimiento de la belleza natural, no solamente la belleza del rostro o del buen gusto en el vestir y esas cosas, sino la cualidad de la belleza en sí.  La belleza no puede existir sin la vida.  La belleza no es del tiempo (41).

La belleza es algo que debe ser percibido, no guardado en la mente como un recuerdo (56).

Cuando hay un observador [que valora], que es el censor, el experimentador, el pensador, no hay belleza, porque entonces la belleza es algo externo, algo que el observador mira y juzga.  Pero cuando no hay observador -y esto exige muchísima meditación e investigación-, entonces existe la belleza sin el objeto (56).

El ambicioso no conoce la belleza.  La belleza es la sensibilidad a la esencia [que adviene cuando observamos sin pensar, cuando estamos atentos a la realidad] (60).

La belleza no es el logro de un fin; es la realidad ahora, no mañana (43).

 La riqueza, la belleza interior con sus tesoros imperecederos, surge cuando la mente es libre, y la mente sólo puede ser libre cuando no existe el miedo.  La comprensión del miedo viene con el conocimiento propio, no por medio de la resistencia al miedo (55).

La belleza no está en la montaña, en los cielos, en los valles, o en el ondeante río.  La belleza está donde no está el yo.  La belleza existe sólo donde hay amor [donde no hay una mente fragmentada, donde hay conocimiento propio].  Y la belleza, como el amor es compasión.  Para dar con este gran sentido de belleza, tiene que haber ausencia del yo, del ego, de la actividad egocéntrica del devenir.  Tiene que existir en uno el gran silencio.  Ese silencio implica vacío de todo.  En ese vacío hay un vasto espacio.  En ese vasto espacio existe una energía inmensa, no la energía del interés propio, sino una energía ilimitada, infinita (64).

La belleza y el amor son la misma cosa.  Sin amor no hay belleza, y sin belleza no hay amor.  La belleza está en la forma, la belleza está en el hablar, la belleza está en la conducta (42).

El deseo de sensación crea nuestro apego a la música, a la belleza (46).

La belleza está en vivenciar, no en la experiencia; porque la experiencia es siempre del pasado, y el pasado no es la vivencia, no es el vivir (46).

Para que surja la belleza, la mente debe darse cuenta de su propia mezquindad sin previa opción; debe haber una alerta percepción en la que haya cesado toda comparación (46).

El efecto de la belleza y de la grandeza es ahuyentar nuestros problemas y conflictos cotidianos, lo que es un alivio (46).

No hay belleza sin austeridad (53).

Negar el patrón aceptado de la belleza -pasada o presente- es descubrir la belleza que está más allá del pensamiento y el sentimiento.  Pero para descubrirla se necesita energía.  Esta energía adviene cuando no hay conflicto, contradicción, y cuando la acción no es una acción parcial (48).

El Pandit Jagannath Upadhyaya, erudito Mahayana [gran vehículo.  Rama del budismo, frente a Hinayana: pequeño vehículo] en la tradición de Najarjuna me dijo: ‘nosotros tenemos que entender la dialéctica de Krishnamurti, pero la esencia de Krishnaji es la belleza, un desbordamiento total del ser’ (10).

La belleza externa jamás puede ser permanente, se estropea siempre si no existen el deleite y la dicha internos.  Nosotros cultivamos lo externo, y prestamos muy poca atención a lo que ocurre bajo la piel; pero lo interno se impone siempre a lo externo [si hay plena atención].  Es el gusano dentro de la manzana el que destruye la frescura de la manzana (10).