3ª CONFERENCIA EN SEATTLE. Julio 30 de 1950. Sólo la verdad trae libertad.

J. Krishnamurti

 

Pregunta:

¿Cuántos siglos necesitarán los pocos hombres que comprenden, para producir una transformación fundamental en el mundo?

Krishnamurti:

 

Es importante averiguar desde qué punto de vista ha sido hecha esta pregunta. Si decimos que llevará muchos siglos para que se produzca una transformación fundamental, porque hay muy pocos individuos que realmente deseen trasformarse a sí mismos, nos interesa evidentemente el problema del tiempo. Es decir, queremos la transformación inmediata porque vemos en el mundo tanta confusión, miseria, conflicto, hambre, problemas económicos y guerras; vemos este incesante dolor, lo que nos impaciente y nos hace desear la transformación dentro de cierto periodo de tiempo. Decimos: ‘la transformación de unos pocos individuos no traerá un cambio rápido y fundamental en la estructura de la sociedad. La transformación de unos pocos, por consiguiente, no es muy importante. Si bien es necesaria, tiene que haber un medio más rápido para producir una revolución fundamental’

Ahora bien, ¿existe un medio rápido, inmediato, de transformar al hombre? Y si logramos un cambio rápido, ¿será duradero? El mundo no puede ser cambiado de inmediato. Ni siquiera la revolución puede producir un cambio inmediato y universal; millones de seres no pueden ser alimentados de un día para otro. Pero es importante averiguar si vosotros y yo podemos cambiar, si podemos producir una transformación fundamental en nosotros mismos, prescindiendo de su aspecto utilitario. ¿Y es útil el descubrimiento y comprensión de la verdad? ¿La verdad tiene alguna utilidad? ¿Es ella utilitaria? Eso es lo que está realmente implícito en esta pregunta: si la verdad es útil. La verdad no tiene aplicación de ninguna especie. De ella no se puede hacer uso. Ella es. Y desde que encaramos la verdad con el deseo de servirnos de ella en el mundo de la acción, la destruimos. Mas si podemos ver la verdad y la dejamos operar sin querer valernos de ella, entonces ella produce una transformación fundamental en nuestro pensar, en nuestra vida de relación. Mientras consideramos la verdad como cosa utilizable, como medio de trasformar la sociedad o a nosotros mismos, ella se convierte en mero instrumento: no es un fin en sí misma, no es sin causa. Pero si es un fin en sí misma, sin objeto utilitario alguno, es decir, si podemos dejarla que obre dentro de nosotros y sin ninguna injerencia de la mente, entonces, sin que nos demos cuenta, inconscientemente, ella surte un efecto de gran alcance.

Lo importante, pues, no es si unos pocos pueden o no producir un cambio fundamental –aun cuando los cambios fundamentales son  generalmente producidos por unos pocos- sino averiguar si uno mismo está realmente ansioso por descubrir ese extraordinario factor liberador, ese ‘algo’ que llamamos la verdad o Dios, prescindiendo de cualquier valor social u otro que ello pueda tener. Porque la mente [el pensamiento] siempre busca valores. Y si busca la verdad como ‘valor’, ese valor puede ser reconocido; mas la verdad no es susceptible de reconocimiento, carece de ‘valor’ para la mente [pensante]. La mente no puede servirse de ella. Pero si la mente está quieta [sin el movimiento del pensar], la verdad operará; y esa operación es extensiva, ilimitada [abarca las estructuras mentales condicionadas], y en ella reside la libertad y la dicha.