TristezaLas palabras tristeza y depresión se utilizan cuando nos duele el alma, cuando la vida no nos gusta, cuando nos sentimos vacías, sin fuerzas. Si bien la tristeza es un síntoma asociado a la depresión, no son equiparables.
No es lo mismo estar triste que deprimida. ¿Cuál es la diferencia? La tristeza corresponde a un sufrimiento anímico provocado por un acontecimiento externo que produce dolor: la desaparición de un ser querido, una ruptura afectiva, la pérdida del trabajo… La tristeza siempre es pasajera y todos tenemos recursos para salir de ella. Cuando este sentimiento se mantiene a lo largo del tiempo, significa que se ha enlazado a acontecimientos psíquicos de los que nada sabemos de manera consciente. Nos encontramos entonces ante una depresión que vendrá acompañada, generalmente, de otros síntomas.

La depresión provoca un malestar continuo. Sin embargo, las personas deprimidas transmiten poca emoción, están como aletargadas, retraídas. Alguien deprimido es serio, grave y seco. Este aspecto es muy diferente al de alguien que está triste. La tristeza es un sentimiento normal, proporcional a la pérdida o al disgusto que se ha sufrido. La depresión es una enfermedad que avanza por todas las parcelas de la vida y arruina el deseo de disfrutar.

La tristeza, en cambio, nos conecta con algo que nos apena, pero que también nos hace sentir vivos. La diferencia fundamental entre tristeza y depresión está en los pensamientos asociados a lo que ha producido el dolor. Si después de lo sucedido (la pérdida de una persona querida), hay ideas del tipo “por qué me ocurre a mí, por qué me abandonó”, etc., se sentirá miedo, impotencia, rabia. Tales sentimientos producen culpa y se reprimen. Los autorreproches son la antesala de la depresión. Por el contrario, si lo que predomina son los momentos de la historia de amor compartida, se echará de menos la presencia del ser querido, se sentirá tristeza, pero no se deseará morir.

La tristeza es la cara negativa del sufrimiento, mientras que el placer es la cara positiva; pero son inestables y desaparecen, haciendo que el conflicto permanezca.  Supongamos que nos sentimos tristes; podemos observar este estado de tristeza, sabiendo que tarde o temprano pasará, como lo hacen todas las cosas, de forma que nuestra atención no queda atrapada en el sentimiento sino que permanece libre para observarlo y comprender su causa. La realidad puede hallarse en todo lo que nos sucede, en cualquier lugar, ya sea agradable o doloroso. ¿Es diferente la naturaleza de la felicidad que la de la desdicha? Discriminamos entre ellas, pero no difieren tanto como pueda parecer en un primer momento. Cuando apreciamos la totalidad de la realidad podemos ver que no existe diferencia. La realidad es que nada es absoluto o permanente.  Cuando se torne triste o infeliz, descubramos también las razones para ello y los factores que intervienen en la mente. ¿Nos ayuda la meditación a estar alerta, a tener una conciencia nueva? O ¿cuándo meditamos nos deprimimos más, tenemos más ensoñaciones e impurezas? Hemos de estar atentos a todo ello.

La tristeza aparece por el distanciamiento, la separación o la pérdida del vínculo. Las formas psicológicas de separación incluyen el sentimiento de ser dejado de lado o una sensación de no pertenecer, ser incapaces de comunicar o expresar nuestros verdaderos sentimientos, sentirnos olvidados y, por supuesto, lamentar la muerte o pérdida de un ser querido. La tristeza también puede ser evocada por desengaños o esperanzas rotas, por el fracaso en alcanzar metas importantes y por la pérdida de la autoestima.  La tristeza puede producir lágrimas, pero difiere del llanto por aflicción en que es una señal general de sufrimiento y una solicitud de ayuda. La aflicción es producida por otras emociones, tales como miedo, vergüenza o enfado.  El llanto actúa como una señal, que motiva a uno mismo y a otros, a hacer algo acerca de la circunstancia que causa la aflicción.  La aflicción se reduce por medio del consuelo, bajo la forma de sonidos tranquilizadores, apoyo verbal, objetos como chupetes y contacto físico.

Es necesario distinguir la tristeza primaria de experiencias más complejas de dolor, como el sentirse herido, la pena y la depresión.  Comparado con la depresión, que es un síndrome complejo, la tristeza es un estado emocional diferenciado que comprende una variedad de comportamientos, pensamientos y sentimientos.  Sentirse herido es otro sentimiento complejo que se encuentra en el dominio de la tristeza, pero que no es idéntico a ésta. Sentirse herido está asociado con el rechazo, con sentirse ignorado, no reconocido, juzgado y no valorado, y la tendencia es apartarse o encolerizarse. Por otra parte, el dolor es el sentimiento del sí-mismo cuando está siendo dañado, herido o destrozado. Finalmente, el complejo proceso de duelo implica tristeza sólo cuando la pérdida es aceptada como irrevocable y se han abandonado, al menos por el momento, los intentos de restaurar al pérdida. La aflicción de la tristeza, en su núcleo, está relacionada con la experiencia de pérdida irrevocable.

Las dos tendencias de acción asociadas con tristeza primaria son a) acercarse a otros en busca de consuelo y auxilio para reducir la aflicción, y b) retraerse en uno mismo para recuperarse de la pérdida. De acuerdo con esto, la pena inhibe los músculos y reduce la energía.  La cabeza y los ojos caen, los músculos faciales se aflojan y la voz se debilita.  Una característica única de la experiencia de tristeza es su pesadez: las personas se sienten sobrecargadas y se mueven torpemente; mantenerse en posición erecta les requiere un gran esfuerzo; prefieren estar acostadas y a veces prefieren acurrucarse en posición fetal. La tristeza puede suponer ‘colapsar’ en llanto, una retirada pasiva de implicación en la vida, rendición momentánea y abandonar la necesidad del objeto perdido. Lo único que se puede hacer es enfrentar el dolor, la evitación y la lucha contra el dolor simplemente prolongan el sufrimiento.  En general, las lágrimas de tristeza primaria son sanadoras y traen consigo una sensación de agotamiento y alivio.  La tristeza permite aceptar la pérdida, sanar y dirigirse hacia un renovado interés por la vida. La aceptación de la pérdida también hace capaz a la persona de percibir el objeto perdido con más precisión o claridad, pues las percepciones ya no están ensombrecidas

TRISTEZA POR PRIVACIÓN O PÉRDIDA:

  •  En su sentido más amplio, la interrupción o el control excesivo de la tristeza da como resultado una incapacidad para completar el trabajo de duelo.  Las personas no se permiten llorar y en cambio se ponen rígidas, contrayendo su respiración y apretando el pecho, la garganta y los músculos faciales. A veces se interrumpe la tristeza, porque la gente está ocupada lidiando con otros problemas de supervivencia o no tiene el lugar seguro que necesita o el apoyo para bajar la guardia, ser vulnerable y entregarse a la curación. En estos casos, con frecuencia es más fácil estar enfadado, porque el enfado hace que contacten con su fuerza, les ayuda a mantenerse firmes y les permite continuar.  El enfado, también, juega un papel en el control excesivo de la tristeza, en situaciones de lucha de poder.  Con frecuencia, las personas se niegan a reconocer o mostrar el otro cuán débiles son, o cuán dolidas están, debido a normas itnernalizadas en contra de la debilidad o la falta de confianza.
  • Otros controlan la tristeza debido a una visión Pollyanna (personaje de ficción prototipo de un optimismo extremo) aprendida (por ejemplo, que es ‘un consuelo mirar el lado bueno de las cosas’) o debido a una actitud fatalista (por ejemplo, ‘la voluntad de Dios’ es que uno sufra).  También hay quienes tienen pautas restrictivas contra ‘sumirse en la autocompasión’. Hay muchas restricciones culturales en contra de las demostraciones de tristeza o duelo. Se anima a la gente a que sea valiente o estoica, a ‘poner al mal tiempo, buena cara’, a no ser un ‘llorón’ o un débil, o a ‘mantener el tipo’.  Tales restricciones culturales y familiares pueden contribuir a un miedo generalizado o a una incapacidad para reconocer la vulnerabilidad emocional y la tristeza por la pérdida.
  • En situaciones de pérdida, tanto el enfado primario como la tristeza están asociados con daños a la autoestima y a decepciones no resueltas en la relación con los padres o en relaciones adultas de vínculo. Una de las metas de la terapia en esas situaciones es diferenciar el enfado y la tristeza y que cada una de estas emociones experiencia, se exprese y se elabore completamente. Es importante que el terapeuta reconozca que, en estas situaciones, tanto la tristeza como el enfado pueden ser primarios y que es necesario validarlos y profundizar en ellos en terapia, para poder acceder a los componentes adaptativos de cada uno.
  • El principio de centrarse en el presente, para que sirva como una guía en el trabajo con la pérdida, establece que la experiencia que tenga más vida en el momento debe ser prioritaria y hay que focalizarse en ella.  Sin embargo, los clientes necesitan mayor cantidad de ayuda para acceder a la emoción que es para ellos más difícil de reconocer y de expresar. El acceso a la experiencia emocional primaria más profunda y frecuentemente inhibida favorece el crecimiento de la persona y pone a su alcance información nueva y adaptativa. Así, en los episodios terapéuticos que siguen, el diagnóstico del proceso fue que la tristeza primaria reprimida y la aflicción no reconocida era las experiencias más sobresalientes en ese momento, y que el reconocimiento experiencial completo de la tristeza primaria sería lo que más beneficiaría y favorecería el crecimiento del cliente.