Tercera charla en el Robledal. 23 de julio de 1949

 

Charla en el RobledalP: ¿hay alguna diferencia entre mi intención de escucharlo a usted, y la de ir de un instructor a otro?

Krishnamurti:

Es usted quien tiene que descubrirlo. ¿Por qué va de un instructor a otro, de una organización a otra, de una creencia a otra? O ¿por qué está usted tan bloqueado por una creencia, cristiana o la que fuere? ¿Por qué? ¿Por qué hacemos esto? No sólo en Norteamérica, sino en todo el mundo, tiene lugar este terrible desasosiego, este deseo de ‘encontrar’. ¿Por qué? ¿Piensa que buscando encontrará? Antes de que pueda buscar, debe contar con el instrumento de la búsqueda. Debe ser capaz de buscar, no limitarse a emprender la búsqueda. Para tener esa capacidad de buscar, ha de comprenderse a sí mismo, es obvio. ¿Cómo puede buscar sin conocerse primero a sí mismo, sin saber qué está buscando, y qué es lo que en usted emprende la búsqueda? Los hindúes –yoguis, swamis, etc.- vienen aquí desde la India y ofrecen su mercadería, y ustedes van allá y predican y convierten. ¿Por qué? Éste sería un mundo dichoso si no hubiera ni maestros ni discípulos.

¿Qué es lo que en realidad buscamos? ¿Es que estamos aburridos de la vida, aburridos de un conjunto de ceremonias, de una serie de dogmas, de rituales eclesiásticos, y entonces recurrimos a otra cosa porque es algo nuevo, más excitante: palabras sánscritas, hombres barbudos, todas y demás? ¿Es ésa la razón? ¿O queremos hallar un refugio, un escape, en el budismo o en alguna otra creencia religiosa organizada? ¿O lo que buscamos es satisfacción? Es muy difícil discernir y darnos cuenta de lo que realmente buscamos. Variamos de un periodo a otro; cuando estamos aburridos, cansados, cuando nos sentimos desdichados, deseamos algo supremo, perdurable, final, absoluto. Sólo muy pocos son consecuentes en su búsqueda, mejor dicho, en su investigación. La mayoría de nosotros quiere distraerse. Si somos intelectuales, queremos una distracción intelectual, y así sucesivamente.

Entonces, ¿puede uno genuinamente, auténticamente, descubrir por sí mismo qué es lo que necesita? No lo que uno debería tener, o lo que piensa que debería tener, sino descubrir por uno mismo qué es lo que necesita internamente qué es lo que busca de manera tan incesante. Y ¿puede uno descubrir cuando busca? Por cierto, encontremos aquello que estamos buscando, pero cuando obtenemos lo que deseamos, esto pronto se marchita , se convierte en cenizas. En consecuencia, antes de ponernos a buscar, de obtener lo que deseamos, es indispensable descubrir quién es el buscador que busca, porque si el buscador no se comprende a sí mismo, lo que encuentre será tan sólo una ilusión autoproyectada. Y podrá vivir dichosamente en esa ilusión por el resto de su vida, pero eso no dejará de ser una ilusión.

Así que, antes de buscar, antes de ir de maestro en maestro, de organización en organización, de creencia en creencia, es fundamental descubrir quién es la persona que está buscando y qué es lo que busca; no limitarse a ir de tienda en tienda, esperando encontrar la camisa apropiada. Lo que tiene importancia primordial, pues, es conocernos a nosotros mismos, no salir y ponernos a buscar; eso no quiere decir que usted deba volverse un introvertido y eludir toda acción, lo cual es imposible. Podrá conocerse a sí mismo únicamente en la relación, no en el aislamiento. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre la intención que uno tiene al venir aquí y escuchar, y la de acudir a otro instructor? No hay ninguna diferencia si uno viene aquí tan sólo para obtener algo: pacificación, consuelo, ideas nuevas, o que lo persuadan para que ingrese en una organización o para que la abandone (…) y Dios sabe qué otras cosas.

Evidentemente, aquí no hay refugio, no hay ninguna organización. Aquí, ustedes y yo tratamos, si es posible, de ver exactamente lo que es, de vernos a nosotros mismos tal como somos. Y eso es sumamente difícil a causa de nuestra astucia; ya conocen ustedes todos los innumerables trucos que nos jugamos a nosotros mismos. Aquí, tratamos de desnudarnos internamente y de vernos, porque en esa desnudez del ser adviene la sabiduría, y esa sabiduría es la que trae consigo felicidad. Pero, si nuestra intención es encontrar consuelo, algo que nos oculte de nosotros mismos, que nos ofrezca un escape, entonces, obviamente, hay numerosas maneras de hacerlo: mediante la religión, la política, las diversiones, los conocimientos (…) ya conocen ustedes toda la gama. Y yo no veo cómo forma alguna de afición, de distracción, de escape –por placentera que sea y a la cual uno se acomoda tan ávidamente porque promete una recompensa al final-, puede originar ese conocimiento propio tan esencial, ya que es lo único capaz de darnos una paz creativa.