Objeto, sensación, sentimiento, pensamiento y… deseo

Sensación y deseo

El reto [lo que atrae] recibe una respuesta sensorial inmediata. Esta respuesta es natural y no se encuentra bajo el dominio del pensamiento, del deseo. Nuestra dificultad comienza cuando estas respuestas sensorias penetran en el reino psicológico. El reto puede ser una mujer o un hombre o algo agradable, apetitoso o un bello jardín. La respuesta a esto es sensación, y cuando esta sensación penetra en el campo psicológico [sentimiento y pensamiento], comienza el deseo y el pensamiento con sus imágenes busca la realización del deseo. Nuestra pregunta es: ¿cómo impedir que las naturales reacciones físicas penetren en lo psicológico? ¿Es esto posible? Es posible únicamente cuando usted observa la naturaleza del reto. Cuando la observa con gran atención y vigila cuidadosamente las respuestas. Esta atención total evitará que las reacciones físicas penetren en la psique interna (52).

El deseo existe solamente cuando el pensamiento se transforma en sensación (62).

Uno ve algo bello, una estatua que ha sido creada por el amor y la destreza y la materia. Mientras uno la ve, surge la sensación. Después uno la toca; ¿qué sucede entonces? Por favor, descúbranlo por sí mismos. Entonces interviene el pensamiento y dice: ‘¡qué hermosa! Cómo quisiera tener esa estatua en mi salón’. O bien, ‘cómo quisiera estar en ese automóvil, o tener esa casa’. En ese instante, cuando el pensamiento toma a su cargo la sensación, en ese preciso instante, nace el deseo (41).

El deseo es el símbolo y su sensación. El deseo es la sensación con el propósito de su logro. ¿Existe el deseo sin un símbolo y su sensación? Evidentemente no. El símbolo podrá ser un cuadro, una persona, una palabra, un nombre, una imagen, una idea que me brinda una sensación, que me hace sentir lo que me gusta o me disgusta; si la sensación es agradable, yo deseo lograrla, poseerla, aferrarme a su símbolo y continuar con ese placer. De vez en cuando, según mis inclinaciones y fuerzas, cambio el cuadro, la imagen, el objeto. Ya estoy harto, cansado y aburrido de una única forma de placer; busco, pues, una nueva sensación, una nueva idea, un nuevo símbolo. Rechazo la vieja sensación y me abro a una nueva, con nuevas palabras, nuevos significados, nuevas experiencias. Resisto a lo viejo y me rindo a lo nuevo, que considero superior, más noble, más satisfactorio. Así, en el deseo hay resistencia y rendición, lo cual ocasiona la tentación; y, por supuesto, al rendirse a determinado símbolo de deseo hay siempre temor a la frustración. Si observo todo el proceso del deseo en mí mismo, veo que siempre hay un objeto hacia el cual mi mente se dirige en busca de más sensación, y que en este proceso hay involucrada resistencia, tentación y disciplina. Hay percepción, sensación, contacto y deseo, y la mente se convierte en el instrumento mecánico de este proceso en el cual los símbolos, las palabras, los objetos son el centro en torno al cual se erige todo deseo, todos los empeños, todas las ambiciones; y ese centro es el ‘yo’ (43).

La percepción del deseo no es sólo percepción, sino que le acompaña la sensación. Con el surgimiento de la sensación, usted quiere tocar, contactar, y luego viene el impulso de poseer. Usted dice: ‘esto es hermoso, debo tenerlo’, y de ese modo empieza la agitación del deseo (25).

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