Cuida cómo vistes, puede determinar cómo piensas

Vestirse

Ir de Superman te hará sentir más fuerte porque la ropa influye en los procesos psicológicos de quien la lleva

Si hace un examen de matemáticas, asegúrese de no ir en traje de baño. Si le examina un médico, mejor que éste lleve su bata blanca puesta. Si se siente deprimido, no descuide su aspecto. No son afirmaciones hechas al azar: todas están respaldadas por diversos estudios. Porque la ropa que vestimos no solo habla de nosotros mismos, sino que es capaz de influenciarnos. Puede condicionar nuestro rendimiento y nuestro estado de ánimo.

Cada vez más investigadores se están adentrando en este campo: psicólogos, sociólogos, neurólogos, diseñadores… Sus múltiples facetas han provocado que unos lo hayan bautizado como «Psicología de la Moda», mientras otros lo engloben en el ámbito de la «cognición corporal» y lo llamen «cognición investida». De lo que no cabe duda es de que están de acuerdo sobre la innegable influencia que ejerce la ropa sobre los procesos psicológicos de quien la lleva puesta.

La doctora Karen Pine, profesora de Psicología del Desarrollo en la Universidad de Hertfordshire (Inglaterra), pidió a un grupo de alumnos que fueran a clase vestidos con la camiseta de Superman. Cambió sus pensamientos. Al menos durante un día. Los voluntarios se describieron a sí mismos como más agradables y superiores al resto de estudiantes. Y también como más fuertes, ya que en las preguntas sobre cuánto peso podían levantar, estos se consideraron más fuertes que los estudiantes con una camiseta sin dibujo o con su propia ropa, cuenta Pine en su libro «Mind What You Wear: The Psychology of Fashion».

«Hay muchas maneras de las que la ropa nos influencia», explica la especialista a ABC. «Una de ellas es a través del significado simbólico que tiene una prenda de vestir. Adoptamos las características que asociamos a esa prenda y esto tiene realmente el poder de cambiar la forma en que pensamos, un proceso llamado “cognición investida”», explica.

Los voluntarios vestidos con bata cometían la mitad de errores que el resto

De hecho, diversos estudios refuerzan la creencia en este proceso. En la Universidad de Northwestern (Illinois), hace dos años probaron que ponerse una bata de médico mejora la capacidad de atención: los voluntarios vestidos con esta bata cometían la mitad de errores que aquellos que iban vestidos de calle. Sin embargo, cuando probaron a repartir a un tercer grupo idénticas prendas pero diciendo que eran de pintor, comprobaron que perdía en buen grado dicho «efecto» de concentración.

Por ello, según concluyeron en 2012, la cognición «investida» está condicionada tanto por los atributos simbólicos otorgados a dicha prenda —una prueba preliminar reveló que la bata de laboratorio se asocia a atención y meticulosidad—, como de la experiencia física de llevar esa ropa. Pero no fueron los primeros en llegar a esta conclusión. En 1990 Barbara Fredrickson, profesora de Psicología en la Universidad de Carolina del Norte, ya había descubierto mediante otro experimento que las mujeres que realizaron un examen de matemáticas en bañador lo hicieron peor que las mujeres que se examinaron vestidas con un suéter.

Conexión con los recuerdos

Sin embargo, la capacidad de influencia de la ropa no se limita a prendas con atributos simbólicos. «Otra razón puede estar en la conexión con los recuerdos», sigue explicando Pine. El llevar puesta una prenda a la que concedamos una importancia especial por los recuerdos a los que va asociados puede llegar incluso a desencadenar un sentimiento conectado a ello.

«Cuando nos ponemos una prenda asociada a experiencias felices anteriores, desencadena los recuerdos positivos que, a su vez, provocan la recreación de las mismas respuestas emocionales», dice la psicóloga. «Como adultos, la ropa se convierte en nuestra identidad, y actúa como un receptáculo externo para nuestros recuerdos, nuestros sueños, experiencias y recuerdos que parecen convertirse en la trama misma del tejido de algunas prendas que vestimos. En términos psicológicos, la teoría del aprendizaje asociativo explicaría esto».

En realidad se trata de una relación que se retroalimenta. La ropa nos influencia y, a su vez, nosotros decidimos y nos reflejamos en ella. «Nuestros pensamientos y sentimientos pueden influir en lo que llevamos puesto», dice Pine. La psicóloga pone de ejemplo a una mujer que se haya levantado deprimida, con un estado de ánimo plano. «No querrá pensar en su aspecto y, de hecho, su estado depresivo seguramente esté disparando sentimientos de autodesprecio», comenta la psicóloga. Según dice, lo más probable es que se ponga un top ancho y los pantalones vaqueros más antiguos que tenga tras los que esconderse. «Ella no ve su cuerpo como lo ven los demás, sino como una manifestación negativa de su estado de ánimo. Y, aunque trate de evitar mirarse en el espejo, cuando se alcanza a ver a sí misma se da cuenta de cómo va de desaliñada. Esto hace que su estado de ánimo decaiga aún más», cuenta.

Por cierto, no es casualidad el atuendo que la experta menciona como reflejo de un estado de ánimo depresivo, ya que en 2012 realizó un estudio sobre un centenar de mujeres para averiguar qué llevaban puesto cuando se sentían decaídas. La mitad de las encuestadas respondió que pantalones vaqueros, mientras que para la parte superior el 57% aseguraron escoger una camiseta cualquiera que tapase la cintura de sus pantalones.

Otros estudios sobre cómo influencia la ropa se han llevado a cabo en los último años pero relacionados de alguna manera con el ámbito laboral. Por ejemplo, cómo «vestir para el éxito». En este sentido, influye tanto el cómo nos sintamos con ella, como los rasgos que nos atribuyan los demás. Mucho se ha hablado sobre la indumentaria de las mujeres. «La realidad de trabajar en un ambiente de trabajo predominantemente masculino significa que para tener éxito en los negocios las mujeres necesitan ser vistas como creíbles, profesionales y con autoridad, y vestirse provocativamente socava esas percepciones», comenta Pine. Además, algunos estudios han revelado que cuando una mujer lleva traje de chaqueta se siente más segura. Al final, dice Pine —y lo aplica tanto a mujeres como a hombres— «cuando te vistes profesionalmente, te sientes profesional». O, contrariamente a lo que decimos en España, el hábito sí haría al monje.

Vestidos para sentirnos bien

La especialista también tiene algunas recomendaciones sobre cómo lo que llevamos puesto puede contribuir a mejorar cómo nos sentimos. Estas son algunas claves sobre cómo vestir para sentirnos bien:

  1. Vestir nuestro vestido favorito, de buen corte y confeccionado en una bonita tela, nos levanta el estado de ánimo
  2. Una pieza de joyería elaborada puede hacer sentir a quien lo lleve una persona especial, como quien lleva una insignia o una medalla de honor.
  3. Los colores que se encuentran en la naturaleza (como el azul cielo, el verde de las hojas o el amarillo del sol), nos enlazan con la naturaleza y nos protegen de las emociones negativas.
  4. Los patrones alegres, como lunares o estampados abstractos, pueden resucitar aquellos sentimientos sin preocupaciones que experimentamos en la niñez.
  5. Los artículos de indumentaria no coincidentes, por ejemplo, una chaqueta de cuero sobre un vestido vaporoso o una prenda formal combinada con otra informal; pueden ser muy estimulantes para el cerebro, que así goza de novedad y sorpresa.
  6. La ropa suelta y los zapatos planos permiten movimientos sin restricciones, libres, asociados con la aventura y los viajes. Las prendas ajustadas y los tacones altos hacen lo contrario.
  7. Las fibras naturales como el lino, el algodón, la seda y la lana, fomentan nuestra afinidad con la naturaleza mucho más que las telas hechas por el hombre.

 

Fuente: Isabel Miranda@IsabelMiranda / Madrid