Tics

Un tic nervioso es un movimiento muscular compulsivo y persistente, que no tiene  origen orgánico y que no ocasiona dolor.  Está sometido al control voluntario, y con una atención especial se puede evitar.  Aparece cuando se está nervioso o en momentos de estrés. Situaciones corrientes para el parpadeo son la lectura y mirar la televisión.  Los músculos que participan en el tic suelen haberse desarrollado en exceso por la frecuencia de uso, mientras que los que se oponen a ese movimiento son más débiles.   Por tanto, el modo de comportamiento consistirá en reforzar estos músculos contrarios (contracción isométrica).

Son habituales en aquellos contextos familiares donde hay rasgos obsesivos de carácter compulsivo: familias muy rígidas en las normas, con poca permisividad en la expresividad social y fuerte control del comportamiento de los hijos, a los que se exige de manera inflexible un tipo determinado de conducta.  Los tics se presentan también con facilidad ante ciertos acontecimientos aislados: un examen, la muerte de un ser querido, una situación violenta en el hogar.

Aunque pueden ser suprimidos durante un tiempo de manera voluntaria, es fácil que los tics empeoren con el estrés, disminuyan o desaparezcan durante el sueño y se atenúen mediante la práctica de alguna actividad absorbente como la lectura o hacer ganchillo.

Entre las terapias de tipo conductual, destaca la que se sirve de las técnicas de relajación que facilitan un autocontrol sobre la expresión somática.   Se aprende a reconocer la tensión muscular en las distintas partes del cuerpo y a regularla de manera voluntaria.  Otro método es ‘la prescripción paradójica’: se entrena al niño a reproducir de manera voluntaria el tic a determinadas horas del día, hasta que, poco a poco, llega a desaparecer.

Los tics son a veces síntomas de un estado neurótico o de trastornos obsesivos compulsivos, como son el mantener un excesivo orden -colocar siempre los libros según un plan riguroso-, repetir con insistencia algunos rituales tanto externos -lavarse las manos cada dos por tres o atarse los zapatos una y otra vez sin que sea en absoluto necesario- como interno -padecer pensamientos reiterativos-.

Algunas patologías neurológicas presentan movimientos involuntarios que no son tics, sino trastornos neuromusculares.  Se trata de enfermedades crónicas que responden mal a los tratamientos y que pueden llegar a adquirir un carácter incapacitante, por estar fuera del control intencionado del afectado.  Los movimientos espasmódicos de las extremidades -a veces también de los hombros o la cabeza- producidos por la corea y los lentos y reptantes del brazo que caracterizan la atetosis, por ej., parecen tics por ser movimientos breves, bruscos, repetitivos e involuntarios.

Recomendaciones: los padres deben intentar detectar los factores de tensión, familiares o extrafamiliares, que pueden estar operando en el entorno del niño.  Evitar el exceso de protección paternal y crear un clima distendido que no suponga un alto nivel de exigencia al niño.  Favorecer los niveles de comunicación verbal y emocional que permitan al pequeño hablar de sus miedos, inseguridades, etc.

PARA TODOS LOS GUSTOS:

  • Deportistas obsesivos: uno de los colectivos más propensos a padecer tics.  La presión para ganar a la que están sometidos les hace desarrollar unos rituales que pueden convertirse en tics.
  • Escribir con dolor: (calambre del escribiente) contracción muscular de las extremidades superiores, que llegaba a ser invalidante para el ejercicio de esta profesión.  Aparecía con más frecuencia en personalidades neuróticas.
  • Ante la pantalla. del ordenador, televisión o juegos: los juegos de ordenador pueden desatar una tensión interna fuerte.  Además ante esos juegos se produce, durante un espacio de tiempo largo, una tensión gestual mantenida o posiciones rígidas.
  • Apretar los dientes: el bruxismo, no tiene que ver con los tics.  La contracción muscular que provoca es más sostenida que la de los tics.  Además, suele pasar desapercibido porque su expresión es interna y no se capta hasta que se asiste al dentista, donde se descubren problemas en las piezas dentales.

Uno de cada siete personas sufre a lo largo de su vida hábitos nerviosos, como morderse las uñas o tirarse del pelo, que no tendrían importancia de no ser por el rechazo social que provocan.  Pero una vez que se es consciente de ellos se puede superar con ejercicios, fármacos o psicoterapia.

TIPOS:

  • Onicofagia: suele tener su origen en la infancia. Entre un 10 y un 30 % de los niños se muerden las uñas.  Un 45 % lo hace durante la adolescencia y alrededor de un 10 % cuando superan los 35 años.
  • Atasco al hablar: la disfemia o tartamudeo a menudo comienza antes de los ocho años: un 4 % de los niños lo padece, frente a tan sólo el 1 % de adultos.  Puede ser de dos tipos: disfemia tónica (imposibilidad para articular un sonido concreto) y clónica (repetición de un sonido).  La mayoría de los tartamudos son hombres, cuyo número supera en tres veces al de las mujeres. Se produce sobre todo cuando no se sabe qué decir, si se está ante un desconocido y sobre todo en conversaciones telefónicas.  Puede ir acompañado de ciertos gestos como cerrar los ojos, abrir la boca, torcer la mandíbula o tensar el cuello.
  • Tirarse del pelo: los que padecen tricotilomanía aprovechan cualquier oportunidad para tirarse de los pelos del cuero cabelludo, de las cejas, de las pestañas, de la barba o del bigote.  El 4 % de la población se tira actualmente del pelo y un 10 % lo ha hecho en alguna época.  Esta manía es más frecuente en el sexo femenino Se produce en situaciones muy similares a las de los ‘mordedores de uñas’.  Cuando se apoya la cabeza en la mano mientras se lee, se escribe o se mira la televisión.  Restregarse los ojos puede ser el inicio de la manía.  Lo normal es que se comience jugueteando con los pelos de las cejas durante unos minutos y luego se pase a la cabeza.  Para superarlo agarrar o apretar cualquier objeto que se tenga cerca (la ropa puede servir) en cuanto las manos empiecen a moverse hacia la cara.  Uno de los motivos por los que nos tocamos el rostro es el picor del cuero cabelludo.  Si se consigue controlar, se habrá ganado la batalla. Si no puedes, ráscate y vuelve a contenerte durante tres minutos.
  • En ciertas ocasiones aparecen por imitación, por un problema médico -de una faringitis, por ej., puede venir una carraspera continua- o por la práctica excesiva de un movimiento habitual -retirarse el flequillo o echarse el pelo hacia atrás- sin que la persona que lo practica sea consciente de ese hábito.
  • Existen tics guturales que afectan a las vías respiratorias o producen ruidos como, por ej., gorgoteos o gemidos o alteran levemente la fonación.  Estas alteraciones guturales se producen como consecuencia de una contracción espasmódica e involuntaria de los músculos del diafragma y de la caja torácica.  Este tipo de tics es padecido por el 20 o el 25 % de la población en algún momento de la infancia, y son más proclives a desarrollarlos aquellos niños con antecedentes familiares de esta patología.  También son tres veces más frecuente en varones que en mujeres.  Las personas con tics suelen presentar ciertos rasgos de personalidad asociados; inquietud, intranquilidad, impaciencia y, sobre todo, trastornos obsesivos y de ansiedad.  Entre los 6 y los 8 años, la curación es sencilla, mientras que de los 10 en adelante estas alteraciones se hacen más persistentes.  No obstante, a partir de los 13 ó 14 años, la frecuente de los tics comienza a disminuir.  Por otro lado, una misma persona es susceptible de sufrir más un tic a la vez -por ej., un movimiento de cabeza junto a un guiño-, sin que los unos interfieran en los otros en cuanto a la forma.