M.-Yourcenar

Cursó estudios universitarios, especializándose en cultura clásica, y empezó a publicar diez años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, aunque con escaso éxito.

Su fama como novelista la debe a dos grandes novelas históricas que han tenido gran resonancia: Memorias de Adriano(1951), reconstrucción histórica realizada con gran celo documental de la vida del más ilustrado de los emperadores romanos. Escrita a modo de carta dirigida como testamento espiritual a su sucesor designado, es una meditación del hombre sobre sí mismo, e ilustra el único remedio posible a la angustia de la muerte: la voluntad de vivir conscientemente, asumiendo el deber principal del hombre que es el perfeccionamiento interior. La otra fue Opus nigrum (1965), obra fruto de cuidadosas investigaciones, que gira en torno a la figura del médico alquimista y filósofo Zenón, intelectual enfrentado a los problemas del conocimiento.

SELECCIÓN DE FRASES:

‘La imagen del tiempo transcurrido se refleja en mi memoria’.

‘Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón’.

‘Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee’.

‘Exageráis la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble’.

‘A veces hace falta un ramalazo de locura para construir un destino’.

‘El amor y la locura son los motores que hacen andar la vida.

‘Tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocarse’.

‘¿Quién sería lo bastante insensato para morir sin haber dado al menos la vuelta a su cárcel?’.

‘¿A dónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti’.

‘Cada uno de nosotros posee más virtudes de lo que cree, pero sólo el éxito las pone de relieve, quizá porque entonces se espera que dejemos de manifestarlas’.

‘Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad’.

‘No hay nada que temer. He tocado fondo. No puedo caer más bajo que tu corazón’.

‘¡Qué insípido hubiera sido ser feliz!’.

‘Todo ser que haya vivido la aventura humana, vive en mí’.

‘Era demasiado joven para sospechar que la existencia no está hecha de súbitos impulsos y de obstinada constancia, sino de compromisos y de olvidos’.

‘La amistad es, ante todo certidumbre, y eso es lo que la diferencia del amor’.

‘No vemos dos veces el mismo cerezo ni la misma luna sobre la que se recorta un pino. Todo momento es el último porque es único. Para el viajero, esa percepción se agudiza debido a la ausencia de rutinas engañosamente tranquilizadoras, propias del sedentario, que nos hacen creer que la existencia va a seguir siendo como es por algún tiempo’.

‘Conocer bien las cosas es liberarse de ellas’.

‘Se puede ser felíz y seguir estando triste’.

‘Un corazón es tal vez algo sucio. Pertenece a las tablas de anatomía y al mostrador del carnicero. Yo prefiero tu cuerpo’.

‘La muerte es un sacramento del que sólo son dignos los más puros: muchos hombres se deshacen, pocos mueren’.

‘No puede construirse una felicidad sino sobre los cimientos de una desesperación. Creo que voy a ponerme a construir’.

‘El crimen del loco consiste en que se prefiere a los demás. Esta preferencia impía me repugna en los que matan y me espanta en los que aman. La criatura amada ya no es, para esos avaros, sino una moneda de oro en que crispar los dedos. Ya no es un dios: apenas es una cosa. Me niego a hacer de ti un objeto, ni siquiera el Objeto amado’.

‘¿Ingenio? ¿En el dolor? Puede ser, pues hay sal en las lágrimas’.

‘He leído con frecuencia que las palabras traicionan al pensamiento, pero me parece que las palabras escritas lo traicionan todavía más’.

‘Si es difícil vivir, es aún mucho más penoso explicar nuestra vida’.

‘Todos nos transformaríamos si nos atreviéramos a ser lo que somos’.

‘Toda felicidad es inocencia’.

‘Quizás lo que haga la voluptuosidad tan terrible sea que nos enseña que tenemos un cuerpo. Antes, sólo nos servía para vivir. Después, sentimos que aquel cuerpo tiene su existencia particular, sus sueños, su voluntad y que, hasta la muerte, tendremos que contar con él, cederle, transigir o luchar. Sentimos (creemos sentir) que nuestra alma sólo es su mejor sueño’.

‘En el fondo de toda gran impotencia encontramos un sentimiento de tranquilidad’.

‘El sufrimiento nos hace egoístas porque nos absorbe por entero: sólo más tarde, en forma de recuerdo, nos enseña la compasión’.

‘Hay algo reprobable en mostrarse demasiado cariñoso cuando uno se va, como para que lo echen de menos’.

‘Por primera vez sentía un placer perverso en ser diferente de los demás. Es difícil no creerse superior cuando uno sufre, y el ver gente feliz nos da náuseas’.

‘…quitarme de nuevo la ropa como hubiera deseado quitarme el cuerpo’.

‘No presumo de haber amado. He sentido demasiado lo poco durables que son las emociones más vivas para querer, al acercarme a seres perecederos, encaminados hacia la muerte, extraer un sentimiento que se pretende inmortal’.

‘Creo que sólo hubiera podido amar a un ser perfecto y soy demasiado mediocre para merecer que me aceptara, incluso si lo encuentro algún día’.

‘Y esto no es todo, amiga mía: nuestra alma, nuestro espíritu y nuestro cuerpo tienen exigencias generalmente contradictorias; creo difícil unir satisfacciones tan diversas sin envilecer a unas y sin desanimar otras, así que he disociado el amor’.

‘Me he limitado casi siempre a complicidades banales, por un terror oscuro a enamorarme y sufrir. Basta con ser prisionero de un instinto, no quiero serlo también de una pasión, y creo sinceramente que no he amado nunca’.

‘La vida es el misterio de todo ser humano: es tan admirable que siempre se la puede amar’.

‘Como todo el mundo, sólo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de mi mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los hombres; y los libros…. En cuanto a la observación de mi mismo, me obligo a ella, aunque sólo sea para llegar a un acuerdo con ese individuo con quien me veré forzado a vivir hasta el fin’.

‘El frote de dos parcelas de carne no define el fenómeno del amor así como la cuerda rozada por el dedo no explica el milagro infinito de los sonidos’.

‘Se dice: loco de alegría. También podría decirse: cuerdo de dolor’.

Su relación con Grace Frick acabó resumiéndola con una naturalidad a la vez sabia y patética: ‘fue muy simple. Primero, una pasión; después, una costumbre, y al final, sólo una mujer que cuida a otra mujer enferma’.

Rodeada de libros y habitada por sus fantasmas, permanecía en su casa, adoptando la misma actitud que su héroe en las Memorias de Adriano: ‘como el navegante que ve alzarse al anochecer la bruma luminosa y descubre poco a poco la línea de la costa, así empiezo a percibir el perfil de mi muerte’.