Metáforas de un psicoterapeuta.

Guru

Quizá lo que hace un gurú [maestro], es dar la libertad de llegar a aceptar la situación humana imperfecta y finita.

‘Al destino le resultará más fácil que a mí aliviaros de vuestra enfermedad’.  Freud.

Únicamente enfrentándose a sus miedos el hombre puede convertirse en lo que es y realizar lo que puede.

 

Discípulos:

  • Los discípulos se sienten abrumados al principio por la diferencia entre su supuesta confianza y poderío y la propia indefensión y falta de adecuación por otra.
  • El seguidor mantiene el equilibrio para evitar la terrible responsabilidad de ser igual a los demás y estar absolutamente a solas, al tiempo de que retiene la esperanza de que el gurú se haga cargo de él.
  • Para conservar su propia libertad, el gurú debe tratar de liberar al discípulo de sí mismo.

El ser útil en lugar de estar con la otra persona con la esperanza de que tenga una experiencia útil puede ser el resultado de fijar objetivos que la persona debiera fijarse por sí misma.

Debemos buscar un camino de iluminación para dejar de lado lo que nos han enseñado y aprender lo que simplemente no puede ser enseñado.

Los aspectos más importantes del desarrollo de un psicoterapeuta tienen lugar fuera del contexto de su entrenamiento académico, teniendo que ser más con sus sufrimientos placeres, riesgos y aventuras personales.

Psicoanálisis y conductismo erróneos conceptos contemporáneos en la historia de una búsqueda del hombre: la de una certidumbre eterna para una vida que es efímera en un mundo ambiguo.

Las ideas genuinamente nuevas por lo general tienen que penetrar en la mente a través de alguna metáfora grande y asombrosa.

Paracelso: un gurú no debe contar la verdad desnuda.  Debe utilizar imágenes, alegorías, figuras, lenguaje maravilloso y otras fórmulas indirectas y secretas.

El asombro estará de vuelta con nosotros y debemos vivir con él hasta que el mundo se trasforme en un acontecimiento humano.

Las privaciones y los sufrimientos son lo único que puede abrir la mente de un hombre a lo que está escondido a los demás.

Nuestra terquedad puede convertirse en determinación.  Nuestro afán de competir en deseo de superación.  Cada hombre debe enfrentarse a sí mismo a fin de lograr este giro del ser.

El hombre debe enfrentarse directamente consigo mismo, afrontar sus problemas y lanzarse a resolverlos.

La búsqueda del corazón debe implicar una genuina predisposición a enfrentarnos a nuestras pérdidas, a enterrar a nuestros muertos y a condolernos por sus muertes mientras les dejamos con resignación.

De otra manera sólo hay una estéril tortura. Un terco aferrarse que sólo conduce a la desesperación de no vivir con las cosas tal como son.

Sea lo que uno haga uno debe entregarse a ello.

Ve y siéntate en tu celda.  Ella te enseñará todas las cosas.

Es crucial que las palabras severas no broten de una necesidad secreta de dominación de parte del maestro.

Puede resultar que la soledad y otros esfuerzos virtuosos, no sean más que formas sutiles de exaltación tercas y orgullosas del propio ser.

Todo hombre debe comenzar por convertirse en lo que realmente es.  Cada uno tiene sus propios dones especiales.  Los buenos caballos pueden viajar 100 millas, pero no pueden cazar ratones.

Lo que nos cuesta nuestra felicidad es batallar por cosas que no nos pertenecen en ver de entregarnos al camino.

Tao: la vida es un viaje absolutamente libre y sin destino.

Debemos descubrir el orden natural de las cosas en vez de inventarlo.

Koan [dilema mental, acertijo]: se trata de resolverlo de forma convencional o intelectual hasta que se da uno cuenta que no se puede.  En ese momento se puede alcanzar la iluminación o despertar. La única solución es dejar de comprender, porque no hay nada que comprender y responder espontáneamente.

El proverbio de los sabios dice conócete a ti mismo y nada en demasía.

Epicuro: un sabio debe controlar sus deseos y ser selectivo en los placeres y vivir una vida simple y moderada.

Estoicos: si algún acontecimiento parece maléfico, sólo parece ser así porque el hombre no es lo bastante sabio para comprender cuál es su lugar en el orden natural del mundo… El desapasionamiento es crucial frente a las muchas desilusiones, frustraciones pérdida y traiciones de la vida.

Epicúreos: tendían al alejamiento del mundo y llevar una vida simple.

‘Aunque no puedo detener tu llanto, al menos te he secado las lágrimas’. Séneca.

Enseña: ‘nada es duradero. Pocas cosas duran largo tiempo.  Podría haber sido peor…’.

Castiglione: ‘para que el hombre haga una cosa brillante se necesitan suprimir algo de su desarrollo armónico’.  Estaba a favor de un espíritu ‘aficionado’.  Se sacrificaba la acción (eficacia) en aras de un refinamiento de los sentimientos.

Montaigne: ‘en la experiencia que tengo de mí mismo encuentro lo suficiente para alcanzar la sabiduría si yo fuera un buen estudioso’.

Es una perfección absoluta y algo divina el que un hombre sepa cómo disfrutar correctamente de su propio ser.  Nos salimos de nosotros mismos porque no conocemos nuestro interior.

Si un hombre debía aprender algo, debía salir al mundo y observar las cosas por sí mismo.

Ningún maestro de hombres crece en su propia casa, ni nadie ha encontrado a su maestro tras la estufa.

Ningún mago… debe decir… la verdad desnuda. Debe usar imágenes, alegorías, figuras, palabras maravillosas o alguna otra forma oculta o tangencial.

Niño: totalmente implicado en vivir la vida no tiene tiempo ni la perspectiva con que luchar en problemas de identidad o propósitos o significados de todo lo que le rodea.

Uno se convierte en adulto cuando aparecen las preguntas espirituales.

A menudo no es la infelicidad crónica sino la confusión y situación conflictiva del presente lo que lleva a la gente al consultorio del analista.

El paciente busca al mago (terapeuta) que le cure por arte de magia.  El terapeuta le da una tarea: por ejemplo concentrarse en el pasado, alentar la curiosidad en el grupo… que le hace al paciente reestructurar su visión del mundo. Y el alivio aparece como posibilidad.

Sólo podemos hallarnos a nosotros mismos cuando estamos dispuestos al riesgo de entregarnos a otro, a un momento, a una tarea.  El amor es el puente.

Terapeuta: da protección para que el cliente experimente, arriesgue en aras de solucionar su problemática.

En la media que puedo vivir el presente y sentirme lo bastante fuerte para aceptar el desafío y tolerar la incertidumbre y la ambigüedad puedo reemplazar la angustia que aporto a la situación (comunicación entre dos extraños) por una sensación de agradable excitación y una anticipación de algo nuevo y prometedor.

En los primeros encuentros tratamos de conservar una imagen de nosotros mismos que encontramos cómoda, mientras buscamos los elementos que usaremos para que el recién conocido encaje en las imágenes estereotipadas de nuestro pasado.

El neurótico evita las opciones que implican experiencias nuevas.  De ese modo escapa de cualquier encuentro con otro ser humano.  Con esto elude cualquier revelación del misterio de la propia personalidad y, en el proceso, le protege de tener que arriesgarse a vivir nuevos aspectos de sí mismo.

El terapeuta debe estar dispuesto a interesarse en la infelicidad del paciente sin sentir la obligación de rectificarla.  No debe tratar de hace por el paciente lo que éste debe hacer por sí mismo.

El paciente tiene derecho a sus sentimientos pero no necesariamente a la respuesta que exige del analista.

Cada hombre es libre de hacer lo que le parezca, si está dispuesto a enfrentar las consecuencias de sus actos.

Únicamente si renunciamos a la certidumbre podemos saber.

El espíritu humano sólo tiene sentido si conoce las cadenas de las que se libera.

Camus: ‘a fin de ser hombre hay que negarse a ser Dios’.

Si un hombre sabe que será destruido y aún así ama entonces aunque los amantes se pierdan, el amor no se perderá.

El hombre no debe rendirse ni ceder hasta la muerte.

El proceso de crecimiento y decaimiento de cada individuo se refleja en la evolución y deterioro de las actividades de las comunidades humanas.

Cada solución engendra nuevos problemas.  Parece que se puede desplazar el mal pero jamás erradicarlo.

Nada se logra de una vez para siempre.  A veces me parece que cualquier cosa que vale la pena tendría que rehacerse una y otra vez mientras sobreviva el ser humano.

Algunos de los mejores esfuerzos del hombre aparecen como respuesta a sus peores fracasos.

Debemos afrontar el inevitable decaimiento de todo lo que valoramos.

‘El revolucionario de hoy debe transformarse en el hereje del mañana sino quiere ser el opresor del futuro’.  A. Camus.  Tal vez el mayor peligro esté en provocar la corrupción de una forma más rápida que lo necesario, debido a que no asumimos nuestro desamparo ante la inestabilidad de su llegada.

Tal vez sólo podemos ser libres si no tratamos de huir de nuestras imperfecciones, si vemos que podemos ser lo que queramos ser de tiempo en tiempo y sólo brevemente cada vez. Tal vez debamos continuar perdonándonos una y otra vez para siempre.

La psicología humanista se acabará un día pero si presumen los terapeutas de poder superar la ambigüedad de la condición humana, quizá puedan ceder su lugar prematuramente.

Podemos llegar a obtener nuestra porción de felicidad humana, pero sólo si somos capaces de ver que nosotros tampoco podemos construir nada duradero.

Debemos renunciar a lo que no dura y no podemos cambiar aceptando la pérdida… Debemos aceptar nuestra pérdida si queremos obtener todo lo que podamos de los significados y alegrías actuales.

Debemos sentirnos tan tristes e indefensos como nos sea necesario y entonces debemos seguir adelante.

Dos clases de salidas a la pena:

  • Cuando meditamos por los infortunios del pasado y desesperamos pidiendo ayuda.
  • Honesto dolor de quien se le ha quemado la casa y sintiendo la profunda necesidad en su corazón empieza a construir otra.

El dolor genuino son los gemidos y los llantos que expresan la aceptación de nuestra incapacidad para hacer algo con nuestras pérdidas.

El individuo se niega a aceptar los infortunios del pasado como inalterables.  Entonces no consigue conservar intactos sus sentimientos de amor y cariño.

Tal vez sólo existen diferentes clases de infancia desgraciada. Los padres siempre decepcionan

Que no te quisieron… bueno la única alternativa tratar de afrontar ahora lo mal que se siente y lo atrapado que está por ello.

Debemos aprender a afrontar nuestras pérdidas y desamparo a fin de cambiar la situación.  Se deben superar llorando, lamentándose o doliéndose. Debemos desengancharnos del pasado para hacer lugar al presente.

Al enterrar a los padres de la infancia debemos sumar el resto del mundo y restar dos.

Una infancia desgraciada no justifica el abandono y la renuncia.

Cada hombre debe encarar las desilusiones, frustraciones, fracasos, pérdidas y traiciones, enfermedad, vejez y finalmente la muerte.

Debe afrontar el desafío de Camus.  Ser nada más que un hombre en un mundo injusto.

Las cosas se toman como son, se las enriquece como se puede, y se las disfruta mientras están.  Eso es todo, a menudo insatisfactorio, a veces desilusionante, siempre imperfecto.  Pero es el único mundo que tenemos.

‘Hay cosas que no se pueden aprender rápidamente.  Hay que adquirirlas con tiempo que es lo único que tenemos’ Hemingway.

Debemos aprender a saber lo que nos podemos dar y lo que podemos esperar recibir.

Se puede redistribuir el mal, pero jamás erradicarlo.

Cada solución crea nuevos problemas y la tentación de renunciar ahora siempre está presente.

Aunque a veces nos mostremos alegres y amorosos, el ‘impulso asesino’ jamás desaparece, pero con un poco de valentía uno puede mirarle a la cara cuando aparece y con un poco de amor –como al idiota de la casa- se le puede perdonar una y otra vez… para siempre.

Al lamentar nuestras pérdidas y afrontar nuestros muertos nos abrimos al único contacto real que podemos tener con los demás.  Un contacto emocionante ahora de pie sobre las ruinas del pasado.

Debemos exiliarnos de las ilusiones de la infancia, de la ilusión de la familia perfecta y de cierto lugar en el mundo donde todo tiene sentido.

Nada importa si el hombre es autoexiliado en respuesta a la desilusión.

La pérdida de la inocencia es permanente.

Si aceptamos la inevitabilidad de la caída, quizás podamos volver a levantarnos.  Para renacer, primero se ha de morir.

Todo gurú del pasado tiene algo que enseñar sobre sus propios intentos de ayudar a la gente.

Autor: Sheldon Kopp (29 Marzo 1929 – 29 Marzo 1999).