Gustave-Flaubert

Escritor francés. Hijo de un médico, la precoz pasión de Gustave Flaubert por la literatura queda patente en la pequeña revista literaria Colibrí, que redactaba íntegramente, y en la que de una manera un tanto difusa pero sorprendente se reconocen los temas que desarrollaría el escritor adulto.

Estudió derecho en París, donde conoció a Maxime du Camp, cuya amistad conservó toda la vida, y junto al que realizó un viaje a pie por las regiones de Turena, Bretaña y Normandía. A este viaje siguió otro, más importante (1849-1851), a Egipto, Asia Menor, Turquía, Grecia e Italia, cuyos recuerdos le servirían más adelante para su novela Salambó.

Excepto durante sus viajes, Gustave Flaubert pasó toda su vida en su propiedad de Croisset, entregado a su labor de escritor. Entre 1847 y 1856 mantuvo una relación inestable pero apasionada con la poetisa Louise Colet, aunque su gran amor fue sin duda Elisa Schlésinger, quien le inspiró el personaje de Marie Arnoux de La educación sentimental y que nunca llegó a ser su amante.

Los viajes desempeñaron un papel importante en su aprendizaje como novelista, dado el valor que concedía a la observación de la realidad. Flaubert no dejaba nada en sus obras a merced de la pura inspiración, antes bien, trabajaba con empeño y precisión el estilo de su prosa, desterrando cualquier lirismo, y movilizaba una energía extraordinaria en la concepción de sus obras, en las que no deseaba nada que no fuera real; ahora bien, esa realidad debía tener la belleza de la irrealidad, de modo que tampoco le interesaba dejar traslucir en su escritura la experiencia personal que la alimentaba, ni se permitía verter opiniones propias.

Su voluntad púdica y firme de permanecer oculto en el texto, estar («como Dios») en todas partes y en ninguna, explica el esfuerzo enorme de preparación que le supuso cada una de sus obras (no consideró publicable La tentación de san Antonio hasta haberla reescrito tres veces), en las que nada se enunciaba sin estar previamente controlado. Las profundas investigaciones eruditas que llevó a cabo para escribir su novela Salambó, por ejemplo, tuvieron que ser completadas con otro viaje al norte de África.

Su primera gran novela publicada, y para muchos su obra maestra, es Madame Bovary (1856), cuya protagonista, una mujer mal casada que es víctima de sus propios sueños románticos, representa, a pesar de su propia mediocridad, toda la frustración que, según Flaubert, había producido el siglo XIX, siglo que él odiaba por identificarlo con la mezquindad y la estupidez que a su juicio caracterizaba a la burguesía.

De esa misma sátira de su tiempo participa toda su producción, incluido un brillante, aunque inacabado, Diccionario de los lugares comunes. La publicación de Madame Bovary, que supuso su rápida consagración literaria, le creó también serios problemas. Atacado por los moralistas, que condenaban el trato que daba al tema del adulterio, fue incluso sometido a juicio, lo cual lo decidió emprender a un proyecto fantasioso y barroco, lo más alejado posible de su realidad: Salambó, que relataba el amor imposible entre una princesa y un mercenario bárbaro en la antigua Cartago.

Su siguiente gran obra, La educación sentimental (1869), fue, en cambio, la más cercana a su propia experiencia, pues se proponía describir las esperanzas y decepciones de la generación de la revolución de 1848. Su última gran obra, Bouvard y Pécuchet, que quedaría inconclusa a su muerte, es una sátira a la vez terrible y tierna del ideal de conocimiento de la Ilustración.

La abundancia de los trabajos que posteriormente se han dedicado a Gustave Flaubert, y en particular a su estilo, confirma el papel central que desempeñó en la evolución del género novelístico hasta la mitad del siglo XX.

SELECCIÓN DE FRASES:

‘La añoranza se asfixió bajo el hábito’.

‘Una especie de rigidez monacal destacaba la expresión de su semblante. Nada triste o tierno ablandaba aquella mirada pálida. En el trato con los animales, había adquirido su mutismo y su placidez’.

‘… la denigración de lo que amamos siempre nos separa de ellos un poco’.

‘A los ídolos no hay que tocarlos: se queda el dorado en las manos’.

‘Bovarismo es no estar contento con la realidad, un anhelo de una vida construida sobre ensoñaciones’.

‘Lo que en la vida acaso no logremos alcanzar, podremos hacerlo con el arte’.

‘El hecho de denigrar a los seres queridos es algo que siempre nos aparta un poco de ellos’.

‘Cuando muere una persona siempre sobreviene una especie de estupor, por lo difícil que es aceptar esta irrupción de la nada y prestarle credibilidad’.

‘Amémonos en el arte como los místicos se aman en Dios, y que todo palidezca frente a ese gran amor’.

‘A fin de cuentas el trabajo es todavía el mejor medio de pasar nuestra vida’.

‘Creo que la felicidad sólo se encuentra al lado de una buena mujer; todo está en encontrarla’.

‘Creo que si miramos siempre al cielo acabaremos por tener alas’.

‘Cuando llegamos a viejos los pequeños hábitos se vuelven grandes tiranías’.

‘Describir es una venganza’.

‘El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente’.

‘El arte es, de todas las mentiras, la que engaña menos’.

‘El autor debe estar en su obra como Dios en el universo: presente en todas partes, pero en ninguna visible’.

‘El corazón es una tierra que cada pasión conmueve, remueve y trabaja sobre las ruinas de las demás’.

‘Siempre he intentado vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda no deja de golpear sus muros y amenaza con tirarla abajo’

‘El estilo, como el agua, es mejor cuanto menos sabe’.

‘El estilo es la vida y la sangre del pensamiento’.

‘El lenguaje humano es como una olla vieja sobre la cual marcamos toscos ritmos para que bailen los osos, mientras al mismo tiempo anhelamos producir una música que derrita las estrellas’.

‘El libertino más ramplón ha soñado alguna vez con sultanas, y todos los notarios llevan dentro de sí las ruinas de un poeta’.

‘Hay que esperar cuando se está desesperado, y andar cuando se espera’.

‘La fraternidad es una de las más bellas invenciones de la hipocresía social’.

‘La humanidad es como es; no se trata de cambiarla, sino de conocerla’.

‘La imbecilidad es una roca inexpugnable: todo el que choca contra ella se despedaza’.

‘La vida debe ser una continua educación’.

‘Los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como suele decirse; antes al contrario, la hacen más profunda’.

‘Un corazón es una riqueza que no se vende ni se compra, pero que se regala’.

‘Un alma se mide por la dimensión de su deseo, del mismo modo que se juzga de antemano a una catedral por la altura de sus torres’.

‘Un hombre que juzga a otro hombre es un espectáculo que me haría estallar de risa, si no me diese piedad’.

‘No labra uno su destino, lo aguanta’.

‘No le dé armas al mundo, pues la usarán contra usted’.

‘Ser estúpido, egoísta y estar bien de salud, he aquí las tres condiciones que se requieren para ser feliz. Pero si os falta la primera, estáis perdidos’.

‘Ten cuidado con tus sueños; son la sirena de las almas. Ellas cantan, nos llaman, las seguimos y jamás retornamos’.

‘Tened cuidado con la tristeza, es un vicio’.

‘Un amigo que muere, es algo de usted que muere’.

‘Hay, en todo, algo inexplorado, porque estamos habituados a no servirnos de nuestros ojos, sino con el recuerdo de lo que se ha pensado antes que nosotros sobre aquello que contemplamos. La menor cosa contiene un poco de desconocido. Encontrémoslo. Para describir un fuego que llamea y un árbol en una llanura, permanezcamos ante ese fuego y ante ese árbol hasta que no se parezcan ya, para nosotros, a ningún otro árbol y a ningún otro fuego’.