watts

Alan Wilson Watts, fue un filósofo británico, así como editor, sacerdote anglicano, locutor, decano, escritor, conferenciante y experto en religión. Se le conoce sobre todo por su labor como intérprete y popularizador de las filosofías asiáticas para la audiencia occidental.

SELECCIÓN DE FRASES:

Una cosa es también el lugar donde está.

Lo que sentimos ejerce mucha más influencia sobre nuestras acciones que lo que pensamos.

Nunca se puede llegar a la explicación irreductible de algo.

Todos los sistemas de control tienen que basarse en última instancia en un acto de fe.

Existe un convenio para fingir que uno debería estar en otra parte, de modo que el lugar donde estoy es el lugar donde uno siempre finge que debiera estar en otra parte. Esta es la naturaleza de la vida, el pulso vital: debería estar en otra parte. Si se descubre este autoengaño, se alcanzará la serenidad y no se abandonará por completo el juego y te dirás: la verdad es que podría ser divertido seguir jugando.

Si eres un gran artista los periodos de adiestramiento no serán eficaces a menos que constituyan un placer (es preciso llegar al punto en que repetir una cosa una y otra vez es como una danza). Este es el verdadero secreto de la vida, estar completamente entregado a lo que hacemos aquí y ahora y en vez de llamarlo trabajo, comprender que se trata de un juego.

Estás haciendo algo útil.  ¿Útil para qué?

Si vives para perfeccionarte, esto se convierte en una carga.

Puede que esté loco de remate pero de todas maneras he de confiar en mi cerebro.

El problema de la mayoría de la gente a la que llamamos loca es que no pueden confiar en sí mismos.   Clínicamente hay que conseguir que vuelvan a tener confianza en sí.  Por encima de todo el terapeuta debe tener una confianza básica en la vida, en el inconsciente.

Si uno acepta la muerte sucede algo curioso: descubre lo bueno que es el ahora y ahí es donde uno tiene que estar realmente.

Cuando uno ve que el momento más decisivo de la vida es el momento presente, la mayoría de las demás personas le inspiran lástima.

Creo que pensar en la muerte es una de las cosas más creativas que pueden hacerse.   Mediante la aceptación de la muerte uno supera la necesidad de un futuro y eso es un presente.

Del mismo modo que no existe una razón fija y necesaria por la que el hombre deba considerarse idéntico a su voluntad consciente o a su cuerpo, no existe tampoco más razón que el hábito y la convención para considerar su naturaleza humana como si tuviera unas posibilidades rígidamente circunscritas de pensamiento y actividad.

En realidad el mundo no es en absoluto complicado.  Lo complicado es el intento de traducir el mundo a símbolos lineales.

El YO lucha sin descanso contra la disolución que sería precisamente su liberación.     En la conciencia de esta realidad momentánea y vacía, el Bodhisattva [el practicante] conoce una desesperanza más allá del suicidio. El Ego se desvanece con las ilusiones donde solo se encontraba el vacío en la resistencia empedernida a la vida.

La iluminación, o acuerdo consciente con el Tao, no puede sobrevenir tanto tiempo que se la considera como un estado particular por el cual existiría criterio y normas. La iluminación, es ante todo la libertad de ser el fallido que somos.

Vemos en los sentimientos negativos un desorden del espíritu que justifican cuidados apropiados. En verdad, lo que se llama cuidados es la resistencia interior a estos sentimientos, la resistencia que nos precipita en la acción para intentar suprimirlas, en vez de esperar que el sentimiento se vaya de sí mismo.

El espíritu no deja de hacer esfuerzos: para cazar el aburrimiento cuando está deprimido, para calmar un miedo, para lograr el máximo de placer, para obligarse a sí mismo a estar lleno de amor, de paciencia, de atención. Se da el esfuerzo de ser feliz. Y cuando se le dice que va por mal camino con tantos esfuerzos, entonces se esfuerza de no esforzarse!

De la misma forma es a veces necesario callarse para escuchar lo que tienen que decir los demás, el pensamiento el mismo debe hacer silencio para poder pensar a otra cosa que a sí mismo.

El misterio de la vida no es un problema para resolver, pero una realidad por vivirse.

Dar curso libre al sentimiento, es observarlo sin interferencia, considerarlo sin nombrarlo; es reconocer que su movilidad prohíbe comprenderlo en términos estáticos, lo que excluye igualmente juzgarlo según el bien y el mal.

La existencia del sabio es una vida que se abandona sin cálculo al presente.